Alejandro Balde

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Desde el primer momento en que lo vi, supe que Alejandro sería alguien especial en mi vida. Sus ojos oscuros, profundos como el océano en una noche sin luna, me atraparon de inmediato. Nos conocimos en un café acogedor en el corazón de la ciudad, donde compartimos nuestras pasiones y sueños en conversaciones que parecían no tener fin. Alejandro era encantador, con un ingenio rápido y una sonrisa que iluminaba la habitación.

Nuestra historia comenzó como una canción suave, llena de promesas y posibilidades. Nos sumergimos en un romance intenso, donde cada momento parecía sacado de un cuento de hadas. Paseábamos por las calles de la ciudad de la mano, nos perdíamos en el brillo de las estrellas y nos entregábamos el uno al otro sin reservas.

Las primeras semanas fueron un torbellino de emociones. Cada día era una aventura nueva, una oportunidad para explorar el mundo juntos. Nos reíamos hasta que nos dolían los estómagos, compartíamos secretos que nunca habíamos revelado a nadie más y nos envolvíamos en el calor reconfortante del amor mutuo.

Pero como todas las cosas hermosas, nuestro amor estaba destinado a ser efímero. Las responsabilidades de la vida cotidiana comenzaron a pesar sobre nosotros, separándonos lentamente como corrientes que arrastran a los barcos a direcciones opuestas. Intentamos aferrarnos a lo que teníamos, pero la realidad se interpuso en nuestro camino, rompiendo el hechizo que nos unía.

Una noche, mientras caminábamos bajo la lluvia, sentimos el peso del silencio entre nosotros. Las palabras no dichas colgaban en el aire, cargadas de nostalgia y tristeza. Fue entonces cuando supe que nuestro amor llegaría a su fin.

"¿Qué estamos haciendo, Alejandro?" pregunté, buscando respuestas en sus ojos oscuros.

Él suspiró, una sombra de dolor cruzando su rostro. "No lo sé, cariño. Pero sé que ya no podemos seguir así".

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras enfrentaba la realidad de nuestra situación. "¿Estás terminando esto?" murmuré, apenas capaz de contener el temblor en mi voz.

Alejandro tomó mis manos entre las suyas, sus dedos cálidos contra mi piel fría por la lluvia. "No quiero, pero creo que es lo mejor para ambos. No podemos seguir ignorando nuestras vidas fuera de esta burbuja que hemos creado".

Asentí con tristeza, sintiendo cómo se desgarraba algo dentro de mí. Sabía que tenía razón, pero eso no hacía que fuera más fácil aceptar el final de nuestro amor.

Nos abrazamos en silencio, nuestras lágrimas mezclándose con las gotas de lluvia que caían a nuestro alrededor. En ese momento, supe que nuestras vidas tomarían caminos separados, pero el eco de nuestro amor corto pero intenso resonaría en mi corazón para siempre.

En los días que siguieron, traté de seguir adelante, pero el fantasma de Alejandro continuaba persiguiéndome. Cada canción en la radio, cada lugar que visitábamos juntos, me recordaba el tiempo que pasamos juntos y la felicidad que compartimos. Traté de llenar el vacío que dejó su partida con actividades y nuevos amigos, pero nada parecía igual sin él a mi lado.

Una tarde, mientras hojeaba un álbum de fotos lleno de recuerdos felices, mi teléfono sonó. Miré la pantalla y vi su nombre parpadeando, una llamada inesperada que me llenó de emoción y ansiedad.

"¿Hola?" dije, tratando de mantener la calma en mi voz.

"¿Hablas en serio?" fue lo primero que dijo, su voz llena de incredulidad.

Me quedé en silencio por un momento, tratando de entender a qué se refería. "¿De qué estás hablando, Alejandro?"

"Acabo de ver tus fotos en las redes sociales. ¿Estás saliendo con alguien nuevo?"

El corazón me dio un vuelco en el pecho mientras procesaba sus palabras. Había seguido adelante, encontrando consuelo en los brazos de otra persona, pero nunca pensé que Alejandro se enteraría.

"Lo siento, Alejandro. No pensé que te importara", respondí, luchando por mantener la compostura.

Hubo un largo silencio al otro lado de la línea, y luego él suspiró. "No importa. Supongo que era de esperar. Solo quería asegurarme de que estuvieras bien".

Su voz sonaba distante, como si estuviera tratando de ocultar algo. Me pregunté qué estaría sintiendo en ese momento, si también estaría luchando contra los mismos demonios que yo.

"Estoy bien, Alejandro. De verdad lo estoy", dije con sinceridad, aunque no estaba segura de si me creía a mí misma.

Después de unos momentos más de conversación superficial, nos despedimos con torpeza. Colgué el teléfono con un suspiro, sintiendo un torbellino de emociones que amenazaban con desbordarse. A pesar de todo, una parte de mí seguía aferrada a la esperanza de que algún día, tal vez en algún universo alternativo, nuestras vidas volverían a cruzarse y podríamos intentarlo de nuevo.

Pero por ahora, me aferraría a los recuerdos de nuestro amor corto pero intenso, dejando que el eco de esos momentos felices me guiara hacia adelante en mi camino hacia la sanación. Porque aunque nuestro amor había llegado a su fin, su impacto en mí perduraría para siempre.

One shots futbolistasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora