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El sonido de la puerta cerrarse con fuerza fue lo único que resonó cuando el de cabellos esponjosos subió a su carro, se acariciaba las sienes, se sentía estresado y su mente no le daba opciones que tener en cuenta en ese momento. 

Soltó el quinto suspiro del día mientras tomaba la mochila que dejó en el asiento del copiloto, mirando en sus adentros, buscaba algo que le ayudase a cobrar sentido de todo. 

El intento fue en vano, lo único que le podía ayudar era un carnet estadounidense que estaba engrapado en una carpeta, parecía de un joven de intercambio. Apretó la mandíbula, aquella tarjeta no decía el nombre del dueño.

Dejó la mochila nuevamente en el asiento, alado de la suya. Acomodó el retrovisor mirando a la persona detrás suyo. 

— Hey tú, ¿Dónde vives?. 

Tenía al omega oliva acostado en los asientos traseros, estaba dándole la espalda, podía observar claramente como batallaba contra la calor de su cuerpo, pues parecía estar intentando quitar la camisa del uniforme. No tenía mucho que se había desabrochado el saco. 

Parecía un desastre, notaba también el bulto en el pantalón del uniforme del omega, era claro que su miembro estaría erecto, después de todo estaba en su celo. 

El carro pronto estaba lleno del olor de las feromonas del contrario, Kardia aún no descubría cuál era su olor, juraba por su vida nunca haberlo percibido. 

— ¿Mmmhg?... 

Sabía que le podía haber aumentado el celo con sus feromonas, pero eso era mejor a que el contrario se estuviera aferrando a él queriendo que le ayudara. 

Vio cómo el omega volteó hacia él, su rostro seguía rojo y tenía los ojos cristalinos, frunció el ceño, tomando el volante en sus manos. 

— Tu domicilio. ¿Cuál es?. 

Por el movimiento que escuchó del contrario podía decir que le volvió a dar la espalda, cerró los ojos, sintiéndose ansioso. No duró mucho tiempo así, mientras esperaba que el otro contestara empezó a salir del estacionamiento de la universidad. 

— Dschubba... Sadal...melik...

Volteó a verlo rápidamente, esperando a que dijera más, pero no fue así. Parecía que el de cabellos oliva se estaba quedando en un profundo sueño. 

Solo conocía una residencia con aquellos apellidos, y dudaba completamente de que esa persona perteneciera a ellos. Aún así empezó a manejar al lugar, no perdería nada con intentar llevarlo a la casa. 

En ratos lo podía escuchar quejarse entre sueños, quería voltear a verlo, pero su cuerpo se negaba a corresponderle. 

No tardó mucho en llegar a la casa de sus conocidos, agradecía que las calles estuvieran libres, muchas de sus ansias bajaban al saber que ya pronto tendría respuestas. 

Bajó del carro sin ver al omega, se acercó a la casa y tocó el timbre. Sentía como temblaba su cuerpo. 

No pasó mucho cuando vio a un aguamarina conocido salir de la casa y acercarse al portón, Camus lo miraba atentamente, esperando sus palabras. Casi sentía la curiosidad que emanaba el menor. 

Pudo oler el aroma de su cuñado, era fresco, ya estaba acostumbrado en realidad, no había día en donde Milo no oliera a él. 

— Buen día Kardia... ¿Pasó algo? ¿Gusta pasar?. 

Camus abrió la puerta del portón, su rostro sereno ocultaba la ansiedad que sentía por la visita del mayor. 

Kardia lo miraba seriamente, no sabiendo por dónde comenzar. 

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