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Todo se había hecho tan apresurado que ni siquiera podían comprender lo que pasaba. Desde el actuar de Kardia en cuanto vio a su hermano y a Camus en esa situación, hasta el aparecer de Scarlet en su consultorio en menos de cinco minutos.

Tuvieron que separar a la pareja aunque el alfa parecía no querer soltarlo, estaba tembloroso, no escuchaba lo que le decían, no podía hablar, no podía hacer nada. Estaba inmóvil, perdido, con un enorme miedo en su interior.

Pronto llegaron sus padres, acercándose a él para tratar de darle consuelo, para tranquilizarlo. Sabían que todo podía ser grave pero tampoco podían dejar que Milo perdiera la cordura.

"¿Por qué lo dejé solo?."

Era la pregunta que atormentaba a Milo. Solo había sido en cuestión de minutos que su adoración se había puesto mal, y nunca había pasado esto. En esos siete meses de embarazo, nunca se había puesto así.

Eso lo llevaba a buscar la razón de lo ocurrido. Empezó a hacer memoria, pensando en las cosas que había alrededor de Camus cuando él salió de la ducha. Pero no lo entendía, era su libro, los audífonos, y los teléfonos.

Se maldijo a sí mismo. No había nada que le dijera lo que había pasado.

Mientras miraba a su padre moviéndose nervioso de un lado a otro, con un Mystoria que recién había llegado el cual estaba en los mismos pasos, su mente le estaba jugando muchísimas malas jugadas.

Si algo le pasaba a Camus, o su bebé, Milo nunca volvería a ser el mismo.

Un golpe en el hombro lo sacó de sus pensamientos, miró hacia arriba, logrando encontrarse con los azules eléctricos de su hermano.

— No pienses cosas de más, Milo. —fue lo que murmuró Kardia al sentarse a su lado, dándole una botella de agua— Scarlet sabe lo que hace, todo estará bien.

Más que palabras de aliento, también se quería tranquilizar él. Tampoco entendía lo que pasó, pero sabía que no debía de preguntar directamente.

Le dió unas palmaditas en el hombro a su hermano, haciéndole saber que estaba en el lugar. Que estaba con él.

— Regresé a casa para buscar... ya sabes, algo que pudiera afectar a Camus en tu habitación, pero todo estaba normal.

Kardia volvió a hablar, sacando dos teléfonos de su bolsillo, dándole los mismos a Milo.

— Estaban sobre la cama, al lado de su libro.

El menor asintió, recordando donde estaban.

Encendió el teléfono de Camus, mirando el fondo de pantalla. ¿Desde cuándo el omega se había encariñado tanto con su bebé? Tenía una foto de su ultrasonido, el último. Sonrió suavemente, amaba tanto a Camus y a su bebé.

Deslizó sobre la pantalla abriendo el teléfono, y alzó una ceja. Mensajes de un número desconocido, y eran... ¿fotos?.

Kardia notó el gesto de su hermano y se acercó más, viendo las fotografías del pequeño que le envió aquel número a Camus.

— Hijo de puta...

El comentario fue al unísono, llegaron al mensaje que acompañaba las fotos del pequeño.

De un brinco, Kardia se levantó enojado, yendo directo hacia Mystoria. El omega se sobresaltó, pues aún era un manojo de nervios y las feromonas amenazantes del Antares mayor le brindaban inquietud.

— ¿Dónde mierda vive Ganimedes?.

— ¿Qué? —la mirada de desconcierto de Mystoria era clara— ¿Por qué lo preguntas?.

Antares frunció el ceño, apuntando a Milo. Su hermano estaba de la misma manera que él, enojado a morir con Ganimedes. No podía creer que aquel sujeto tenía el alma tan podrida como para hacerle eso a Camus.

— Ese maldito es quien hizo sentir así a Camus, es el culpable de todo.

— ¿Dónde vive?. —preguntó Milo, levantándose del lugar y dirigiéndose a ellos. Ignoraba por completo el llamado de sus padres— ¡¿Dónde vive?!.

Cuando vieron que Milo se acercó de manera amenazante a Mystoria sus padres intervinieron. Ocupaban explicaciones, razones de la manera de actuar de ambos, y aunque el omega aguamarina ya estaba llegando a una conclusión, no quería aceptarla.

Veía el teléfono en la mano temblorosa de Milo, y eso le daba tremenda corazonada de lo que ocurría.

El Antares menor hizo forcejeo en los brazos de su padre, pero Zaphiri no lo soltó, intentaba hacer que Milo entrara en razón. Que reaccionara.

Fue ahí cuando Dégel, quién había estado observando desde un principio, se acercó a ellos, poniéndose frente a su padre no sin antes arrebatarle el teléfono a Milo, viendo los mensajes. Sentía la sangre hervir con cada foto que veía, y aún más con el último mensaje que venía escrito.

No ocupó más, susurró la dirección de aquel sujeto incluso cuando escuchó a su padre regañarle, pero no le importaba. Camus se había visto afectado por Ganimedes, y era algo que no dejaría pasar.

Después de todo, ya tenían abogado.

Kardia solo sacó las llaves de su carro de la chaqueta que llevaba antes la cual descansaba en un asiento, le hizo señal a su padre para que soltara a Milo, cosa que sucedió.

Justo cuando el Antares menor se iba acercando a su hermano, un sonido hizo a todos detenerse.

Un llanto, un llanto de bebé, un llanto casi aferrante y ahogado, como si le hubiesen arrebatado algo a un ser que aún no entendía que estaba comenzando a vivir.

Milo a casi paso robótico entró a la sala de unidad de parto, como si su dominante reconociera el llanto, el llamado de su cría. Ahí estaba, Scarlet cargando al pequeño ser con una sonrisa que incluso se notaba bajo el cubre bocas.

— Ven a ver a tu bebé, Milo.

Las palabras de Scarlet sonaban tan irreales, no creía que de verdad las estaba escuchando, no creía que el llanto del bebé era verdad, ni mucho menos que su lindo Antares ya había nacido.

Cuando recibió a su bebé en brazos ni siquiera sabía qué pasaba y ni qué hacer. Su padre le decía el cómo sujetarlo con cuidado, cosa que poco a poco empezó a hacer.

Era tan pequeño, tan suavecito y tan ajeno al sufrimiento del mundo. Realmente era su bebé.

Sus azules buscaron a Camus, el omega estaba dormido, descansando después del gran dolor que llevó consigo mismo. Scarlet mencionó que el aguamarina tenía que reposar urgentemente, se encontraba débil, bastante débil.

No solo él, su bebé también.

El pequeño había nacido prematuro, sus órganos aún no se desarrollaban de manera completa. Apenas estaba empezando a visualizar de manera borrosa, y los sonidos llegaban a él como una ráfaga de viento.

Aunque conoció perfectamente la voz de Milo. De igual manera en que lo hacía aún en el vientre de Camus. El bebé pareció tranquilo, calmando su llanto cuando escuchó la voz de su padre.

Milo lo veía atentamente, tenía la piel blanca y suave al igual que Camus, pero en cabello claramente sería igual al Alfa. Ahora entendía porqué el menor tenía muchas náuseas, pues incluso con solo siete meses, el bebé contaba con su cabello, era escaso, pero lo tenía.

Claramente sería una copia viviente de Milo.

Sus movimientos eran espontáneos, su pulso débil, y su llanto que en ocasiones lo dejaba salir como si se trataran de pequeños berrinches también era débil.

Su pecho subía y bajaba, de manera lenta, tan lenta que parecía que iba a dejar de moverse en cualquier momento.

Era un bebé tan lindo e inocente, pero tan débil y escaso de vida.

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