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— ¿Acaso no reconoces a tu padre?.

Esas palabras resonaban en la mente de Camus una y otra vez. El sujeto delante de él simplemente lo había jalado, alejándolo de dónde estaba sentado. Lo reconocía, era la persona que se encontraron aquel día en las cabañas, y ahora le venía con esos cuentos.

¿Era su padre? ¿realmente lo era?. Se sentía tan mal, no solo mentalmente, también físicamente. Las feromonas de este omega eran agrias, además, olía a Alfa. Reconocía que tal vez Ganimedes venía de estar con algún alfa o algo así, pero el rechazo que le estaba ocasionando era bastante agresivo, incluso más fuerte que con los gemelos.

Miró a su alrededor, no reconocía el lugar donde estaban. Sabía que seguía siendo la plaza, pero ¿dónde?. Sentía que Milo lo seguía buscando, esa sensación que estaba creciendo en su pecho a través de la marca le decía eso.

Se sentía inquieto, incómodo, con miedo, pero también con una pizca de resentimiento y enojo. No sabía nada de su padre desde que era un niño, y el verlo repentinamente, verle esa sonrisa arrogante, le causaba una sensación de ira.

— ¿No vas a responderle a tu padre?. —dijo Ganimedes, acercándose un poco a él. No dejaba de sonreír, sabiendo lo que podría estar causando en Camus— Pensé que estarías feliz de verme.

El omega retrocedió, por instinto protegió su vientre, poniendo las manos en él. El mayor al ver eso solo sonrió aún más, quería ver ese vientre abultado de su hijo.

— ¿Feliz de verte?. —repitió, con su voz sin humor— ¿Cómo... cómo lo estaría? no sé nada de ti...

A pesar de que se estaba haciendo el fuerte, no podía. Simplemente no podía enfrentar a su padre, no podía hacerle cara a quien le dió a luz.

— No eres un padre para mí. —dejó en claro, frunciendo el ceño— Eres... un desconocido.

La sonrisa en el rostro del omega desapareció al escucharlo. No le gustaba lo que su hijo le decía. No lo hacía sentir mal, sin embargo, pensaba que Camus sería débil y solamente se echaría a sus brazos.

Fue para bien, pues no iba a hacer las paces con él.

— Te vienes conmigo. —decretó finalmente, tomando al omega del brazo y jalando de él— No quiero que grites, no me gusta llamar la atención.

Camus se sobresaltó al sentir la mano de su padre, e hizo fuerza, evitando ser arrastrado por este. Se estaba alarmando más de lo que quería, su corazón estaba como un loco, y eso lo estaba haciendo sentir mareado.

Una incomodidad le recorrió desde su vientre a pecho, era una sensación molesta y punzante. Todo lo estaba dejando aturdido, desde el aroma que tenía el de la misma casta hasta el miedo que sentía.

— No me iré contigo. —dijo, tratando de parecer firme, mientras empezaba a retroceder, tocando su vientre. Estaba hecho un manojo de nervios, ocupaba a Milo— No quiero verte, no... no aparezcas delante de mí nuevamente...

Decía todo como defensa, ni siquiera sabía si en realidad quería ver a su padre nuevamente. Al parecer el mayor no iba con decisiones buenas, y eso le causaba una ansiedad agitada en el pecho.

Ganimedes solamente suspiró, mirándolo disgustado.

— ¿Y qué piensas hacer? ¿quedarte con Mystoria? tienes que buscar una casa, tu bebé viene en camino ¿No?.

Camus al escucharlo se estremeció. No podía mentir que estaba embarazado, pues su pancita se notaba ya, pero el hecho de que Ganimedes lo mencionara así como así le causaba terror.

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