05.

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Habían pasado aproximadamente dos semanas desde la última vez que sintió aquella molestía abrumadora en el pecho, todo parecía tranquilo desde que el gemelo mayor no regresó a acercarse a Camus, ni lo han visto de cerca ni lejos, algo que Milo agradecía.

El dominante y Omega habían pasado mucho más tiempo juntos de lo normal, la mayoría de los momentos se la pasaban en la casa del mayor, disfrutando solamente de la compañía del otro.

Ese día, fin de semana, el aguamarina se quedaría a dormir en casa del alfa, puesto que tenían un trabajo de equipo que estaban usando como excusa para hacerlo.

Habían cenado hace unos momentos y ahora se encontraban en la habitación de Milo, casi preparándose para dormir.

El Omega había acabado de salir de bañar, y estaba colocándose un conjunto de pijama de tonos azules eléctricos. Mientras tanto el mayor solo llevaba un pantalón de pijama y una camisa simple blanca.

Milo levantó la cabeza de su teléfono al escuchar la puerta del baño cerrarse, recibiendo una ola del aroma a menta de Camus.

No negaría si le preguntaran si sentía las feromonas del Omega demasiadas fuertes, pareciera que Camus batallaba más en el manejo de ellas últimamente.

Milo no reaccionaba mal ante ellas, en realidad eran una ayuda para él, lo mantenían tranquilo en todo momento. Sabía que tampoco conocía las fermonas dominantes de Camus, ya que ellos nunca han discutido como tal para usar las feromonas en forma de amenaza, y agradecía un poco eso, porque sabía que entre él y el aguamarina, el alfa tenía la victoria.

Los Antares eran muy bien conocidos por sus fuertes feromonas al momento de usarlas, todo gracias al padre de Milo, quién comenzó con su pequeña generación de "bichos sementales".

Camus observó atentamente cómo Milo se acomodaba en la cama de la manera más cómoda posible, al menor le parecía bastante relajado, algo que lo hizo dudar un poco.

— ¿Estoy usando mucho mis feromonas, Milo?.

— ¿Mmh? —musitó aquello ladeando la cabeza— Están un poco más fuertes de lo normal Camus, pero sabes que no me molestan.

El mencionado tomó asiento en la otra orilla de la cama, subiendo a la misma y tapándose con la sábana. Se giró a ver a su amigo, quien también lo veía atentamente.

— Milo... Usa tus feromonas.

— ¿Perdón?.

El mayor no creía lo que había escuchado, miró al aguamarina con una cara de confusión, mientras el menor lo veía de manera serena.

— Tu siempre sientes mis feromonas y yo no lo hago ya que estoy cubiertas de ellas. —mencionó Camus acercándose solo un poco al contrario— Me da curiosidad sentir las tuyas, así como tú haces con las mías.

Milo podía entender un poco a Camus, pero aún seguía sorprendido por ello, o más bien, por el rumbo que tomó solo el menor.

Ahora dudaba un poco, ¿Realmente Camus quería sentir sus feromonas? ¿Estaba acaso el menor en celo?.

Aunque simplemente no le podía negar nada a su adoración.

Sacó una de sus manos para atraer el cuerpo del Omega hacia el suyo, Camus se tensó un poco al principio pero poco a poco se calmó, dejando a Milo seguir.

El dominante acomodó la sábana que compartían de manera mejor, quedando ambos cuerpos chocando debajo de ella.

Rodeó el cuerpo de Camus con el mismo brazo con el que lo atrajo a él, apoyando el mentón en la cabeza contraria.

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