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La preocupación en todos los integrantes de la familia tanto como Antares y Dschubba era una; los signos de debilidad en el embarazo de Camus. Un mes pasó en un abrir y cerrar de ojos, con eso, el séptimo mes de gestación empezó en el omega.

Significaba que el bebé empezaba a medir más de 30 centímetros, y por suerte, no llegaba aún a los 40. Sin embargo, mientras el embarazo avanzaba cada semana más y el aguamarina seguía subiendo de peso con cada día que pasaba, también había problemas. Desde la falta de sueño, los dolores en el cuerpo, y el más grave y alarmante para Scarlet, eran las contracciones falsas.

Con cualquier dolor o queja por parte de Camus hacía saltar a todos asustados, pensando que el bebé se podría adelantar. Y más que eso, en el último chequeo médico del menor pudieron notar que posiblemente los últimos dos meses de embarazo serían un dolor para Camus, pues como se dijo al principio, era de cuerpo aún joven y no tan avanzado para soportar un embarazo.

Y al igual que su padre, tenía un útero bastante pequeño.

Para Milo, esto significaba no dormir. Estar al pendiente de su adoración lo estaba matando, pero él haría lo que fuera para que todo saliera bien. Sabía que faltaba poco, muy poco para conocer a su lindo Antares, así que eso lo mantenía con fuerzas cada día.

Aunque, una cosa que le preocupaba al Antares era que sus feromonas no parecían darle un efecto positivo a su pareja. Ya no lo hacían sentir aliviado, ni mejoraba su embarazo o dolor con eso. Esto hacia que se preguntara miles de cosas en su cabeza; ¿Estaba defectuoso? ¿su bebé lo estaba rechazando? ¿Camus lo estaba rechazando?. Todo le causaba insomnio.

Y más que insomnio, le daba miedo. Miedo de ser rechazado por su omega y su bebé. Y miedo de que la falta de feromonas empiece a afectar los últimos meses del embarazo. Sabía que para un omega era necesario tener las feromonas del padre de su hijo, pero no entendía el porqué ocurría esto ahora. Justo en los meses delicados.

Consultando con el médico de la familia Dschubba, Scarlet, llegaron a la conclusión de que posiblemente Camus esté en una etapa donde sea frágil a los aromas de los demás. También era un punto a tomar.

Ese día, estando en la casa de los Antares, Milo estaba tomando un baño mientras había dejado a Camus leyendo un libro. Tenía unos audífonos puestos en su pancita abultada, cosa que Krest le insistió en hacer.

Buena música para que saliera igual de activo que Milo.

Sabía que su bebé ya era capaz de escuchar dentro de su vientre, algo que poco a poco se empezaba a aumentar. La voz que más reconocía era la de Milo y Kardia; empezaba a patear cuando escuchaba la voz de su padre y de su tío, parecía emocionado por las cosas que le contaban los Antares.

Kardia empezó a apodarlo 'Bicho', palabra que fue desaprobada por Dégel, y sin disimularlo. Fulminaba con la mirada al Antares cada vez que lo escuchaba decir eso.

Un tono de música lo distrajo de su lectura, cuando empezó a buscar la raíz del sonido notó el teléfono de su pareja. Un número desconocido. Camus no era de revisar las cosas ajenas, pero esta vez, había algo que le decía que lo hiciera.

Estiró la mano para así alcanzar el teléfono y contestó, escuchando murmuros a lo lejos.

— ¿Si...? —susurró, desconcertado— ¿Quién habla?.

— ¡Papá!.

La voz de un niño resonó en la llamada, y si ponía atención, eran dos personas las que hablaban. Un niño y un adulto.

Ganimedes y su hijo.

Quería colgar la llamada, quería alejar el teléfono de su oreja, pero no podía, su cuerpo no le hacía caso. Se quedó quieto, escuchando la conversación.

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