24. Tan todo

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Joseph se lavó el rostro con un poco de jabón y agua fresca, todo bajo los curiosos ojos de Lexy, quien parecía adormilada y muy cansada tras el agudo momento.

El hombre la invitó a acomodarse en su escritorio y la atendió con mucha amabilidad mientras le entregó papel para que se limpiara la entrepierna y le facilitó su cuarto de baño privado para que pudiera asearse sin problemas.

Tras encontrar un poco de calma al tormentoso, pero pasional encuentro, Lexy y Joseph conversaron sobre su próximo viaje a la capital, esa enorme ciudad que Lexy no conocía y que le revolvía la barriga con solo pensarlo.

—¿Y qué le digo a mis padres? —preguntó Lexy.

—La verdad —contestó él y consiguió responder un par de correos electrónicos mientras charlaba con la insegura jovencita—. Ya eres mayor de edad, Lexy; no vas de fiesta, ni nada parecido, vamos a trabajar —aseguró y la aludida movió la cabeza en aprobación.

"¿A trabajar? ¡Pufff! ¿Qué clase de mentira es esa?". —Molestó su conciencia.

Joseph se tocó la barba y se olió los dedos; buscaba el inolvidable aroma de Lexy, el que ya era inexistente tras el uso del jabón de tocador.

Tuvo que decirle la verdad cuando entendió que estaba convirtiéndose en un adicto a su aroma interior, el que brotaba cuando él estaba cerca, un delicioso aroma que le nublaba el juicio y lo llevaba lejos con un par de besos.

»Bueno, eso debe creer la gente —acotó después y el corazón le pulsó con fuerza.

Ella se sonrojó y se tocó los brazos con nervios.

»Mi asistente personal te va a acompañar a casa después del trabajo. Tendrás tiempo suficiente para hablar con tus padres y organizar una maleta. No lleves muchas prendas, pues debes vestir ese mismo uniforme durante el día... —explicó y la señaló sin mirarla; seguía enfocado en terminar con el trabajo pendiente del viernes—. Y en la noche estarás desnuda —aseguró y ahí si la miró, pues quería verla sonrojarse, pretendía verla sacudirse nerviosa en su posición.

Lo consiguió. La joven se sonrojó y una rica sensación se metió en su entrepierna, entre su pelvis y su corazón.

—Está bien, gracias —contestó ella y se levantó de la silla con timidez, anticipándose a que debía terminar con el trabajo pendiente.

—¡Lexy! —exclamó Joseph, forzándola a detenerse. Ella volteó para encontrarse con su oscura mirada—. Haremos un viaje por carretera —explicó con ilusión y ella asintió con la cabeza—. Te encantará el paisaje por la noche, es asombroso —reveló ansioso por tenerla a su lado en tan privado viaje—. Pasaré por ti a las diez. ¿Está bien esa hora?

—Yo creo que sí —contestó ella y esbozó una sonrisita para él.

Desde allí, sus caminos se separaron durante el resto del día y, no obstante, Lexy se encerró y concentró en todo el trabajo que tenía pendiente, para cuando regresó del almuerzo se encontró con un correo electrónico proveniente de Joseph, el hombre que empezaba a sorprenderla poco a poco.

Señorita Bouvier,

Mi asistente personal se llama Daniela y va en camino para ayudarla con lo que necesite.

No dude en escribirme ante cualquier duda y, por favor, le ruego discreción referente a nuestra relación, puesto que Daniela comparte una gran amistad con el personal de Contabilidad.

Que tenga una linda tarde, nos vemos a la noche.

Joseph Storni.

Lexy leyó el correo al menos treinta veces, repasando con ferviente emoción la parte en que Joseph le pedía discreción con su "relación", pero fue su conciencia la que la puso en aprietos y tuvo que buscar a un salvavidas que pudiera traerla a flote en tan asfixiante momento.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora