80. Destinos

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En los días anteriores, Joseph se había dedicado a investigar la verdad que se escondía detrás de esa imagen prestigiosa que Open Global le ofrecía al resto del mundo. Tras las declaraciones de su esposa, quien había confesado que le habían robado sus ideas, las que habían sido ofrecidas a bajos precios a la competencia, no había pasado mucho para que Storni uniera las pistas y encontrara la verdad.

Una verdad que derrumbaría todo eso que Open Global y Bustamante eran.

Ese día, Lexy regresó a la oficina con decisión.

Los brazos de la joven temblaban producto del cansancio que sentía y también las piernas, la entrepierna, las caderas y la espalda. Intentó encontrar una buena posición en la silla de cuero que usaba, esa que antes le había pertenecido a su marido y se concentró en realizar el trabajo para ese día.

Encendió la computadora con prisa y ordenó la pila de papeles que su asistente —Almendra—, había dejado para ella y que se habían acumulado con burla en esos dos días en los que se había ausentado.

—Oye, dije que podías tomarte una tarde libre, pero no dos días —molestó Anne sin siquiera saludar y caminó a su alrededor para observarla con ojo crítico.

—Lo siento, no me sentía bien —mintió Bouvier e ingresó su clave para iniciar su sesión—. Traje un justificativo médico, por si las moscas.

—¿Y en dónde estabas? —interrogó Anne, mirándola con desconfianza. Lexy titubeó—. Fui a tu casa, bueno a la casa de Joseph, el martes en la tarde y luego en la noche y no te encontré en ella —aguzó y se sentó frente a ella, cruzó las piernas y esperó una respuesta.

Lexy la miró con desinterés y un poquito de rabia. Había sentido la burla cuando sus labios habían mencionado "la casa de Joseph".

—Me fui a la casa de mis padres, necesitaba que me cuidaran —mintió otra vez y bufó al ver la bandeja de correo—. Tenía vómitos y no me sentía bien como para estar sola, ¿vale?

—¿Vómitos?

—Sí, el lunes me comí una pizza y no me sentó bien —siguió con pesadez y escarbó en su cartera para enseñarle el justificativo a Anne, quien ahora también era su jefa.

Anne leyó con prisa lo que el médico había escrito en el certificado, quien había resumido todo malestar como una intoxicación alimentaria. Claro era que, el certificado era falso. En verdad, Lexy y Joseph habían celebrado su boda en secreto.

La mujer lo dobló en dos y lo mantuvo en su mano sin dejar de observar a Lexy, quien en ese entonces ya trabajaba con dedicación y estaba enfocada en responder todo correo que tenía al pendiente.

—Y si te sentías tan mal, ¿por qué viniste hoy? —insistió. Estaba de muy malas pulgas—. No creo que seas masoquista y quieras ver a Storni.

—No soy masoquista, tal vez quiera ver a Storni y vine porque tengo mucho trabajo pendiente —respondió con prisa y levantó la vista desde lo que hacía para enfocarse en ella y decir—: Sí no vas a decir o preguntar algo que se relacione con el trabajo, te pediré que te marches; tengo que enviar tres informes antes de las dos y programar las entrevistas con Almendra.

Anne arrugó los labios con molestia y suspiró con fastidio. Se levantó desde la silla, alzó el certificado médico entre sus dedos, como si estuviera jugando con él y se marchó con paso lento.

Lexy apretó las piernas con nervios y sintió una gran dosis de alivio cuando la desconfiada mujer desapareció por la puerta, pero no le quitó ojo de encima mientras caminó fuera de su oficina, esa que se encontraba cubierta de cristales.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora