48. Salvador

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A tropezones buscó huir, abriendo la puerta de su casa con las manos temblorosas.

Lo logró, logró avanzar por el jardín delantero, pero Esteban la cogió por la espalda y la jaló brutamente contra su cuerpo, gruñendo entre dientes, marcando poder, sacando desde lo más profundo de su ser ese lado oscuro que lo destacaba del resto.

Lexy luchó con sus brazos y manos y como nunca se defendió. Le pellizcó los brazos y le mordió las manos, esas que la aferraban por el cuello y el rostro.

Algunos transeúntes se detuvieron a mirar y a cuchichear; cuando creyó que estaba perdida, cuando su mundo empezaba a desmoronarse, cayó rendida al suelo, se venció como siempre; las rodillas se le llenaron de piedrecitas que se le clavaron en la sensible piel con furia, lastimándola y los tirones de Esteban la dejaron lloriqueando atemorizada contra el concreto que diferenciaba la entrada de su propiedad.

Pero Lexy no estaba sola, no como ella pensaba y mientras seguía sollozando y repitiendo un ahogado: "no" entre dientes, el hombre que estaba dispuesto a salvarla y en todos los sentidos, apareció para rescatarla de tan inhumana tortura.

Joseph no se había marchado como ella creía y solo se había tomado el tiempo para dar una vuelta a la manzana, haciéndole creer que estaba lejos y resguardado en su propiedad junto a su hermana.

Joseph no había abandonado la zona baja de la ciudad y había aparcado estratégicamente unas casas más abajo de la propiedad de Lexy, esa a la que no le había quitado un ojo de encima durante todo el tiempo que había esperado encerrado en el auto, bajo el calor de la tarde de un ardiente verano.

Bajó desde su vehículo sin dudarlo y cerró la puerta con furia, produciendo un fuerte estallido en toda la calle. Atrajo la mirada de algunas personas que voltearon a mirarlo con curiosidad y escuchó de fondo algunos susurros que lo hicieron entender lo horripilante de la situación.

—Pobre muchacha, siempre lo mismo —siseó un vecino que se metía a su casa con miedo, de seguro acostumbrado al maltrato que Lexy toleraba.

Joseph se detuvo en seco cuando sus ojos se encontraron con Esteban y ardió en rabia cuando entendió lo que sus padres habían hecho. No tenía que ser muy inteligente ni astuto para concebir que sus padres estaban del lado incorrecto y comenzaba a creer las tácticas que había usado el muchacho para manipular a la familia Bouvier y mantener a Lexy y a su padre de su lado, a ese hombre que usaba como prestamista para sus pasos ilícitos.

Tomó su teléfono móvil y en un rápido movimiento envió un audio apresurado a su hermana, esa con la que había hablado unos minutos antes y conversó con claridad y seguridad:

"Emma, llama a la policía, dile a Gaspar la dirección de Lexy y que venga lo más rápido que pueda".

Se metió el móvil en el bolsillo y caminó hacia la propiedad de Lexy, esa en donde una gran discusión se llevaba a cabo.

Desde la distancia miró con ojo crítico los detalles: la madre de Lexy le gritaba al padre de esta con furia y el hombre estaba perplejo, gimoteando pávido, mientras que, a sus pies, su propia y única hija luchaba con el desgraciado de Esteban.

El joven estudiante de ingeniería lo vio desde la distancia y liberó a Lexy cuando entendió que la cosa se estaba poniendo más personal que nunca.

Se echó a reír cuando lo vio venir con su característica elegancia, su porte y masculino cuerpo; la ropa de marca que utilizaba y la mirada oscura con la que detallaba todos los hechos.

—¿Vienes a rescatar a tu puta? —investigó el joven, provocador.

No obtuvo respuesta por parte de Joseph y solo recibió un rápido puñetazo en la nariz que lo dejó tirado en el suelo, sin reacción ni derecho a llanto.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora