69. Las vueltas de la vida

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Los jóvenes amantes enfrentaron un fin de semana en pareja y se olvidaron de sus responsabilidades y empleos por los siguientes días. Desayunaron en la cama, pidieron comida a domicilio y vieron películas hasta el amanecer, abrazados frente a la televisión y disfrutando de uno que otro bocadillo que los acompañó en sus tardes de felicidad y amor.

La vida estaba resultando perfecta, más para Lexy, quien muchas veces llegaba a pensar que se hallaba sumergida en un sueño del que pronto iba a despertar, pero cada vez que amanecía se encontraba con la misma maravilla: con Joseph a su lado, cuidándola como siempre se lo había merecido.

Para el domingo en la tarde, la juvenil pareja organizó una última noche de películas antes de que las siguientes semanas los consumieran por entero y se enfocaron en el cine arte, ese del que Joseph disfrutaba cada vez que podía. Compraron comida china y algunos bebestibles naturales para acompañar su cena y se acomodaron en el centro del sofá para disfrutar de las primeras dos horas de película en completo silencio, sumidos entre las reflexiones de las imágenes que admiraban con emoción.

Pero como la vida no siempre es color de rosa, esa tarde de domingo la pareja recibió una sorpresiva noticia.

La familia de Lexy llegó a eso de las seis; viajaron en un taxi hasta la casa de los Storni y se mostraron cabizbajos mientras la joven y su prometido les dieron la bienvenida.

—No queríamos venir sin llamar, pero tu padre salió tan apurado que no alcanzamos ni a pensar —siseó su abuela, tocando su mano con dulzura y sosteniendo la mirada en Joseph.

—No hay problema, no se preocupen —respondió Joseph, intentando mantener la calma ante la notoria congoja de los familiares de Lexy.

—¿Y cómo has estado? —preguntó su padre, acariciándole los hombros a su hija.

—Perfecto —contestó ella, contenta—. ¿Ustedes están bien? —curioseó, un tanto preocupada.

La abuela de la joven suspiró sonoro y miró a los padres de la muchacha con ansiedad. Era claro que estaban allí para decirle algo y aunque Joseph también se mostró tan impaciente como el resto de sus visitas, mantuvo la calma que siempre lo caracterizaba.

—Ay, hija, no tienes idea de lo que nos hemos enterado —siseó su madre y se acomodó nerviosa en uno de los sofás libres.

Lexy y Joseph se miraron con preocupación, también con desconcierto. El matrimonio Bouvier se veía notoriamente afectado, pero no había lágrimas en sus ojos, tampoco dolor, solo una extraña brisa de culpa que Joseph leyó con mucha facilidad.

—Asesinaron a Esteban dentro de la cárcel, los gendarmes dicen que fue un ajuste de cuentas —explicó la abuela, directo al grano, abriendo la herida.

Lexy se quedó enmudecida con lo que oía, pero Joseph se quedó paralizado, sintiendo como el cuerpo se le helaba y los músculos se le agarrotaban.

—Sus padres nos visitaron hoy y nos contaron la verdad —lloriqueó la madre de Lexy, mirando a Joseph con terror. Él se espantó, pensando lo peor—. Al parecer le debía dinero y droga a un matón... lo apuñalaron... —siguió y el hombre frente a ella alivió al entender que no estaba relacionado con dicha desgracia.

La verdad era que se había alejado tras entregar su auto y parte de sus ahorros a modo de pago para encontrar una venganza justa en contra del joven traficante. Su abogado lo había ayudado —y con mucha discreción— a traspasar legalmente el auto a uno de los jóvenes con los que había cerrado el trato, y desde allí, jamás había oído de ellos otra vez. Todo había terminado como una venta exitosa y él se había comprado un nuevo vehículo para disimular los hechos.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora