La semana inició tan agitada como la pareja se lo esperaba.
Estaban llenos de energía tras un romántico y privado fin de semana y si bien el domingo habían recibido las noticias de la muerte de Esteban, aquello había fortalecido todavía más su relación de pareja. También la relación de Lexy con sus padres, quienes entendieron que su hija ya tenía poder de decisión propio y que había hecho su vida a su estilo, volando alto y creciendo junto a un nuevo compañero que la impulsaba con fuerza en cada una de sus nuevas disposiciones.
Lexy y su novio se distanciaron para asistir a sus trabajos como cada día y Lexy se sumió entre sus responsabilidades durante toda la mañana de ese lunes. Recibió en su oficina privada algunas visitas del departamento de Contabilidad y organizó junto a ellos el esperado viaje a la capital.
El aniversario de la empresa se hallaba a tan solo cuatro días y tenían muchos pendientes por organizar y algunos eventos que cerrar. La asistente personal de Lexy se encargó de confirmar los vuelos para los trabajadores y las habitaciones de hotel asignadas de acuerdo con la compatibilidad de cada uno.
Se encargaron también de reservar las salas de reuniones del hotel en que se hospedarían y los salones para eventos en que se desarrollaría la fiesta principal, esa a la que asistiría cada colaborador de Open Global.
Para la hora de almuerzo y por la falta de tiempo, Lexy pidió comida para ella y para su asistente y se contactó telefónicamente con su novio, ese que se había quedado en casa y que trabajaba desde el pequeño dormitorio que había adaptado como una acogedora oficina.
Él poseía un nuevo contrato con horario libre y podía trabajar desde la comodidad de su casa o desde cualquier sucursal de la empresa.
Cuando Joseph respondió a su llamado, la asistente de Lexy se marchó y la dejó en privado para que sociabilizara algunos minutos.
—¿Cómo ha estado tu día? —consultó Joseph y se metió un trozo de manzana a la boca para masticar con lentitud.
—Agitado —respondió ella, revolviendo el aromático arroz—. ¿Y tú qué tal?
—Aproveché de enviar unos correos y después limpié nuestro cuarto —siseó él, picando el resto de la fruta—. Ahora estaba organizando la cocina, estaba muy desordenada —continuó y Lexy sonrió a través de la línea.
Adoraba cuando Joseph se enfocaba en su casa y realizaba quehaceres domésticos sin quejarse ni sentirse menos hombre. Amaba la coordinación que tenían como pareja y lo divertido que resultaba ordenar y limpiar junto a Joseph, quien era un hombre dedicado y hogareño.
—Ya reservé una habitación para los dos —siseó ella, pues no podían incluir un cuarto a sus nombres por medio de la empresa, podían delatarse—. Elegí el último piso para mantener la discreción y que no nos vean en los primeros pisos donde se hospedaran los trabajadores.
—Muy astuta —contestó él, sonriente—. Tengo que llamar a Bustamante, mi amor, así que nos vemos a la noche. Cuídate mucho y toma un taxi a casa —pidió con dulzura.
—Sí, mi amor, saldré temprano hoy e iré en un taxi —contestó y se despidió con la misma dulzura que su novio le transmitía.
El resto del día, Lexy se lo pasó charlando por teléfono con el resto de las sucursales, organizado el viaje del viernes y preparando todo aquello que involucraba la celebración. Para su regreso a casa, Joseph la estaba esperando con la cena y con una tarde de cine para los dos.
La semana fue como un breve pestañazo para la pareja, quienes se mantuvieron ocupados cada día y tuvieron que organizar sus maletas a última hora. Viajaron juntos en el avión y se fueron a la cama en el hotel en cuanto terminaron de registrarse. Estaban cansados y prefirieron una noche íntima en su dormitorio antes que sociabilizar con el resto de los empleados, esos que se hallaban eufóricos con la fiesta y la celebración de la empresa.
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Siempre mía
ChickLitPobre Joseph, alguien debió advertirle que se estaba equivocando al contratar a Lexy como su nueva secretaria, pero se "emocionó" demasiado y la mesa le ayudó a ocultarlo. La inexperta muchacha tiene un don que ni ella misma conoce: puede emocionar...