66. Despertando deseos

876 80 1
                                    

Estaba segura de que jamás se había sentido tan excitada y se sorprendió cuando consiguió sentir su corazón y su coño latiendo desenfrenados y al mismo ritmo, como si estuvieran conectados.

Jamás había deseado tanto el contacto y, no obstante, era usual para ella tener a Joseph cerca, sus dedos ya conocían a la perfección la suavidad de su piel y su nariz identificaba su aroma aún con los ojos cerrados; lo necesitaba, tanto que empezaba a saborear sus besos y la humedad de su saliva.

—Entonces —murmuró Joseph y besó su nuca—, ¿ya pensaste en lo que dije antes?

—Más o menos —respondió Lexy con la respiración trabajosa.

—Entonces ya tenemos claro lo qué queremos —siseó él, juguetón y deslizó sus manos por su culo redondo.

—Tengo una nueva proposición, así los dos nos quedamos felices y tranquilos —sugirió ella con voz picante.

Joseph sonrió feliz.

—Soy todo oídos, mi amor —indicó y la levantó con suavidad de la mesa.

Lexy inhaló profundo y siguió el juego del seductor hombre cuando él se sentó en la silla y la tomó por las caderas para sentarla a horcajadas sobre su cuerpo masculino. Lexy acomodó su culo en sus muslos firmes y sostuvo su cuello con sus dedos delicados. Presionó su abdomen contra sus pectorales marcados y le besó en la boca con suavidad, humedeciéndose con su saliva.

—Somos una pareja, pronto vamos a casarnos y... —gimió cuando el hombre acarició su coño y sus nalgas—... y pensaba que podíamos compartir los gastos —ronroneó, pero Joseph gruñó en su cuello, enloquecido con su aroma. Lexy agarró su cabello con fuerza, pero sin lastimarlo y movió su cabeza hacia atrás para que la mirara a los ojos—. También tengo un sueldo y quiero sentirme útil, quiero sentir que soy participe de esta relación en la que trabajamos día a día. —El hombre entrecerró sus ojos oscuros y la detalló con atención. Ella tenía razón—. No digo que me siento excluida, ni nada por el estilo, pero ahora, mi situación económica es buena y quiero...

—Esta bien, mi amor —respondió él y le ofreció una linda sonrisa—. Vamos a dividir los gastos, pero a contar de este momento —indicó él y la joven le miró con disconformidad—. Yo pagaré los gastos pasados de la universidad y, si gustas, puedes organizar la fiesta de graduación —indicó él y se rio para agregar—: sabes que odio organizar fiestas.

—Me gusta esa idea —respondió ella y le lamió el cuello con deseo—, pero también quiero participar de la boda.

—¡Lexy!

—Joseph, quiero participar con los gastos de la boda, déjame siquiera encargarme del banquete, el pastel, las bebidas...

—¡Está bien, mujer! —exclamó él y masajeó su culo con entusiasmo—. No sé porque contigo soy tan fácil —gruñó y le succionó la piel del cuello conforme sus manos nalguearon su culo perfecto.

Ella meció sus caderas sobre su pelvis y su miembro erecto y se revolvió sensual para enloquecerlo más.

Para Josep, sentirla tan dispuesta, era lo mejor de todo, así que, se levantó con ella entre sus brazos y la llevó hasta la cama, donde podrán continuar divirtiéndose toda la noche.

La tumbó con suavidad en el centro y le quitó la ropa en un dos por tres. Ella se rio feliz y arqueó la espalda para él, mostrándole lo sensual que se sentía bajo su cuerpo.

Joseph se comió su coño como primera opción y abrió la boca cuando llegó al fondo de su húmedo y caliente coño, gozando de cada roce, de cada gemido que Lexy le regalaba delante de él, meneándose como nunca había hecho.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora