76. Nueva oportunidad

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A pesar de que la joven llevaba casi dos días sin dormir, solo le bastaron tres horas de sueño para despertar como nueva y llena de vida y es que tener a Joseph de regreso a su lado la revitalizaba como nunca se lo había imaginado.

Abrió los ojos un tanto aturdida y se encontró con un hermoso techado de madera que le entregaba profundidad y altura al lugar en el que se hallaba. Estiró los brazos por el largo del colchón y se encontró sola en el centro de la cama y con algunas mullidas almohadas que ablandaron su descanso.

Se removió nerviosa, preguntándose en dónde podría estar Joseph, pero encontró la respuesta a sus interrogantes cuando su masculino aroma dominó todo su cuerpo y la dejó con una enamorada sonrisa en todo el rostro.

Hundió la nariz en una de las almohadas y cerró los ojos para inhalar con fuerza, impregnándose de él, de su esencia. Tuvo que dejar escapar el aire con un suspiro y se levantó animosa para recorrer el dormitorio. Sin dudas, Joseph resultaba como una buena dosis de energía para todo su cuerpo.

Se llevó una linda sorpresa cuando encontró una de sus fotografías en una esquina del mueble trasero y se emocionó más aún cuando halló las servilletas con las que él la había atado en la cama la primera vez.

—Pensé que ibas a dormir más —interrumpió Joseph y se acercó a ella para abrazarla por la espalda.

Lexy lo recibió gustosa y dejó reposar su cabeza en su hombro, buscó su boca y le robó un lento beso que la llenó de electricidad. Él le acaricio el abdomen con la mano bien abierta y recorrió su cintura del mismo modo, examinando la suavidad de su piel otra vez.

—No ha dejado de llover, así que tendremos que esperar para salir —acotó Joseph y llevó a Lexy hasta una de las amplias ventanas para mostrarle lo que afuera ocurría y la joven se quedó impactada por lo que sus ojos veían.

Estaban en la mitad de la nada, rodeados de naturaleza y frente a un amplio lago azul. Y a pesar de que la lluvia golpeaba la ventana con fuerza y nublaba la vista, Lexy se quedó sin palabras por la belleza que el lugar le brindaba.

—Joseph, esto es hermoso —ronroneó y volteó entre sus brazos para mirarlo a la cara.

Él le ofreció una dulce sonrisa y acomodó sus brazos en sus hombros. Sus manos y dedos le ordenaron el desordenado cabello detrás de las orejas y se armó de valor para revelarle parte de su pasado y de sus nuevos sentimientos.

—Aquí crecí cuando era niño, este lugar me conecta con lo que soy de verdad y no en lo que me convertí cuando llegué a Open Global —contestó él y se rio al recordar su infancia. Lexy arrugó el entrecejo, confundida, pero a la vez maravillada—. Cuando me fui de Santiago, huyendo de ti y del error que cometimos, llegué aquí sin saber cómo y, aunque no lo creas, Lexy, me encontré conmigo mismo otra vez y... —reveló con los ojos humedecidos y suspiró para alivianar las emociones que le subían por el pecho—... y ya sé quién soy y lo que quiero —unió sonriente, aún con lágrimas en los ojos.

—¿Y qué quieres, mi amor? —preguntó ella con voz dulce.

Lo abrazó también por la cintura y le mostró con una delicada caricia su apoyo, ese que nunca debía haberle negado.

—Te quiero a ti, aquí, conmigo y con nuestros hijos —enumeró romántico y Lexy se quedó boquiabierta por su confesión—. Pero a la vez quiero que crezcas, no quiero ser quien te corte las alas —continuó, haciendo referencia a su ascenso laboral y a sus estudios.

—¿Tú-Tú...? —titubeó nerviosa—. ¿Tú quieres tener hijos conmigo? —preguntó por fin, quitándose una interesante quemazón que le nació en la barriga.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora