Extra. Los hijos

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En el terreno de la familia Bouvier y Storni, crecían altos y gruesos árboles de duraznos y limones que atraían a los niños de la zona a disfrutar de sus sabrosos frutos.

Los árboles también envolvían las casas de su interior y protegían la privacidad de la familia, la que se había ganado su fama por preparar deliciosos platillos locales que enamoraban a los viajeros, turistas e incluso a sus propios vecinos, oriundos del sur de Chile.

La belleza de las niñas, ya adolescentes, era también un factor importante que atraía a los jóvenes a coquetear con ellas, a buscar alguna oportunidad entre esas hermosas princesas que habitaban en la zona alta de la ciudad.

—¡Rayün! —gritó Ayelén y corrió colina abajo con energía, mostrando lo hábil que era con las piernas.

Se detuvo algunos metros antes de acercarse a la cerca que recubría su amplio terreno e inspiró profundamente al ver a Pascual conversando con su hermana mayor. Se ordenó el cabello detrás de las orejas, el mismo gesto de su madre, y se acercó con mayor confianza.

—¿Qué hacen? —preguntó tímida y se lamió los labios del mismo modo.

Intentó ser lo más normal posible, pero los nervios la delataban.

—Hablábamos de la fiesta —respondió Rayün con simpatía y se movió para coger a su reservada hermana por el brazo—. Pascual no tiene con quien ir... —siseó pícara, mirándolos por igual, esperando a que alguno dijera algo.

Los dos se rieron con torpeza y, cuando Pascual estaba listo para invitarla a ese momento tan inolvidable, baile que se realizaba junto al lago y bajo luces brillantes blancas que solo embellecían la zona, Lexy apareció con una mochila deportiva en la espalda, rodeando la cerca con un bastón ecológico de madera en la mano y una gorra blanca que escondía su corta cabellera, y que la protegía del sol matutino, el que golpeaba con fuerza.

—Pascual, tan temprano —siseó y clavó un envase de helado con su bastón ecológico, para luego meterlo en la bolsa negra de género que llevaba en la mano.

Tras ella apareció Joseph, con las mismas características de Lexy, cargando su bastón ecológico, una gorra y una mochila deportiva. Con una amplia sonrisa entre los labios y bailando y tarareando a No Doubt.

Lexy le miró del mismo modo, sonriente y prisionera de sus juveniles acciones y movimientos.

—Pascual, tan temprano —dijo, como si estuvieran muy conectados.

Lexy suspiró, se acomodó el bastón entre las piernas y se quitó la gorra para coger aire fresco, además de aprovechar la fresca sombra que le entregaban sus árboles, esos que había criado y cultivado de la mano de su padre y de su esposo.

—Lo mismo dije yo —agregó ella y miró a los tres adolescentes con ojo crítico.

Estaban tan nerviosos que ninguno pudo decir nada y aunque les dividía una cerca, se hallaban en la misma sintonía.

—Vamos a desayunar, ¿quieres venir? —preguntó Joseph con naturalidad.

—¡Papá! —gritó Ayelén, incómoda por la presencia de un desconocido en su propiedad.

—¿Qué? —insistió él y se acomodó las manos en las caderas—. Vamos a hacer panqueques —dijo—, quédate, así hablamos de tus trabajos para el verano —agregó y las niñas se miraron con preocupación.

Pascual trabajaba con la familia cada verano desde que tenía catorce años. Joseph le organizaba un horario cómodo que no afectara en los juegos de futbol al lago o cuando debía cuidar a sus hermanos menores.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora