74. Florecer para no marchistarse otra vez

768 83 7
                                    

"Yo nunca había conocido a una mujer más tonta que tú y eso que conozco a varias". —Burló su conciencia—. "Es como dijo Anne: se sacrificó por ti y tú le pagaste con desconfianza y traición al elegir tu puesto de trabajo, el dinero, la posición social". —Explicó su conciencia y Lexy se echó a llorar con discreción, aguantando el desgarrador llanto que le nacía desde el fondo del pecho y es que su poco cuerda conciencia tenía razón.

—Estudios DGSound, señorita —interrumpió el conductor y Lexy miró la hora en su teléfono móvil.

Tras pagar por el largo viaje, corrió a tropezones hasta el interior del elegante estudio de grabación y se vio obligada a calmarse cuando se encontró con una refinada recepcionista, esa que la miró con curiosidad desde su puesto.

—Hola, hola —habló nerviosa y es que no podía dejar de sudar—. Busco a Emma Storni.

—¿Emma Storni? —curioseó la joven recepcionista y miró a Lexy con el ceño arrugado—. ¿Emma King?

—¡Sí, sí a ella misma! —exclamó y se alegró cuando entendió que estaba en el lugar correcto.

—Está en una reunión y podría tardar unos quince minutos —explicó la recepcionista y tecleó en su brillante computadora portátil—. Por el pasillo encontrará una sala de espera. Tiene café y soda mineral a su disposición. Yo le avisaré a la señorita King que usted espera a por ella. ¿Su nombre?

—Lexy Bouvier —respondió nerviosa y tras ello, caminó hasta la sala que antes le habían indicado y esperó en silencio por quince minutos.

Eternos y duros quince minutos en los que pensó y se repitió al menos cien veces lo que Anne le había dicho antes, torturándose con la verdad, con esa parte que nadie más sabía, solo ella, y que la carcomía cada día hasta quitarle las ganas de comer y las ganas de continuar.

—Más vale tarde que nunca, dicen —alegró Emma, la hermana de Joseph e ingresó a la salita con una gran sonrisa para abalanzarse sobre ella y estrecharla en un enorme y apretujado abrazo—. Te extrañé, tonta, ¿por qué no respondes mis mensajes o, por que no me has escrito? —curioseó y se sentó junto a ella, tocándole las manos con dulzura.

—No lo sé, perdóname, por favor —respondió Lexy, casi sin voz.

Una ola de silencio se coló entre las jovencitas y aunque Lexy no acostumbraba a sincerarse con tanta fluidez, estaba tan desesperada que su cuerpo no le pidió permiso para nada y se expresó a su modo.

—Lo hice mal, ¿verdad? —preguntó llorando, meciéndose desconsolada. Emma la miró con ternura y negó con la cabeza, bajando la mirada—. Lo dejé ir, Emma, dejé que se fuera y que perdiera su trabajo. Lo eché a perder todo porque soy una tonta egoísta e inmadura.

—No, no, eso no es tu culpa. Él lo decidió así y fue lo más justo —respondió Emma con sabiduría, quien sí conocía la verdad detrás de ese drama que Lexy aún no era capaz de resolver—. No podemos tomar decisiones por otros, Lexy, ni mucho menos querer buscar lo mejor para el otro sí no conocemos lo que de verdad anhela. Joseph decidió que ya no quería ser parte de Open Global y punto. ¿Está claro? —preguntó y si bien Lexy no dejaba de llorar, la jovencita estaba siguiendo cada una de sus palabras con atención y asintió conforme ante su pregunta—. Ahora... lo que tu hiciste pudo afectar... un poquito —titubeó y luego suspiró, no estaba segura si ella era la correcta para decirle lo que su hermano sentía y enfrentaba cada anoche en su desconsolada soledad—. Mira, Lexy, no quiero que pienses que esto es tu culpa, pero Joseph esperaba una sola cosa de ti y no se la diste y sintió que... —suspiró sin saber cómo continuar.

—¿Sintió qué no lo amaba? —preguntó Lexy, siendo coherente con lo que sabía, pero no se atrevía a ver. Emma asintió con la cabeza y le consagró una mueca de dolor—. Pero yo sí lo amo —siseó ella y bajó los hombros, rendida por lo ocurrido.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora