65. El cobro

1K 91 20
                                    

Una semana llena de trajín llegó para la pareja, pero, a pesar de que sus caminos se dividían cada mañana, estos se unían nuevamente al finalizar el día y también sus cuerpos, esos que se reencontraban deseosos en una cama después de una larga jornada laboral y de estudios.

Para ese entonces, Lexy rendía sus últimos exámenes en la universidad y comenzaba a soñar con el día de su graduación. Moría por ver el rostro de sus padres, llenos de orgullos y tal vez de vergüenza por no apoyarla en tan importante paso, pero más ganas sentía por ver el rostro —lleno de orgullo— de su futuro esposo, ese que la había impulsado a llegar lejos.

Para ella, Joseph Storni resultaba como una inyección de adrenalina, una que revitalizaba todo su cuerpo y que la colmaba de ganas de vivir y de otras cosas también.

Ese viernes en la tarde, Lexy viajó hasta la consulta médica en que Eric Acevedo —su psicólogo— trabajaba y esperó paciente su turno, mientras leyó una revista de vestidos de novia que había comprado el lunes a primera hora y que había tenido escondida en su cartera por casi cinco días.

Con su futuro esposo habían decidido mantener en secreto su decisión y es que el trabajo que compartían los seguía complicando, más cuando se recordaban lo estricto que resultaba Bustamante cuando se trataba de relaciones laborales. El contrato de trabajo que habían firmado estipulaba una cláusula sobre las relaciones románticas en el horario de oficina y también fuera de este, cosa que complicaba la situación de la pareja, pues era de esperarse que el secreto no iba a durar para siempre y que en algún momento tendrían que revelar su estado civil.

Cuando la puerta se abrió, Lexy levantó la cabeza de su lectura y sus ojos se encontraron con Eric, quien a su vez se enfocó en lo que Lexy tenía entre sus manos.

El hombre la invitó a ingresar a la privacidad de su consulta y no bastó mucho para que entendiera lo que Lexy quería decir.

Como ya era costumbre y cuando se trataba de sentimientos, Lexy era una inepta y se volvía incapaz de expresarlos sin recitar incoherencias. Eric intentó ser lo más objetivo posible y buscó alguna técnica para trabajar con su joven paciente.

—¿Has probado escribiéndolos? —preguntó el hombre y es que Lexy estaba complica referente a sus votos matrimoniales, los que ya había empezado a preparar.

—Sí, pero cuando lo hago, estoy en blanco. Es como que... —titubeó nerviosa y se mordió el labio con fuerza—... es como si no sintiera nada —unió triste y escondió la mirada, avergonzada.

Eric la miró con preocupación desde su posición y pensó claramente en la situación de la joven pareja que atendía desde hacía algunos meses. Usualmente Lexy era su principal paciente, pero en algunas oportunidades, Joseph la acompañaba para entender mejor eso que a su novia la dominaba y atemorizaba.

—Pero has aceptado casarte con él, ¿lo has hecho por impulso o por qué de verdad quieres pasar "el resto de tu vida con él"? —preguntó, haciendo comillas con divertidas muecas en la cara.

Lexy suspiró y jugó con sus dedos, nerviosa por la interrogación del hombre a quien le confiaba sus más oscuros miedos y se tomó algunos segundos para pensar, pues últimamente no decía todo lo que pensaba, pero sí pensaba en todo lo que iba a decir.

Su conciencia llegó para dejarle claras las cosas y se tomó la molestia de tomar el poder.

"No aceptamos por obligación ni por impulso, aceptamos porque nació así, nació un "sí" como si nada y ese "sí" significa que lo amas, porque si no lo hicieras, te hubieras asustado y acobardado". —Habló su conciencia y Lexy pensó en el momento exacto en que Joseph le había propuesto matrimonio y el corazón se le aceleró y una tonta sonrisa se le escapó de los labios.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora