67. Tequila

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Lexy quiso soltar un grito de ansiedad que le subió por la garganta y aunque por un breve instante se reprimió, terminó liberándose como le antojaba.

De pronto, su mente voló lejos y se sintió un poco más impaciente, más curiosa y un poco más húmeda.

—¿Encontraste el lubricante? —curioseó coqueta. Joseph negó con la cabeza—. Estoy caliente, así que apúrate —indicó mandona y el hombre se quedó boquiabierto.

—Me tienes más que sorprendido, Lexy —respondió, jugando con la situación, alargando la espera y haciéndola sufrir un poquito más—. Me gusta el modo en el que te estás revelando.

—Ojalá me guste tanto como me calienta —respondió ella, diestra.

Su novio delineó una sonrisa en sus labios, un gesto suave que a Lexy le revolvió la barriga. Cientos de mariposas explotaron en su centro y sucumbió en él otra vez, lasciva y ansiosa por revelarse.

—Créeme, mi amor, te va a gustar y mucho —contestó Joseph, apoyado en el umbral de la puerta.

Lexy se quedó boquiabierta con el impacto de su voz, su sonrisa y su varonil cuerpo repercutiéndole por debajo de la piel, como si su voz de hubiera colado entre sus músculos y terminaciones nerviosas y la hubiera hecho menearse temblona de pies a cabeza.

Mientras Joseph se tomaba su tiempo buscando lo necesario para romper la rutina sexual que como pareja llevaban, Lexy soñó despierta algunos segundos y dejó que la intranquilidad dominara sobre todo su cuerpo.

Si bien, no fue mucho el tiempo que transcurrió, a Lexy le pareció eterno y se mostró más inquieta aun cuando el hombre caminó por el dormitorio, cargando una pequeña caja rosada entre sus manos. La joven se irguió en su posición y abrió bien los ojos para detallar cada cosa que su novio hacía, curiosa y miedosa de todo cambio que se acercaba a ella.

Resopló rabiosa cuando el hombre marchó a grandes zancadas por la habitación y terminó realmente cabreada cuando desapareció por la puerta y todas las luces del dormitorio se apagaron, dejándola en una soledad y en una oscuridad que a Lexy le crisparon los nervios. Las velas aromáticas seguían encendidas, pero eran tan pocas que a la muchacha no le permitieron ver todo el lugar, solo lo justo y necesario, lo que creó un ambiente misterioso y sensorial, aún para los ojos de la inhábil y pávida muchachita.

—Gracias, ya estaba preocupada —siseó cuando el hombre apareció por la puerta.

Cargaba una botella de tequila, vasos, limón y sal, los que reposaban en una alargada bandeja plateada.

Lexy siguió su juego de mutismo hasta que Joseph se sentó frente a ella, otra vez con una sonrisa maliciosa entre los labios, acomodó la bandeja con bebestible a sus pies.

No alcanzó a reaccionar cuando Joseph le metió el dedo pulgar entre los labios y, por inercia la joven chupó, acostumbrada a sentir el rico sabor de su piel. Lo miró a los ojos juguetonamente y se lamió los labios cuando el hombre le retiró con suavidad el dedo de entre los labios.

Joseph disfrutó de la humedad de su boca y, mientras le pellizcaba un pezón con agudeza, se metió a la boca la piel de su mano, entre su dedo pulgar y dedo índice. Tras humedecer la zona, se untó la misma con sal y se la acercó a Lexy, mostrándole sin palabras lo que debía hacer.

Ella chupó la zona y su boca se repletó de sal en cuestión de segundos. El tequila mojó sus labios y le llegó hasta la garganta y mientras intentaba contener el alcohol entre los labios, Joseph le acercó un delgado trozo de limón con su boca.

Cogió el limón con delicadeza y lo succionó con prisa, desesperada por quitarse la sensación de quemazón de la lengua, pero la boca de Joseph la invadió y sus labios se unieron en un vehemente y acuoso beso.

Lexy estuvo segura de que el tequila les escurrió a los dos por el mentón y gimió divertida cuando sintió el líquido escurriéndole por el cuello y luego el pecho.

El hombre repitió el mismo juego de tequila, limón y sal hasta que la muchacha frente a él se mostró menos nerviosa y más apasionada y dejó que el alcohol hiciera su efecto mientras le besó la piel de las piernas.

Se dedicó a cada una de ellas, besando y mordisqueando sus muslos, rodillas y pantorrillas.

Lexy se dejó llevar lejos, sintiendo un gustito a poco en su centro, deseosa de ir más lejos.

Al poco tiempo se descubrió con los ojos cerrados, las manos pegadas al pecho y sintiendo con intensidad los lengüetazos de Joseph entre las caras internas de sus muslos, esas zonas sensibles y olvidadas que la repletaban de escalofríos y una locura la cual no dominaba con mucho éxito.

Tuvo que soltar un gemido cuando la boca y la lengua de Joseph encontraron un nuevo rumbo y se hundieron con soltura entre los pliegues húmedos de su vagina, delineando cada esquina con dedicación. Involuntariamente se removió inquieta encima del taburete de cuero, buscando escapar, pero los brazos del hombre la sostuvieron por la espalda baja y la privaron de cualquier salida.

Entre vertiginosos pensamientos, Lexy creyó que caería de espaldas y que terminaría aturdida por el golpe y la altura, pero como si estuvieran sincronizados, Joseph se detuvo y con un práctico movimiento la levantó sobre su pecho y la cargó hasta la cama que se hallaba en el centro del dormitorio.

Siempre delicado con ella, la recostó en el centro del colchón y le cogió las piernas con fuerza para jalarla hasta el filo de este, dejándola a su merced para disfrutar de su húmedo y mullido sexo.

Lexy se rio por el apresuramiento de sus movimientos y el dormitorio le dio vueltas en cuanto cambió de posición, donde se declaró un poquito ebria.

Cuando el hombre introdujo uno de sus dedos en su sexo, no pudo contenerse más y se olvidó de la supuesta borrachera que la dominaba y gimió impudorosa, haciendo que el miembro erecto de Joseph pulsara de puro goce.

Él le comió el clítoris con un amplio lengüetazo y le mordisqueó las áreas rugosas con los ojos cerrados, disfrutando de ese rico aroma a sexo que los identificaba la mayor parte del tiempo y del que era seguidor desde la primera vez.

Cuando Joseph varió el ritmo y jugó a su estilo en su interior, ofreciéndole profundas lamidas y roces de su barba en su clítoris, Lexy comenzó a mover las caderas, acompañando a los dedos de Storni, esos que seguían humedeciéndose con su intimidad.

Resopló entre dientes cuando Joseph se detuvo y se sintió insatisfecha cuando se levantó del suelo y se acercó a ella para besarle la boca. La joven probó sus líquidos impregnados con sus líquidos y se reconoció un poquito más. El sabor salado no le molestó y luego dejó que su saliva se mezclara con un suave sorbo de tequila que Joseph le ofreció en la boca.

Le besó las manos con dulzura y delineó su cintura con la punta de los dedos. Cerró todo espacio entre sus cuerpos, se cogió el miembro erecto desde la base y lo rozó con descaro por toda su vulva, estimulándola aún más con sus líquidos preseminales.

Lexy se levantó en sus caderas para mirar. Últimamente le encantaba ese contacto entre los dos y las piernas le temblaron fatigadas cuando se hundió de golpe en ella, llenándola como tanto le gustaba.

Joseph arrugó el entrecejo al notar que la joven no se expresó. No hubo gemido ni resoplido de su parte y deseoso por escucharla, se la folló con bruteza y con prisa.

No bastó mucho para que los gemidos de Lexy llenaran la habitación y con ellos, una sonrisa se dibujó en los labios de Storni.

—Joseph...

Gimió Lexy su nombre y el aludido disminuyó los movimientos, haciéndolos más profundos e intensos. Una de sus manos subió hasta su pecho y mientras la joven se venía bajo él, le pellizcó un pezón con pericia.

La joven sintió el pellizco y dejó que hiciera su efecto cotidiano en todo su centro, pero no pudo pasar por alto el pellizco y explotó con más fuerza cuando encontró alivio a la sensación de quemazón que sentía. El coño se le contrajo con más potencia alrededor del miembro de Joseph y el hombre tuvo que gemir excitado mientras seguía moviéndose en su interior, apacentando su humedad y su caliente interior.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora