78. Hogar y casualidad

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La pareja se quedó sentada en la orilla del puente en el que se habían casado y dejaron los pies colgando hacia el agua; juntos aguardaron a que la medianoche llegara y celebraron con una botella de vino espumoso su primer día juntos como casados. Bebieron desde la botella como dos adolescentes resueltos y se besaron junto al lago y bajo un despejado cielo estrellado, manoseándose uno al otro hasta que la cosa empezó a salirse de control y comprendieron que era hora de marchase.

Para ponerse a tono, Joseph llevó a Lexy entre sus brazos y a su propio estilo hasta el auto que había conseguido en el sur del país y se la cargó en el hombro como tanto le gustaba. La joven, que llevaba más de ocho horas sin comer, se mareó de manera inmediata y se dio cuenta de que el alcohol ya había hecho efecto en todo su cuerpo.

Se rio mientras caminaban por la arena hacia el estacionamiento y es que las manos de su esposo recorrían sus muslos y trasero con descaro y nada disfrutaba más que esas furtivas caricias que la ponían a chillar de puro gusto.

Se acomodaron en sus asientos sin dejar de mirarse y se descubrieron agitados, con las respiraciones trabajosas y un delicioso color en las mejillas.

—Ya vamos a estar solos —musitó Joseph y su mano delineó su muslo por encima de la delgada tela del vestido.

—¿Y en dónde dormirán todos? —preguntó Lexy y se sintió tan atrevida que estiró su mano para acariciarle el miembro a Joseph, ese que encontró endurecido bajo la elegante ropa que llevaba. La joven no le dio tiempo de responder y siguió—: Señor Storni, ¿no cree que deberíamos inaugurar el auto? —preguntó coqueta y al hombre se le revolucionó todo.

—Está muy atrevida, señora Bouvier —jugó él y deslizó otra vez su mano por su muslo, solo que, por debajo de la ropa, donde encontró una ceñida y delicada liga blanca que se adhería a su piel—. ¿Quiere qué su primera vez cómo casados sea en un auto? —preguntó sorprendido, rozándole los dedos por encima de la tela de la ropa interior que Lexy llevaba, donde la descubrió húmeda y receptiva.

—Podría ser en cualquier lugar, señor Storni, mientras sea con usted todo estará bien —respondió sin miedo a nada.

Y se levantó el vestido por los muslos y caderas para arremangárselo bajo los senos, donde enseñó, aún bajo la oscuridad de la noche y del encierro del auto, la sensual ropa que llevaba y la que le jugaba a favor.

Cada prenda se adhería a sus caderas con sensualismo y delineaba cada curva como Joseph jamás había visto.

Tal vez en un mundo paralelo, Joseph Storni se habría negado a tener un primer encuentro de casado en el interior de un auto, pero con Lexy le pasaba que no podía contenerse y terminó cediendo ante su juego, ese que tanto lo seducía.

La recibió ya excitado sobre su regazo y la apretó contra su cuerpo con fuerza para besarla con pasión. Sus besos fueron pausados, pero profundos y sus manos le acariciaron el cuello y el cabello como tanto le gustaba.

La joven, provocadora y exasperada, se meció sobre su miembro erecto con lentitud, arrastrando toda la pasión que sentía en cada frote que los llevaba a gemir sobre sus bocas en el final de tan intenso movimiento.

Por algunos minutos tuvieron sexo con ropa y aunque Joseph moría por estar en su interior y penetrarla hasta el fondo y disfrutar de su mullido coño, nada disfrutó más que ese momento tan especial y único.

La dejó que se meciera a su ritmo y se relajó en el asiento con una sonrisa dibujada en todo el rostro mientras Lexy se venía encima de él, moviendo las caderas adelante y atrás y ondulando la espalda con delicadeza. La ayudó sosteniéndola de las nalgas y propinándole pequeños impulsos para atraerla hacia sí mismo, simulando una penetración larga y profunda. Disfrutó mientras la escuchó gemir y la besó en el cuello y el pecho cuando sus labios delinearon su nombre conforme un orgasmo la recorría completa.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora