13. Íntimo

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Algo poseía Lexy que lo ponía mal y no era capaz de describirlo, solo entendía que se trataba de un chispazo, algo diferente, algo que lo nublaba por completo y que no lo dejaba pensar con coherencia.

Ese algo, ese sentimiento lo tenía allí, suplicando con la mirada e inventando ideas para conquistarla.

"¿Desde cuándo queremos conquistar a una mujer?" —Planteó su conciencia y Joseph la ignoró para seguir admirando a Lexy en silencio.

Se acercó a ella un poco más y, no obstante, las piernas no le dejaban de temblar, insistió, porque quería tocarla, anhelaba recorrer su delicada piel otra vez y fundirse en ella hasta olvidar todos sus problemas.

Lexy deseaba el contacto, lo anhelada con entusiasmo. Sintió que temblaba incluso antes de que el hombre rozara su cuerpo y se sacudió en su posición cuándo Joseph se olvidó de las caricias y se fundió con su boca para robarle un apasionado beso.

Aunque el roce de su piel aceleraba su corazón con demencia, eran sus besos, húmedos e inocentes, los que lo ponían de cabeza.

El corazón de la muchacha se agitó dentro de su pecho. Le dolió, le gustó y su cuerpo reaccionó a pesar de lo magullado y dolorido que se sentía. Enredó sus manos por su cuello y lo acercó a ella, anhelante de sentirlo y de unirse a él.

Las manos de Joseph viajaron por sus caderas, delineando con delicadeza la curva que lo guiaba hasta su trasero, ese con el que llevaba soñado despierto durante dos duras semanas.

"Las mejores semanas de nuestra vida". —Molestó su conciencia y su voz se hizo lejana acorde sus manos acariciaron su trasero, moldeándolo entre sus dedos con fervor.

Una violenta punzada viajó por su cuerpo y terminó explotando en sus pantalones, evidenciándose entusiasmado antes de tiempo.

—Di-dije que no puedo —refutó ella cuando Joseph quiso levantarla para montársela a horcajadas y comenzar a disfrutarla como anhelaba.

La muchacha jadeó y se sostuvo contra el muro a su espalda. Lanzó la cabeza hacia atrás e intentó controlarse cuando Joseph pegó su frente a la suya y cerró los ojos para llenarse de su rico aliento y los sonidos acelerados, entrecortados y trabajosos de su respiración.

Lexy rompió la posición y cercanía para besarle la mejilla y descender hasta su boca, para delinearle el mentón y la corta barba con los labios entreabiertos y para fundir sus labios en su cuello.

Se contradijo entonces y Joseph correspondió que así fuera.

Despertó otra vez del placentero sueño en el que se hallaba y jugó también como Lexy lo estaba haciendo; su boca descendió entonces por su quijada y recorrió sus clavículas, lamiendo toda la piel que se cruzó en su camino. El ajustado pijama se convirtió en un estorbo, pero no para él, que aún podía sentirla por encima de la delgada tela de la prenda.

Ella le producía un hambre que jamás había llegado a sentir y que lo convertía en un hombre salvaje. Quería besarla, quería morderla, lamerla y escucharla gemir una y otra vez, pero por encima de todo eso, quería follársela duro al menos unas tres veces antes de que el amanecer llegara; deseaba hundirse en su interior hasta que la joven se viniera, hasta que gritara y se retorciera de placer bajo su cuerpo.

Lo quería todo y comenzaba a creer que no iba a poder deshacerse de ella con tanta facilidad.

Todos los pensamientos que se cruzaban por su mente lo hicieron arder y tuvo que besarla otra vez, en esta oportunidad con más vigor que antes. Mordió su labio inferior con frenesí y Lexy respondió del mismo modo, mostrándole lo emocionada que se hallaba cuando su lengua jugó con la suya en un excitante juego húmedo.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora