Capítulo 8.

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Me saqué mi campera y la colgué en la percha ubicada en la pared a un lado de la puerta.

—¿Entonces puedo dormir con Manu? —consultó Ivan.

Lo miré mal y me abstuve de golpearlo.

—Obviamente no, eso es raro. —Negué con la cabeza —. Pedofilo —susurré casi inaudible.

—Yo no le veo lo raro —difirio —. Manuel es como un hermano menor para mi también —confesó.

Una ráfaga de celos invadió mi cuerpo.

—No compares nuestras relaciones, él me quiere más a mi —declaré celosa.

—Tenes razón —aceptó rendido —. Entonces duermo en el sillón.

Me pareció una buena idea al principio, pero al momento de recapacitar y comparar el tamaño del sillón y el tamaño de Ivan, supe que no podía ser posible.

—Mm, no —negué lentamente mientras se me ocurria algo —. Podes dormir en mi pieza —propuse.

Por suerte hoy esta extremadamente ordenada.

—¿Y vos? —cuestionó con duda.

—Voy a dormir en la pieza de mi papá —expliqué —. Así te puedo vigilar —advertí.

—Si eso te hace feliz. —Asintió.

Subimos hasta mi habitación y procedimos a entrar juntos.

A mi me gusta bastante la iluminación, por lo que el color que predomina mi pieza es el blanco. Además, hay una gran ventana con las cortinas atadas que deja entrar la suave luz de la luna.

Las paredes no están decoradas con obras de artistas reconocidos, sino que esta repleta de imágenes con mi familia y paisajes. Hubo un tiempo en el que tuvimos que viajar mucho con papá y eso nos dio la posibilidad de conocer partes del mundo maravillosas. Quise atesorar esos momentos y esos recuerdos preciados, inmortalizandolos en mi pared lisa.

—¿Te podes sacar las zapatillas? —pedí mientras yo hacía esa acción.

Tengo una alfombra que cuesta bastante limpiar, el pobre robotsito sufre con cada pasada.

Ivan me hizo caso sin decir nada.

Deslicé la puerta de mi armario blanco en búsqueda de un pijama decente.

Pude notar como Ivan seguía cada uno de mis movimientos con su mirada atenta.

Raramente ya me estaba acostumbrando a no sentir su presencia. Así que, sentir sus ojos sobre mi me pone extremadamente nerviosa.

Finalmente di media vuelta con la ropa entre mis brazos.

—Deja de mirarme, me incomodas —exigí mirándolo con molestia.

—Perdón, no lo voy a hacer más —se disculpó.

Tiró su cuerpo, que estaba sentado en mi cama, hacia atrás y flexionó sus brazos debajo de su cabeza para posteriormente cerrar los ojos relajado.

No voy a negar que ahora yo fui la que examinó el cuerpo de ese hombre de pies a cabeza.

La capucha se mantiene en su cabeza y recae sobre la visera de la gorra generando bastante sombra sobre su frente. Lo único que resaltaba eran sus labios rosados y bien formados.

Noté como Ivan sonrió levemente.

Mi cuerpo se sorprendió ante tal gesto.

—Me incomodas —repitió lo que dije sin abrir los ojos.

Bufé y le tiré ropa para que pueda dormir. Él abrió sus ojos y tomó las prendas que le lancé.

Suelo usar ropa de mi papá para dormir, aunque me vaya gigante.

—Por lo menos ponete ropa limpia antes de meterte entre mis sábanas —ordené —. Esa puerta es el baño. —La señalé.

Él asintió.

—Gracias, Sabrina —agradeció con sinceridad.

—Denada. —Caminé hasta la puerta —. Buenas noches, Ivan —desee como lo hacia con mi hermano todos los días.

El pelinegro no me contestó, sino que miró el piso un tanto consternado.

Noté que probablemente Ivan no sabía que era el afecto hasta que conoció a Manuel.

No sé que tan bueno sea eso.

Salí de la pieza sin cerrar la puerta por las dudas e imite esa acción en la pieza de mi padre.

(...)

A la mañana siguiente el grito de mi hermano menor me hizo despertar.

Salté de la cama asustada y corrí hasta el lugar proveniente de los gritos; mi habitación.

Las risas me hicieron relajarme.

Me asomé en la habitación viendo a mi hermano saltar con emoción por la presencia del más alto.

Sonreí levemente y apoyé mi cuerpo en el marco de la puerta.

Levantarme tan rápido hizo que todo se ponga negro por unos segundos.

Después de unos cuantos saltos más, Manuel se percató de mi presencia y corrió a abrazarme.

—¡Sabri! —gritó alegre —. ¿Por qué Ivan esta acá?

—Es una larga historia. —Negué con la cabeza.

—¿Enserió? —El menor se rió.

Yo asentí y acaricié su cabeza.

Después de la escena, cada uno fue al baño.

Levantamos al michi para darle de comer y nos pusimos a preparar nuestro desayuno.

Hoy Manu quería el típico desayuno estadounidense, hotcakes, huevos y tocino.

Lo consumimos una vez al mes para no terminar muertos de colesterol.

Nos sentamos a comer y no pude evitar recordar a mi padre al ver la gran cantidad de comida que consumia Ivan.

Supongo que todos los hombres son unos muertos de hambre.

Me reí levemente ante tal pensamiento.

Problameblente Ivan sea el tercer hombre con el que más conviví en mi vida. No, de hecho es la tercera persona.

—¿Está rico? —pregunté al ver a mi hermano comer con mucho gusto.

—Muy rico —respondió con la boca llena —. ¿O no Ivan? —preguntó haciendo que el más grande asienta como respuesta.

Sentí como mi celular vibró y lo tomé.

Al ver que habían muchísimos mensajes, recordé que nunca le dije a Ezequiel que me había ido a casa.

Fruncí los labios culpable y procedí a escribirle un testamento pidiéndole disculpas.

Levanté la mirada encontrándome con los dos hombres observándome fijamente.

—¿Quién era? —preguntó mi hermano.

—¿Todo bien? —dijo a la ligera Ivan.

—No era nadie importante y si, todo bien —respondí.

—Ah, es que como nunca te mandan mensajes me asusté... —declaró Manu.

¿Tan raro es verme hablar con un ser humano?

Hice un mohin molesta.

—Sos un forro. —Me crucé de brazos.

—No te enojes, Sabri —suplicó.

—Cállate, pendejo, a ver quien te da de comer hoy. —Me levanté de la mesa dejándolos a ambos.

Subí a mi pieza para ordenar la cama.

Me sorprendí cuando encontré todo tal y como estaba.

¿En qué momento Ivan ordenó todo?

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora