Capítulo 43.

1.6K 237 139
                                    

Cuando me separé, la angustia que sentía se había dispersado, en cambio, la vergüenza tomó su lugar.

Nunca me había mostrado de esa forma en frente de nadie. Ni siquiera de mi propio padre después de los trece años.

Tuve que enfrentar el vergonzoso momento advirtiéndole a Ivan que si mencionaba algo de lo que acababa de pasar lo iba a matar con mis propias manos.

—Me gustaría que lo intentes —mencionó con diversión.

Es un hecho indiscutible que yo al lado de él no puedo hacer nada. La diferencia es abismal.

Resoplé y me senté en mi lugar, dejando de lado la materia "Violencia, control y Exclusión Social" por el momento. La reemplace por una que no se relacione a nada que tenga que ver con Ivan, es decir, química. La materia que tanto detesto se volvió mi aliada.

Puede que después del abrazo, mi silla y el taburete de Ivan hayan quedado más cerca, porque siento sus rodillas rozar con las mías. Él tampoco pasó eso inadvertido y se encargó de moverse con lentitud desinteresada para rozar nuestras piernas.

Tomé un sorbo de café para bajar el nudo en mi garganta.

Mis tiempos de concentración suelen ser bastantes largos, por lo que estuve metida en los ejercicios varias horas hasta que volví a percatarme de la presencia de Ivan. Seguro esta aburridisimo. Le eché un vistazo rápido.

Él seguía mirándome con atención.

Mis cejas se elevaron sorprendida. ¿Tendría que preocuparme por su reciente nueva actitud?

—¿No estas aburrido? —consulté.

—No, es interesante —admitió.

No me atreví a preguntar que era lo interesante.

Dejé el lápiz sobre el cuaderno cuadriculado y me levanté para abrir la ventana. Debe ser cerca del mediodía, ya que el sol está un poco más fuerte.

Respiré el viento encontrándome con que estaba helado. Arrugué la nariz y volví a cerrar la ventana. Se nota que estamos en junio.

Busqué con mis ojos el control del aire. Escuché un pitido dándome a entender que Ivan lo prendió.

—Gracias. —Lo miré.

Él sonrió y se levantó de su lugar para estirarse. Al hacerlo, su camiseta se elevó, dejando expuesta parte se su piel blanca y cremosa.

Desvíe la mirada y tomé mi celular. Miré la hora percatándome de que en una hora Manu va a llegar del colegio y seguramente con mucha hambre.

—Voy a cocinar —informé —. ¿Algo que quieras comer en especial?

Ivan me miró unos segundos y negó con la cabeza, como si estuviera evitando decir algo.

—Cualquier cosa esta bien —afirmó tranquilo.

Suspiré y me acerqué unos pasos hasta él. Nunca me deja hacer algo que lo complazca.

¿Cómo hago para disipar la culpa que siento en mi pecho?

—Yo quiero hacer algo que te guste —admití con los dedos temblando.

Después de unos segundos, tomé valor para guiar mi mano hasta la suya y rodearla suavemente.

Sonreí en su dirección, intentando ser buena.

¿Cómo voy a compensarle mis malas actitudes y pensamientos?

Las orbes de Ivan brillaron al observarme.

—Todo lo que haces me gusta —confesó haciéndome estremecer.

¿Seguimos hablando de la comida?

—¿Seguro? —cuestioné confundida.

Ivan se agachó hasta estar a mi altura. Arrastró sus labios hasta mi oído, rozandome en el proceso.

—Seguro —afirmó roncamente.

Mi agarre en su mano se apretó canalizando todas las emociones que recorrían mi cuerpo.

Sentí una sonrisa formarse en sus labios. Los bajo hasta debajo de mi oreja donde comenzaba mi mandíbula y plantó un suave beso en el lugar.

—Ivan.

—Perdón —susurró, alejándose sin romper el agarre de nuestras manos.

Tomó aire y lo soltó haciendo que su pecho se mueva en un vaivén. Es como si intentara enfriarse.

Ladee levemente mi cabeza curiosa y analicé cada parte de su cuerpo. Sus hombros parecen estar tensos y sus ojos se ven más oscuros de lo normal. También se ve arrepentido y con algo de culpa, como si estuviera haciendo algo incorrecto.

Sonreí entretenida con la situación. Agradezco no ser la única que se siente extraña, pero él parece llevarlo a otro nivel.

—Ivan —esta vez dije burlona y volví a pegarme a él.

Podía sentir su calidez y la dureza de sus músculos debajo de mi cuerpo. Con mi mano libre rodee su abdomen, posandola en su espalda. La tensión de sus músculos pareció bajar por todo su cuerpo, haciéndome reír.

—No puedo... —dijo con dificultad.

—¿El qué? —Apoyé mi mentón en se pecho para mirar su rostro.

Él esta todo el tiempo invadiendo mi espacio personal, ahora es mi turno de hacerlo.

El pelinegro bajó su cabeza para mirarme.

—Es demasiado —admitió —. Vos nunca me queres cerca tuyo. —Subió su mano hasta tomar suavemente mi mentón entre sus dedos y alejarme de su pecho.

Un mohin molesto invadió mis labios.

Él sonrió conforme.

—O sea que vos podes, pero yo no —declaré con fastidio.

—Podes, pero tenes que estar lista para las consecuencias. —Deslizó su pulgar por mi mandíbula.

Elevé mi ceja.

—¿Qué consecuencias? —inquirí en un intento de molestarlo.

Él negó con la cabeza.

—Es mejor que no sepas cuales son —contestó por lo bajo, con la voz aspera y dificultosa.

Supe que tenía que cambiar el tema de conversación.

No me gusta quemarme.

—Entonces, ¿qué querés comer? —volví a preguntar.

Ivan relamió su labio inferior, mandando un cosquilleo por todo mi cuerpo que fue a parar en mi estómago.

Ya no me estoy divirtiendo.

—Cualquier cosa que tenga que ver con vos —respondió con la voz profunda.

Aclaré mi garganta y me separé torpemente.

Tomé aire intentando recomponerme.

—Esta bien —susurré como respuesta —. Vamos. —Me adelante en huir de ahí antes que él.

Todo mi cuerpo quiere ceder ante sus encantos, pero mi mente no puede hacerlo.

Primero tengo que descubrir si Ivan puede quedarse en mi vida.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora