Capítulo 46.

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—Necesito saber que lo que me estas diciendo es en serio, Ivan —reprimi mi voz por lo bajo.

—Nunca hablé tan en serio —susurró.

Trague saliva pesadamente.

—Prométeme que estas intentando hacer las cosas bien.

—Te lo prometo. —Elevó su meñique, haciendo que corazón se estruje.

—Te creo. —Asentí, entrelazando nuestros dedos.

Unos segundos después Ivan me estiró levemente hacia él.

Nuestras narices casi rozaron y sentí como nuestras respiraciones se mezclaron.

—Necesito hacer algo —dijo roncamente —. Si no lo hago siento que me voy a morir —confesó con urgencia.

—No te mueras —fue lo único que atine a decir.

—Entonces, te voy a besar —avisó, rozando nuestros labios.

Ay, mierda.

Con la respiración temblorosa, me separé levemente para ver si Manu seguia durmiendo.

Al comprobrarlo, volví a levantar la cabeza, rozando exquisitamente mi boca con la suya.

Esto esta mal, muy mal y mi cabeza lo sabe. Sabe que no va a poder separar mis sentimientos de mis pensamientos. Sabe que ahora Ivan va a poder salirse con la suya.

Los dedos de Ivan se posaron sobre mi mentón y sin dejar pasar más el tiempo, atrapó mis labios entre los suyos en un beso suave y lento. Sentí su calor envolverme y su delicado tacto en mi mentón, guiándome más cerca de él, como si esta distancia fuera exageramente insuficiente.

Mi corazón latió con tantas fuerzas que invadió mis tímpanos y aturdio mis sentidos, junto al sabor de su boca.

Se separó una milésima de segundo, permitiéndome sentir su mentolado aliento un instante y volvió a besarme, pero esta vez con más intensidad y necesidad. Apoyé mis manos sobre su pecho, lista para separarlo. El deseo me traicionó y, en cambio, deslicé una de mis manos hasta su nuca para presionarlo más contra mi.

Ivan soltó un pequeño jadeo ante esa acción, interrumpiendo el silencio cómplice del lugar.

Los dos nos separamos con la vista puesta en Manu. El menor simplemente se removió para seguir durmiendo.

Solté el aire que contenía en mi pecho y me levanté torpemente.

—Sin Manu, te dije —acusé en voz baja.

Mis rodillas se sienten débiles y mi respiración agitada no ayuda.

—Perdón, no pude aguantarme más —confesó sin vergüenza.

Maldeci por lo bajo, con las mejillas ardiendo.

—Me voy —declaré, emprendiendo camino hasta el baño más cercano.

Entré y abrí la canilla para mojarme la cara con agua fría.

¿Qué voy a hacer ahora?

Si antes la presencia de Ivan perturbaba cada parte de mi ser, ahora no sé como voy a tolerar tenerlo cerca.

Estos sentimientos van a nublar los pensamientos críticos que debo tener.

Me quejé con bronca.

No puede ser. No puede ser que me guste tanto Ivan Buhajeruk a pesar de lo que me acaba de confesar.

Expiré aire, intentado calmarme.

Soy una chica de veinte años que nunca antes había experimentado nada que tenga que ver con un chico, es normal que este tan alterada.

Me sequé la cara, respiré hondo, asentí y salí.

Ivan esperándome en el pasillo hizo que casi me desmaye, mandando toda mi preparación a la mierda.

—¿Qué? —susurré a la defensiva.

—Te quiero volver a pedir perdón —confesó, acercándose.

—¿Perdón por qué? —pregunté confundida.

—Por lo que voy a hacer. —Pegó su cuerpo al mío y me acorralo contra la pared.

Sentí mi espalda chocar contra la fría pared y la calidez de Ivan envolverve con dulzura. Bajó su rostro hasta la comisura de mis labios y dejó un suave beso.

En ningún momento lo detuve, porque yo también quería esto.

Lo único que me vi capaz de hacer fue pegar aún más nuestros cuerpos, sintiendo la dureza de sus músculos debajo de mi piel. Tal malditamente perfecto.

Él, al ver que yo estaba igual de dispuesta y ansiosa, unió nuestros labios con desesperación.

Pensé que la cosa no podía ponerse más caliente, hasta que metió su suave y húmeda lengua en busca de la mía.

Gemí y el pelinegro apretó mi cintura con su mano.

Sus labios y su lengua se encargaron de probar cada parte de mi boca con paciencia, como si hubiera estado esperando una eternidad para esto y ahora quisiera disfrutar cada segundo.

Mi mano fue a parar a su cuello, moviendo mi dedo pulgar sobre su mandíbula.

Las caderas de Ivan presionaron las mías y, repentinamente, se separó con rapidez.

—Perdón —repitió con los labios hinchados y la respiración agitada.

Yo negué con la cabeza.

—No tenes nada de que disculparte —aseguré, subiendo mi mano hasta acariciar su rostro —. Solamente vayamos un poco más despacio —pedí.

Él asintió.

—Me tengo que ir o no voy a poder... —Tragó saliva pesadamente, haciendo que su nuez se mueva notoriamente en su garganta.

Sonreí ante su estado. Me paré de puntitas de pie y dejé un dulce beso sobre sus labios.

—Nos vemos después —susurré cuando me separé.

Soltó aire estrepitosamente por sus labios y me abrazó sin poder contenerse.

—Te quiero, Sabrina —susurró como si fuera su confesión más profunda.

Como si se lo hubiera estado guardando por tanto tiempo que ya no podía contenerlo ni un segundo más sin explotar.

Y acá estoy yo. Sin saber que responderle. En realidad, mi mente dice una respuesta y mi corazón otra muy diferente.

Todo va a cambiar y el resultado de todo esto depende de Ivan. Si él realmente lo único que quiere es estar conmigo, todo va a salir bien. Por el contrario, si Ivan tiene otro de sus secretos escondidos con respecto a nuestra relación, yo nunca voy a poder perdonarlo.

Nunca, pero nunca voy a perdonar que haya jugado con mi corazón.

—Yo también te quiero, Ivan —solté dolorosamente.

Por favor, no hagas nada que pueda lastimarnos, por favor.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora