Capítulo 32.

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Narra Ivan Buhajeruk.

Apreté mis labios mientras terminaba de suturar la última herida de mi brazo. Intentando desviar el dolor, mi mente viajo hasta la llamada de hace tres días.

Por suerte, su dura voz que demostraba que no lograba entenderme, me trajo de vuelta a la realidad aquella noche.

Que estúpido. ¿Qué le iba a decir?

"Mira, Sabrina, te llamo para decirte que me gustas y quería que lo sepas antes de irme a ver con unos tipos que me quieren matar ".

No, obviamente no podía decirle eso. Conociéndola, me hubiera hecho cientos de preguntas antes de procesar mi confesión, y lo peor de todo, si volvía con vida no me iba a permitir volver a entrar en su vida. Por eso, agradezco no haberlo hecho, gracias a que una parte de mi cerebro todavía tenía la capacidad de razonar en ese momento, porque sigo vivo.

Corté el hilo que sobresalía de mi piel y vende la zona. No es una herida grande, en unos días va a estar bien.

Suspiré y tiré completamente mi cuerpo en el sofá de mi nuevo departamento. Lo alquilé cuando "escapé", porque la cruel realidad es que todavía no puedo deshacerme de las personas que me persiguen. No me dolió dejar mi antigua vivienda, ya que, después de todo, nunca sentí que fuera mi hogar y ahora tampoco siento que este es mi hogar, pero cuando estoy con ella... todo es diferente.

Entonces, hace poco me di cuenta que el verdadero hogar está en las personas y no en los lugares físicos. Entonces... me di cuenta de que quiero a Sabrina y a Manuel.

Fue un golpe bastante duro, porque se supone que yo tenia que matar a su padre sin importarme lastimarlos en el camino. Pero ahora... ahora las cosas se complicaron. Nunca pensé que esos dos me importarían tanto como para hacerme dudar.

Últimamente estuve metido en más problemas de los que puedo manejar y todo porque estoy buscando la forma de no lastimarlos. Lo que implica cambiar de plan, un plan en el que estuvimos trabajando por mucho tiempo, y obviamente eso no le agradó nada a las personas con las que estoy metido hasta el fondo en esto. Ellos no quieren renunciar al plan ahora que estamos tan cerca de conseguirlo. Tan cerca de acabar con Leandro Thomson.

Cada vez que sugiero una alternativa, recibo amenazas más severas, amenazas de este estilo: dispararme tan cerca del brazo que la bala se llevó parte de mi piel. Me dejaron más que claro que no habrá segundas oportunidades para mi.

No sé en qué momento me volví tan ingenuo como para pensar que iban a aceptar gustosos: "Claro, niño que secuestramos y torturamos. Por supuesto que vamos a cambiar todo por lo que trabajamos, porque ahora te gusta la hija de nuestro enemigo". Bueno... tampoco fui tan ingenuo como para pensar que me dirían algo como eso.

Suspiré y pasé mis dedos por mi pelo oscuro.

¿Cómo puedo encontrar una salida que no los destruya a ellos y a mí mismo en el proceso?

¿Cómo puedo terminar esto de una vez?

Tengo que acabar con Leandro, pero no con sus hijos.

(...)

Narra Sabrina Thomson.

Al llegar a casa y ver la cara tranquila de Manu, mi pecho también se calmo.

Manu es el amigo de Ivan, si él estuviera en problemas mi hermano no estaría tan sosegado.

—¡Sabri! —A penas me vio, saltó para saludarme con una abrazo.

—Te extrañé —admití en un suspiro.

—Yo también. —Sonrió, alejándose —. Te estaba esperando para comer juntos. —Me arrastro hasta el sofá.

En la mesita ratona había acomodado todo, incluso había un florero que jamas había visto con unas hermosas claveles blancas como parte de la decoración.

—¿Y eso? —cuestione embelesada por el detalle.

—¡Feliz día de la familia! —Manu volvió a abrazarme.

¿Día... de la familia? Oh, lo había olvidado.

Estuve tanto tiempo pensando en Ivan que me olvidé.

Mis cejas se juntaron con culpa.

—Yo no te traje nada —confesé con remordimiento.

Este día era importante para nosotros. Ya que no podíamos festejar el dia de la madre y la mayoría de veces tampoco el día del padre. Este era nuestro día.

—¡Hiciste mi comida favorita! —Señaló el pastel de papa sobre los platos de cerámica blancos —. ¿No fue por eso? —cuestionó.

—Eso fue porque te amo mucho —admití —. Pero me olvidé... del día.

Manu me sonrió y apretó mi mano.

—No pasa nada, Sabri —habló feliz —. Vos todos los días me demostras que sos mi familia, este día es igual a todos, solamente tiene un nombre —afirmó convencido.

Él había entendido absolutamente todo y eso me hizo casi llorar de la emoción.

No fue hasta que me senté más calmada cuando me percaté de la presencia de un tercer plato. ¿Era acaso para... él? ¿Para Ivan?

—¿Y ese plato? —cuestioné mirando a Manu.

—Esa es otra sorpresa. —Se rió inocente —. ¡Cerra los ojos! —exigió.

Con una sonrisa le hice caso.

Cuando los abra quiero ver a Ivan vestido con su ropa aburrida y negra, pero con su sonrisa que últimamente brilla más fuerte que todo.

Escuché los pasitos de mi hermano moverse por la sala. Me quedo claro que no se trataba de Ivan, ya que no habían más pasos acompañándolo.

Después unos últimos movimientos me dijo que ya podía abrir los ojos. Al hacerlo vi la laptop que mostraba el rostro sonriente de mi papá.

—¡Papá! —exclamé emocionada.

Tal vez no es Ivan, pero sigue siendo igual de bueno.

—Mis hijos —saludó, observandonos a ambos con sus ojos destellando —. Veo que estan muy bien, eso me pone muy feliz.

Comimos juntos. Mi padre a través de la pantalla, pero seguíamos estando juntos a nuestra manera.

El maravilloso momento lleno mi corazón de tanta luz que me olvidé por completo de la oscuridad del pelinegro.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora