Capítulo 2.

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(...)

Después de varios días observando al tal Ivan llegué a la conclusión de que el único motivo por el que no puedo encontrar nada es porque él va un paso por delante de todos y eso significa que es extremadamente peligroso.

Ni una persona normal tendría tales cuidados y se percataria de esos detalles casi invisibles.

Ivan no es normal. Es por eso que le insistí a mi hermano para que sus encuentros sean en nuestra casa.

Es el lugar más seguro en donde se podrían encontrar. El lugar esta plagado de cámaras y micrófonos, no por nada somos hijos de un agente del fbi.

Suspiré y salí de la ducha para envolverme en una toalla.

Me puse mis crocs y salí del baño.

Prefiero ducharme en el baño principal, porque no me gusta que mi pieza quede llena de vapor y humedad.

Levanté la vista centrada en mis pensamientos.

Mis ojos captaron a un tipo vestido de negro y encapuchado.

Su presencia era de todo menos confiable.

—¡Ahh! —Le tiré el peine que tenia en la mano.

El desconocido levantó el brazo cubriéndose del golpe. Buenos reflejos.

Eso me hizo adoptar una ridícula posición de defensa. Esta claro que no puedo vencer al tipo que tengo en frente de mi y que me sobrepasa por una cabeza de altura.

—¿Qué haces? —reconocí la voz al instante.

—¿Qué haces vos, enfermo? —chillé —. ¿No te enseñaron a avisar cuando venis a la casa de un desconocido? —lo reté.

—Manu me dijo que podía venir. —Se encogió de hombros.

—¡Manu tiene once años! —grité —. Tenes que hablar con la persona que esta a cargo de él, tarado. —Volví a agarrar el peine que estaba en el piso para amenazarlo.

—¿Y esa persona responsable serías vos?  —declaró confuso.

Abrí la boca ofendida lista para responder.

—¡Sabri! —Mi hermano se interpuso entre nosotros dos —. Vos me dijiste que podía invitarlo si quería.

Inflé mis mejillas enojada.

En cierta parte tiene razón.

Solté el aire y los miré mal antes de encerrarme en mi pieza.

Me puse mis cremas y me vestí.

Con la mente en frío recapacite en que no es la mejor decisión dejar a mi hermano solo con un extraño en una habitación.

Salí de mi pieza y fui hasta la de Manuel.

Abrí la puerta y entré sin pedir permiso a la habitación de color azul oscuro.

Pude ver a los dos chicos sentados en los puff verdes. Ambos giraron la cabeza y me miraron para después seguir jugando como si esperaran que apareciera.

¿Soy muy predecible?

Cerré la puerta y fui a acostarme en la cama de mi hermano. Su fabuloso acolchado de ben 10 huele bien ahora que finalmente pude llevarlo a la lavandería.

Manuel se negaba a lavarlo como si fuera una especie de amuleto de la suerte. Eso no le duró mucho después de haber derramado chocolatada sobre la tela.

—Mira si los voy a dejar solos, a mi pobre hermano con un posible pedofilo —mascullé mirando como ambos movían sus dedos con destreza sobre el joystick.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora