Capítulo 4.

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Después de haber tomado ropa similar a la talla de Ivan, volví de camino al baño.

—To... —me quedé callada cuando lo vi con el torso desnudo.

—Hacia mucho frío —se disculpó sacudiendo levemente su pelo con su mano.

—No pasa nada —susurré dejando la ropa sobre la tapa del inodoro para después irme.

Cerré la puerta negra detrás de mi y no evité taparme la boca con una de mis manos impactada. Mis ojos se clavaron en la pared gris que tengo en frente.

Lejos de haberme quedado embobada con sus insufribles abdominales, hubo una cosa que me dejó helada.

Tiene una cicatriz enorme en el costado de su abdomen.

Era la pista que necesitaba para que mi mente se llene de teorías. Por el color y la dirección diagonal que tiene fue hecha por un arma blanca.

No hay otra maldita cosa que pueda hacer eso.

Siento mi corazón latir desenfrenadamente y mi sangre recorrer mi cuerpo con muchos sentimientos mezclados, ninguno de ellos es bueno.

¿Cómo se la hizo?

¿Quién se la hizo?

Una herida tan limpia como esa no puede ser causada por un inexperto. O en tal caso de que Ivan la haya esquivado, y ese sea el motivo de la forma, una persona cualquiera no podría esquivar una apuñalada.

¿Cuál fue el motivo?

Mi cuerpo tirito de frío trayendome de vuelta a la realidad.

Caminé hasta mi pieza para bañarme.

Mi cabeza no paró de dar vueltas dentro de la ducha. Ni tampoco lo hizo mientras me vestía y secaba el cabello con el secador.

Salí de mi pieza sintiéndome en un limbo y fui hasta donde estaba mi hermano.

Como es verano no usamos la estufa, así que esta guardada en una habitación vacía, pero como el clima esta loco no podemos dejarla demasiado lejos.

—¿Cómo lo vamos a llamar? —preguntó animado cuando me vio entrar.

Sus ojos brillosos me trajeron de vuelta a tierra.

Sonreí cariñosamente.

—¿Qué nombre te gusta? —Me agaché al lado de él.

Miré como el gatito estaba dormido.

Su respiración es más tranquila y ya no tiembla tanto.

—No sé todavía. —Él también lo miró —. Fue muy heroico lo que hiciste —halagó.

Lo abracé suavemente y apoyé mi mejilla en su cabeza.

—Cuando alguien necesita tu ayuda no lo podes dejar tirado —recordé —. Así sea un gatito, todos merecemos tener la oportunidad de vivir.

Mi papá es una especie de justiciero que nos crío con esos valores.

Es otro de los motivos por el que creo que Manuel trae amigos raros a casa. Él no hace diferencia entre las personas.

—Te quiero mucho, Sabri —susurró mi hermano.

—Yo te quiero más —aseguré.

El michi maullo agudamente haciéndonos reír.

—Michi también nos quiere —dijo Manu.

—Le tenemos que comprar leche, ¿decis que vendan en pedido ya? —consulté.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora