Capítulo 17.

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Tal vez me excedí de paz y terminé dormida.

Abrí mis ojos encontrándome con oscuridad. Las luces estaban apagadas y las ventanas oscuras por la llegada de la noche.

Una tenue y suave luz llamó mi atención. Bajé la mirada viendo la pantalla de un celular y unos dedos largos, decorados con anillos plateados, deslizarse por esta.

No habia notado ese detalle. Sin mover mi cabeza, que estaba apoyada en el fuerte y redondeado hombro de Ivan, extendí mi mano hasta los anillos y los roce con las yemas de mis dedos. Sentí el frío metal lizo en un lado, y un relieve en forma de diamante en el otro.

Los músculos de Ivan se tensaron debajo de mi tacto.

Fruncí levemente el ceño dándome cuenta de lo que estaba haciendo. Separé mi mano de sus dedos con culpa.

Iba a levantar mi cabeza de su cálido hombro y pedirle disculpas, pero la mano libre de Ivan se dirigió a uno de sus anillos antes de que pueda hacerlo. Quitó el anillo de su dedo, el cual se deslizó con facilidad, y tomó mi mano suavemente.

Observó mis delgados dedos, buscando el adecuado. Finalmente, deslizó el anillo por mi dedo índice que parecía ser el más gordito y, aún así, la circunferencia plateada bailó alrededor de éste.

Una pequeña risa se escapó de mis labios al observar su ceño fruncirse con insatisfacción y molestia, como si el accesorio tuviera la culpa de no amoldarse para mi.

—Es muy bonito —susurré observándolo.

—¿Si? —cuestionó por lo bajo con la voz ronca.

He escuchado esa voz decenas de veces, pero nunca hizo que me estremezca de esta forma.

—Si —respondí como pude —. ¿Dónde lo conseguiste?

—Fue un regalo —admitió como si eso le doliera.

—¿Si? —Lo miré interesada —. ¿De alguien especial?

Hizo una pequeña mueca pensando en su respuesta.

—Si, era alguien muy especial para mi —dijo finalmente.

¿Era? ¿Por qué en pasado?

Tragué saliva sin animarme a indagar al respecto.

—Entonces tenes que cuidarlo bien.

Me saqué el anillo y volví a ponerlo sobre su dedo anular.

Nuestras pieles rozando, por más leve que sea, deja un rastro caliente a su paso y quema.

Levanté mi cabeza y rebusque mis celular para ver la hora.

Son pasadas las diez de la noche.

La lluvia de estrellas empieza a la una.

Miré el pasillo que llevaba a nuestras habitaciones, extrañada.

¿Manu estaba muy cansado?

—Ya esta despierto —dijo Ivan como si leyera mi mente.

Lo miré con los ojos entrecerrados.

—¿Cómo sabes? —cuestioné.

—Había salido de su pieza, pero como nos vio tan juntos se volvió a encerrar corriendo —confesó.

Negué con la cabeza imaginándome la escena.

Me levanté y estiré mi cuerpo soltando un leve quejido.

Siento el borde de mi remera blanca siendo apresada por el elástico del short deportivo, que mi papá me compro para que haga ejercicio, cosa que no paso, pero lo ignoré y caminé hasta la cocina con paja.

Estos shorts son los más cómodos del mundo, se sienten como una segunda piel y son elastizados.

Prendí la cocina y puse una olla con agua para hacer panchos, vamos a tener un campamento versión argento.

Me até el pelo en un rodete improvisado y busqué las otras cosas para hacer una picada.

Mientras cortaba una tira de salami, escuché los pasos de Ivan acercarse.

Sus dedos estiraron mi remera fuera del elástico y la tela se deslizó hasta quedar lisa.

—¿Te ayudo? —preguntó como si nada.

Mientras tanto mi mano se había apretado al mango del cuchillo al sentirlo tan cerca.

¿Por qué se toma tanta libertad de la nada? Bueno, como si yo no lo hubiera invadido hace unos minutos. Creo que no me puedo quejar.

—Corta el queso —pedí.

Ivan buscó las cosas que necesitaba y se acomodó a mi lado.

Mi ceño estaba levemente fruncido. Su cercanía antes me hacía sentir desconfianza y rechazo, ¿por qué ahora es diferente?

¿Por qué mi pulso se acelera y mis piernas pierden su fuerza?

Resoplé con una mezcla de frustración y molestia.

Los ojos de Ivan estudiaron mi rostro con calma.

¿Qué? ¿Qué tengo? ¿Por qué ahora me escanea más de lo habitual?

Ugh, odio todo.

Con mi expresión enojada segui haciendo lo mío.

—¿Te pasa algo? —cuestionó después de unos segundos de pesado silencio.

Llené mis pulmones de aire, intentando tranquilizar mi mente.

—¿A vos te pasa algo? —retruqué mirándolo de reojo un momento.

Acomodé en la tabla el salami como si fuera una flor. Repetí la acción con el jamón.

—¿Por qué? —Sentí su mirada intensa sobre mi.

Eso ya es raro. Todo esta raro desde que volvió a aparecer.

—¿Qué estuviste haciendo estos días? —cuestioné con curiosidad.

Sus movimientos se detuvieron abruptamente.

Lo miré intentando adivinar que le pasaba.

Ivan suspiró y siguió cortando los cubos de queso.

—Tuve que... —aclaró su garganta —. Estuve con... mi familia —dijo por lo bajo.

Elevé mis cejas con sorpresa.

¿Su familia?

¿Entonces Ivan si tiene familia?

—Me alegro —solté con una leve sonrisa —. ¿La pasaste bien?

Él admiro unos segundos mis labios.

—Es complicado —susurró.

—Ah. —Una pequeña mueca reemplazo mi sonrisa.

Ivan frunció el ceño con disgusto por el repentino cambio.

—Igual no es nada importante, no te preocupes —le restó importancia.

Decidí no preguntar más por el momento.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora