Capítulo 50.

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(...)

—Entonces me voy —se despidió Manu, dándome un beso en la mejilla.

—Pórtate bien. —Lo despeine cariñosamente —. Cualquier cosa tiene mi número —le dije a la madre del amigo de Manu.

—Si, quédate tranquila nena, Manu es un ángel. —Sonrió despreocupada.

Le devolví la sonrisa y después de intercambiar un par de palabras más, se fueron. Manu va a quedarse a dormir en la casa de su amigo.

Cerré la puerta y subí a mi pieza. Hoy va a ser una jornada larga de estudio. Cuando entré, noté que el frío me envolvió el cuerpo, haciéndome tiritar.

Miré la ventana, encontrándomela abierta. ¿En qué momento la dejé abierta?

Me acerqué para cerrarla, extrañada. Di media vuelta y solté un grito.

—Hola —saludó Ivan con una sonrisa, apoyado contra el ropero.

En ningún momento me percaté de su presencia.

—¿Qué haces, estúpido? —Subí una mano a mi pecho, como si casi me hubiera muerto de un infarto por su culpa.

—Quería verte —confesó, dando unos pasos hacia mi.

—Hay algo que se llama comunicación y otra cosa que se llama puerta, no sé si te ubicas —reclamé, mirando sus ojos enojada.

—También hay algo que se llama Manu, que si me veía no se iba a ir —comunicó divertido —. ¿Vos no me extrañaste? —Acarició mi mejilla.

Suspiré sintiendo como mi corazón se derretía ante sus ojos vivos.

—Te extrañé mucho —finalmente cedí y Junté nuestros labios.

Ivan soltó un pequeño ruido ante la sorpresa y me siguió el beso.

—Quería enseñarte un lugar —susurró cuando nos separamos.

—¿Un lugar? —pregunté curiosa.

Él asintió.

—Traje algunas cosas para pasar la tarde con vos allá —confesó, tomando su mochila del suelo, que no había visto antes.

Sonreí con interés. Sin poder evitarlo mis dedos se deslizaron sobre las venas de su mano que sostenía la mochila.

—¿Y dónde es? —cuestioné, concentrada en mi tarea de trazar cada surco de su piel.

Los dedos de Ivan apretaron su agarre con tensión.

—Me vas a obligar a encerrarnos en esta pieza y no salir —advirtió, plantando un beso en mi cuello.

Me reí por lo bajo y lo empujé levemente.

—Vamos, quiero saber donde es. —Dejé un rápido beso en sus labios y salí.

La emoción y la curiosidad invaden mi pecho. Nunca me imaginé a Ivan tomando la iniciativa para mostrarme algo, siempre pensé que si en algún momento quisiéramos tener algo juntos, yo tendría que arrastrarme atrás de él suplicando por un poco de atención. Me sorprendió descubrir que más bien es al revés.

Agarré las cosas esenciales, me puse las zapatillas y una campera.

El pelinegro llegó a mi lado y me dio un último beso antes de salir. Cerré la puerta con llave y lo seguí.

—Es un viaje un poco largo —informó, caminando en la dirección contraria de mi casa.

—¿Vamos a pedir un uber? —pregunté extrañada.

—No hace falta. —Sacó algo de su bolsillo y un pitido junto a unas luces me indicaron que se trataba de un auto.

Entrecerre mis ojos.

—¿Y eso? —no pude esconder el lado de mi que quiere una explicación para todo.

—Lo compré con mi amigo, Rodrigo —informó.

—Ah, Rodri —aclaré burlona.

—Si, Rodri —recalcó con recelo.

Abrió la puerta del copitolo invitándome a subir. El auto es negro mate y los vidrios son polarizados, el tapizado de dentro también es negro. No conozco mucho de autos, pero este se ve veloz.

¿Por qué Rodrigo e Ivan se compraron un auto así? Que yo recuerde no lo escuché mencionar su pasión por los autos deportivos, de hecho, su maldito pasatiempo es jugar a los jueguitos, algo no me cierra.

—¿Se conocen hace mucho? —cuestioné una vez ya estábamos los dos adentro.

Ivan dudó unos segundos.

—Es como si lo conociera de toda la vida —admitió, encendiendo el motor y poniendo primera.

—¿Dónde se conocieron? —quise saber.

—En el trabajo —comentó —. Él era nuevo así que lo ayudé.

¿En su trabajo para nada convencional? Todavía no sé en qué sector trabaja Ivan y me muero por saber, pero sé que él no va a decirme nada.

—Que bueno que no estés solo en tu trabajo —opté por decir después de mediarlo —. El tiempo pasa más rápido con compañía.

—¿Lo decis por algo en especial? —Me miró de reojo.

Cambió la marcha con sus dedos largos y ágiles y aceleró. Sonreí, preparándome para lo que iba a decir a continuación.

—Sip, porque ahora estoy en la facultad con Emi, entonces el tiempo se me pasa más rápido —expliqué.

—Ah... —Sus dedos se apretaron contra el volante —. Que bueno —finalizó a duras penas —. Se ve que son muy amigos.

—Es el primer amigo que hago por mi cuenta, lo quiero conservar bien —comenté.

Ivan aclaró su garganta y respiró hondo.

—¿Es más especial para vos que yo? —cuestionó con dureza.

Me reí.

—Pensé que ya habíamos dejado ese tema claro —expuse con diversión —. Vos acaparas toda mi atención, Ivan —dije con sinceridad.

Sus dedos se relajaron y una sonrisa pintó su rostro.

—Voy a frenar —avisó, para posteriormente poner las balizas y frenar contra el cordón sutilmente.

—¿Eh, por qué? —Fruncí el ceño confundida.

Ivan se inclinó sobre la caja de cambio y apoyó su mano en el reposacabezas de mi asiento.

—Porque te quiero besar —declaró antes de unir nuestros labios.

Me quejé por lo bajo, pero le seguí el beso con emoción, sintiendo nuestros sentidos encontrarse.

Va a ser un viaje más largo del que pensamos.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora