Capítulo 28.

1.5K 253 96
                                    

Los dedos de Ivan se dirigieron hasta su anillo para moverlo de un lado a otro sobre la circunferencia de su dedo. Lo vi hacer ese movimiento veces contadas, pero ahora sé que tal vez es el pequeño rastro de nerviosismo y ansiedad que buscaba. Elevé mis ojos hasta observar la mueca sutil que poseía su rostro, con los labios ligeramente fruncido y su mandíbula levemente tensa. Sus ojos vuelven a ser los mismos del principio; apagados, vacíos, fríos. Pareciera que lo que esconde le duele profundamente.

Una ráfaga de sorpresa invadió mi cuerpo al darme cuenta de que es la primera vez que puedo ver exactamente lo que siente. Ivan ya no es una pizarra en blanco, puedo notar como empieza a llenarse de garabatos. Lejos de estar feliz por tal descubrimiento, mi respiración se sintió pesada.

Observé unos segundos como Manu lo miraba sin entender del todo. Sé que internamente se debe estar preguntado algo como: "¿Será que una fiesta sorpresa salió mal y ahora odia los cumpleaños?", pero en el fondo había un destellos de verdadera preocupación por su amigo.

Tengo que hacer algo.

Tomé aire y arrastré mi mano hasta la de Ivan. Él, al sentir mi suave piel contra la suya, levantó la mirada. Noté como sus ojos volvieron a ablandarse. Una punzada invadió mi pecho ante los posibles significados que tenía ese gesto. Si él sigue metiendo en mi corazón de esta forma, va a entorpecer mi sentido común.

—Ahora estas con nosotros —solté dolorosamente y muy en contra de mi voluntad crítica —. Y yo hago muy buenas tortas. —Sonreí levemente.

—¡Si, eso! —Manuel asintió —. No vamos a dejar que se te olvide un cumpleaños nunca más. —Abrazó mi costado.

Asentí con cuidado.

Nunca más.

—¿Por qué hacen todo esto por alguien que... salió de la nada? —preguntó el pelinegro perplejo.

Por lo menos admite que no tenemos conocimiento alguno de su proveniencia. "La nada" es exactamente lo que define a Ivan. Además, su amistad con mi hermano no es para nada natural entre dos personas con tal diferencia de edades.

—Yo soy muy bueno conociendo y adaptandome a nuevas personas —confesó Manuel, como si no fuera algo que ya supieramos todos —. Y Sabri... —Me miró unos segundos y sonrió con complicidad —. Sabri nunca antes había pasado tanto tiempo con un irresistible hombre. —Subió y bajó sus cejas.

Fruncí y el ceño y empujé su rostro con mi mano libre.

—Error. —Gruñí —. Me vi obligada a coexistir con el irresistible homb... —Mi ojos se abrieron de par en par —. O sea, con Ivan —me retracté nerviosa.

Quise separar mi mano de la suya, pero él había entrelazado nuestros dedos con firmeza.

—Que no te de vergüenza —habló con aire de suficiencia —. Los dos sabemos que soy un hombre irresistible —comentó rebosante de confianza.

Negué con la cabeza, sintiendo mis mejillas acalorarse.

Sabía que Ivan tenía una alta autoestima por algunas actitudes y gestos, pero no pensé que lo demostraría tan abiertamente. Tengo más que claro que recién empiezo a conocerlo verdaderamente.

Manuel se rió entretenido.

—Harían una linda pareja —opinó el recién nombrado por lo bajo.

—No creo —mascullé.

Si los hombres mienten, Ivan lo hace el doble.

El recién nombrado apretó levemente mi mano para llamar mi atención. Lo miré con una ceja enarcada. Él simplemente me sonrió.

Suspiré.

Hay algo que se siente diferente y que Ivan me haya mostrado más sonrisas en las últimas veinticuatro horas que en más de dos meses, me preocupa.

Días después.

Me soné los mocos mientras veía a Manu subir al autobús naranja.

—Nos vemos más tarde, Sabri —se despidió con una sonrisa.

—Te quiero —recordé, despidiendolo con la mano.

—Yo más. —Imitó mi acción y finalmente subió al colectivo.

Suspiré sintiendo como mi corazón se moría de ternura, ansiedad y mil emociones más.

Di media vuelta, encontrándome con Ivan.

—¡Ay! —grité asustada.

Él me miró con el ceño fruncido.

—¿Qué te asustas? Vos me invitaste —recriminó.

Me había olvidado de su presencia.

—Yo no te invite, fue Manu —corregí con el ceño fruncido —. Bueno, igual ya te podes ir —le resté importancia, entrando a la casa.

—¿Me estas hechando? —preguntó mientras me seguía.

Di media vuelta para observar como cerraba la puerta, sin intenciones de irse.

—Si —contesté con simpleza.

—Ah, es que yo no entiendo las indirectas —comentó despreocupado.

—No era una indirecta, para mi fue bastante explícito lo que te dije —opiné.

Él asintió levemente.

Como siempre lleva puesta ropa oscura, sus rulos sedosos brillan y su piel parece resplandecer de lo blanca, lisa y perfecta que es.

—Bueno, entonces, me voy —respondió con una mezcla de desilusión y desánimo.

¿Me esta manipulando emocionalmente? ¿Con esa cara perfecta?

Maldije por lo bajo.

—Quédate —ordené con hartazgo —. Vamos a pasar un super momento de amigos —fingí emoción.

Nunca antes habíamos decidido pasar tiempo juntos voluntariamente.

—Entonces, ¿que queres hacer? —preguntó intentando ocultar su sonrisa.

Ya no oculta sus emociones igual de bien que antes.

—No sé, vos te querías quedar. —Resoplé sentándome en el sofá.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora