Capítulo 37.

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Lo desperté a Manuel con la excusa de que tenía que comer, cuando en realidad lo único que quería era alejarme de Ivan.

Nos levantamos y bajamos a la cocina.

Pasé mis dedos entre las hebras de mis pelos, pensando que podía cocinar para que Ivan se sienta mucho mejor.

—¿Qué querés comer? —le pregunté, mirándolo.

Manu se fue a cambiar el uniforme, así que no le puedo preguntar a él.

Ivan me mostró una sonrisa traviesa que no pudo contener.

Se acercó unos pasos y apoyó su mano sobre la mía, que estaba sobre la mesada de mármol. Bajó su cabeza y plantó un beso en el costado de mi cuello.

—Ivan —me quejé por lo bajo.

Es totalmente inapropiada hacer eso con Manu en la casa. Es decir... eso no significa que cuando Manu no este con nosotros yo voy a estar completamente dispuesta a que Ivan haga lo que quiera conmigo ¡nada que ver!

Porque para nada este hombre me hace sentir un torbellino de emociones en mi interior que poco a poco crece cada vez más y me consume.

Mi cabeza no para de repetir: "Ivan", "Ivan", "Ivan", todos los malditos días cuando me distraigo. Él me distrae.

Se separó cuando escuchó su nombre salir de mis labios. Tomó aire y arrastró sus ojos por todo mi rostro con lentitud.

—Sin Manu —balbucee por lo bajo.

Fueron las únicas dos palabras que logré conectar.

Las cejas de Ivan se arrugaron levemente, intentando entender lo que dije.

—¡Ay, no saben lo que pasó hoy en nuestro salón! —chilló mi hermano menor mientras se escuchaban sus pasos torpes bajar por las escaleras.

—Sin Manu —repitió el pelinegro, alejándose —. ¿Chisme? —Levantó las cejas en dirección a mi hermano menor que respiraba agitado.

Mientras tanto, yo aproveché para dar respiraciones hondas.

—¡Un re chisme! —Asintió.

—A ver, contanos —pedí.

Cociné mientras Manuel no paraba de contar todo lo que pasó con sus dos compañeritas de clase a lujo de detalle.

¿Cómo niñas de once años pueden tener tantos problemas entre ellas? Nunca lo sabremos.

—¡Y se agarraron de los pelos! —Sacó sus dotes artísticos para actuar mientras nos contaba —. Entonces llegó la profe para intentar separarlas ¡y le pegaron una patada! —Imitó la escena en cámara lenta, haciéndonos reír.

Pero cuando siguió contándonos y básicamente todo el curso quedó implicado en una batalla campal, mi sonrisa desapareció. ¿¡Cada cuota vale un órgano del cuerpo, pero no pueden parar la pelea entre dos nenas de once años!?

—¿Y entonces? —inquirí elevando una de las cejas con seriedad.

—Entonces, estamos todos suspendidos, tres días —finalizó.

¡Ah, mira vos!

Con una mezcla de indignación, resignación y molestia, lo miré a Ivan para ver que opinaba.

Su cara seguía siendo de diversión e incluso iba a acotar algo, hasta que me vio.

—No, que terrible —dijo negando con la cabeza —. Son todos unos irresponsables —siguió.

—¡Totalmente! —coincidí —. Mira si uno de esos salvajes le hacía algo a Manu. —Agarré la cara del menor para examinarla.

—¿Y vos le pegaste a alguien? —cuestionó Ivan después de unos segundos.

Manuel se giró para mirarlo con una sonrisita.

—Ni se te ocurra —Me llevé una mano al pecho, decepcionada.

—Después te cuento —le susurró el menor al más alto.

No puede ser.

Manuel cambió de tema drasticamente.

Terminé de cocinar y nos sentamos a comer.

Mi celular sonó sobre la barra y lo observé por encima.

"Emilio"

Me olvidé de decirle que hoy no iba a poder ir.

—¿Es tu amigo? —cuestionó Manu.

Yo asentí y respondí.

—¿Qué amigo? —Escuché que preguntó Ivan seriamente.

—Hola, Sabri, ¿estás bien? —preguntó del otro lado —. ¿Vas a llegar tarde?

—Hola —lo saludé —. Tuve unos problemas y no voy a poder ir —informé.

—Ay, no, ¿le paso algo a Manu? —cuestionó preocupado.

—No, no, Manu esta bien —lo tranquilicé —. Era Ivan, casi estira la pata —conté tranquila.

—¿Ivan? Y yo que pensé que era una especie de Terminator inmortal —Se rió —. ¿Ya está bien? ¿o está en las últimas y me estoy riendo? Me sentí re zarpado.

—Esta joya, al final si es una especia de Terminator.

—Ah, menos mal. —Suspiró —. Cuando termine la clase de química te paso los apuntes y tengo un amigo en derecho procesal penal, le puedo pedir sus apuntes —ofreció.

—Si, dale. —Sonreí —. Gracias Emi, nos vemos mañana —me despedí.

—Nos vemos, Sabri, cuídense.

Volví a dejar el celular sobre la mesa.

Manu seguia comiendo como si nada, acostumbrado a que por fin tenga un amigo, pero Ivan...

—¿Emi? —Levantó una de sus cejas.

Noté sus hombros tensos y su respiración intranquila.

—Mi amigo, Emi —repetí sin entender.

—Yo soy tu amigo y a mi no me pusiste ningún apodo —reclamó con los brazos cruzados.

Fruncí el ceño.

—Ya terminé, estaba muy rico. —Manu me dio un beso en la mejilla —. Tengo mucha tarea. —Avisó mientras se bajaba del taburete para ir a dejar su plato en la pileta y posteriormente desaparecía escaleras arriba.

Giré mi cabeza para volver a ver a Ivan, quien seguía de brazos cruzados y con su expresión seria.

—Dentro de dos horas tenes que volver a tomar la pastilla —informé, queriendo cambiar de tema.

—Como el primer hombre extra-familiar en tu vida, estoy muy ofendido.

Obviamente no me va a dejar cambiar de tema.

Respiré hondo.

—El nombre Ivan no tiene ningún apodo lindo —comuniqué

Él levantó las cejas sumamente indignado.

—Ah, o sea que Emi encima te parece lindo —refutó.

—El apodo, si —respondí confundida —. No entiendo a que va todo esto —señalé.

—Para algunas cosas sos muy inteligente, pero para otras re bruta —exclamó antes de levantarse y subir las escaleras como si estuviera en su casa.

¿Y a este qué mierda le picó?

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora