Capítulo 12.

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Mientras esperabamos, Manu comentaba cosas divertido. Al final terminé sonriendo contagiandome de su buena onda.

Finalmente, el uber llegó y nos subimos todos atrás, cagados de frío.

Escuché un suspiro tranquilizador de parte de Ivan.

—¿No era que no tenias frío? —me burlé al sentirlo pegado a mi.

—Cállate. —Empujó su pierna contra la mía.

—Auch —me quejé por lo bajo refregando mi pierna golpeada.

Estoy acostumbrada a los pequeños golpes sin fuerza de mi hermano menor, no a que un hombre que sobrepasa el metro ochenta y los setenta kilos me golpee.

Ivan giró su cabeza y bajó sus ojos hasta mi pierna.

Pude visualizar algo de culpa en ellos.

—Era joda. —Volví a golpearlo.

—¿Querés empezar el gimnasio conmigo? —cuestionó después de pensar.

Mi ceño se frunció y lo miré molesta.

—¿Qué me estás queriendo decir? —mascullé.

—Que me da miedo lastimarte, pareces muy frágil —confesó elevando su mirada hasta mis ojos.

Admiré unos segundos sus orbes oscuros y desvie la mirada nerviosa.

—Soy universitaria, no tengo tiempo para ir al gimnasio —concluí.

—En realidad, hay un gimnasio en casa —admitió Manu —. Pero Sabri es una vaga.

—Cállate, pendejo. —Esta vez lo golpeé a él.

Me crucé de brazos enojada entre la conversación burlona de Ivan y Manuel.

El uber paró en frente de casa y procedí a empujarlo a Ivan para que baje más rápido, obviamente ni se inmutó.

Suspiré relajada cuando finalmente entramos a casa. Que bueno que dejé la calefacción prendida.

Nos sentamos a comer mientras mirábamos el noticiero, costumbre que nos impuso mi papá.

—Que Ivan se quede, porfa —suplicó Manu.

—¿Otra vez? —Le tiré una papita frustrada —. ¿No te querés quedar a vivir, ya que estas? —dije sarcástica mirando mal a Ivan.

—¿Se puede quedar a vivir? —preguntó ilusionado.

—Obvio que no, tarado. —Suspiré cansada.

—Pobrecito —susurró Ivan mirando a Manu desplomado en el sillón.

Su rostro inexpresivo no concuerda con lo que dice.

—Yo quiero vivir con los dos —dijo berrinchudo.

—Yo no, no voy a poder dormir tranquila al lado de un rarito —comenté juzgadora.

Ivan me miró con seriedad.

—Mi buzo —ordenó extendiendo su mano.

Solté un quejido e imite a Manu.

Esta muy calentito, cómodo y tiene un olor re rico.

¿Qué perfume usa?

—Después lo lavo y te lo doy —susurré mirándolo apenada.

Él se relamió los labios y negó con la cabeza.

—Y después Manu es el caprichoso —juzgó.

—¿Querés mi hamburguesa? —Lo soborné extendiendole la hamburguesa que no me pude terminar.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora