Capítulo 36.

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Fruncí el ceño y me di media vuelta.

No quiero sentir su respiración en mi rostro. No quiero tenerlo cerca. No quiero que mi corazón lata de esta forma. Basta, basta.

Cerré los ojos con fuerzas, obligándome a dormir.

La punta de los dedos de Ivan rozaron mi nuca, haciéndome estremecer.

Mi mano cerrada en un puño fue a parar directo en su abdomen. Ivan soltó un quejido ahogado, preocupándome.

Me di vuelta rápidamente y lo destape, dejando su rostro contraído y sus cejas arrugadas a la vista.

—Fue sin querer —balbucee —. Me olvidé que estabas enfermo, ¿tenes nauseas? ¿Te duele la panza? —Mis ojos recorrieron su cuerpo.

—Estoy bien —aseguró después de tomar aire.

—No estas bien, ¿querés un ibuprofeno también? —Volví a rebuscar en el neceser.

Los cálidos dedos de Ivan detuvieron mis movimientos torpes.

—Estoy bien —repitió en voz baja y firme.

Levanté mi cabeza para verlo. Sus mejillas estaban más rojas por la fiebre y unos mechones de pelo de su frente quedaron aplastados por culpa de la toalla con hielo que desapareció de ese lugar.

En vez de ayudarlo, lo estoy empeorando. Al final si se muere, si va a ser mi culpa.

—Perdón —susurré.

Él estiró mi mano, acercándome a su cuerpo.

—Hay algo que quiero hacer desde hace mucho tiempo —confesó.

Miré como nuestras rodillas estaban pegadas, debido a que ambos estábamos apoyados sobre estas desplolijamente.

Aclaré mi garganta antes de responder.

—¿Qué querés hacer? —Lo miré.

Él sonrió y estiró aún más mi mano, haciéndome chocar contra su pecho. Con su brazo rodeó mi espalda y me pegó a él, envolviendome con su calor. Apoyó su frente en mi hombro e inspiró suavemente.

¿Un abrazo?

Mi corazón se derritió ante el gesto cariñoso y cuidadoso.

Me haces mal, Ivan.

Apreté su mano que sostenía la mía por impulso y apoyé la que tenía libre sobre su pecho, entregandome completamente al contacto.

Los dedos de Ivan se metieron entre los míos, entrelazandolos. Mi pecho se contrajo, al igual que mi abdomen. Sentí una sensación que nunca antes se me había cruzado por la cabeza.

Deslicé mi mano por su pecho, subiéndola hasta su nuca y posteriormente hundi mis dedos en su cabello. Lo acaricié suavemente, sintiendo que él lo necesitaba.

Su agarre en mi espalda me apretó con anhelo y un pequeño suspiro salió de sus labios, como si estuviera liberándose de la tensión que se acumulaba en su interior hace mucho tiempo. Ese abrazo pareció desmoronar la última barrera que nos separaba y eso me llenó de una ciega felicidad, pero al mismo tiempo me asustó.

Tuve que romper el abrazo cuando sentí que su temperatura volvió a aumentar considerablemente.

Ivan soltó un quejido por lo bajo, disconforme.

—¿Por qué? —reclamó sin querer soltar mi mano.

—Tenes que estar mejor para cuando vuelva Manu. —Agarré la compresa envuelta en la toalla y se la volví a poner sobre la frente —. Acostate, ¿si? —supliqué —. Yo te voy a cuidar. —Apreté su mano.

Eso pareció convencerlo.

Se recostó y apoyó su cabeza sobre la almohada, resignado.

Arrastré mis rodillas al lado de él y lo observé con una expresión de "si te moves, te mato".

—Si me soltas la mano, no duermo —retrucó, extendiendomela para que la vuelva a agarrar.

Resoplé y la volví a tomar sintiendo el cosquilleo al hacerlo.

Los primeros minutos estuvimos mirándonos fijamente como si estuviéramos en una guerra de miradas para ver quien desobedecia primero. Después ya no sé que pasó.

(...)

Me desperté al sentirme aplastada. Lo primero que note fue la respiración de Ivan en mi cuello y sus brazos rodeandome. Lo segundo, el cuerpo casi inconsciente de Manuel sobre nosotros boca abajo y Michi en su espalda. Los tres estaban durmiendo, Ivan si se inmutaba por el peso de los otros dos, pero yo sentía que me faltaba el aire.

Subí con cuidado la mano que estaba apoyada en su pecho hasta su frente. Ya no tiene fiebre.

Suspiré más tranquila.

—Menos mal —susurré.

Ivan pellizco levemente mi cintura y levantó su cabeza para mirarme.

—Hola —me saludó con voz ronca —. Me tocaste —acusó.

Mi ceño se frunció ofendida.

—Vos me estas tocando —recalqué.

Él negó con la cabeza.

—Mientras dormías —susurró —. Antes de que llegue Manu, por suerte. —Miró al más chico.

¿Qué-? ¿Mierda-? ¿Hice?

Lo miré asustada. Lo peor es que se supone que me iba a quedar despierta cuidándolo y por lo visto yo me dormí antes.

—Te juro que no hice nada intencionalmente —balbucee.

Ivan sonrió.

—Ya sé. —Apoyó delicadamente sus labios contra mi nariz, dejándome un casto beso.

—Se te ve mucho mejor. —Apreté su mejilla con mi mano, vengandome por lo que me hizo sentir con ese gesto.

—Gracias a vos. —Bajó su cabeza, haciéndome cosquillas con sus rulos y rozó mi clavícula con su nariz.

Me quejé por lo bajo y lo pellizque para alejarlo.

—Pensé que no te gustaba el contacto físico —admití recelosa.

Eso pensé los primeros meses que lo conocí, estas últimas semanas me di cuenta de que no era tan así.

—Solamente me gusta con vos —admitió por lo bajo.

Que mal.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora