Capítulo 33.

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(...)

Y cuanto menos pensé en él, apareció.

—Vino porque le dije que no te despertabas, pensamos que estabas muerta —confesó Manuel.

Ahora entiendo lo que se siente no ser yo la exagerada.

—Ah... —Me aclaré con la garganta nerviosa —. Estoy super bien.

Abracé aún más la sábana contra mi cuerpo.

Anoche me desvele por terminar la parte del trabajo grupal que le tocaba a otra persona, pero se dio de baja de la carrera sin avisarle a nadie. Cuando terminé, lo único que hice fue desvestirme y acostarme en ropa interior.

—Mm... —Ivan dudo acercando su rostro al mío para inspeccionarme —. Estas transpirando y no hace calor. —Llevó su mano hasta mi frente.

Estoy transpirando frío de los malditos nervios, pedazo de hombre inútil. ¿No se da cuenta de mi incomodidad?

Le di una palmada en la mano, para que la aleje de mi cara.

—Estoy bien —repetí con más insistencia —. Tengo que ir al ba... —Mi ceño se frunció —. ¿Faltaste al colegio, Manuel? —mascullé.

—¡Fue culpa de Ivan! —Corrió hasta la salida de mi habitación.

Mis ojos se desviaron al recién nombrado con molestia.

—Volviste —declaré al ver sus ojos, olvidándome de todo lo anterior —. Pensé que me llamabas para despedirte y que te ibas a suicidar. —Agarré una de mis almohadas y lo golpeé.

Ivan soltó una suave risa que me dejó paralizada y me quitó la almohada.

—Volví por vos. —Extendió su dedo hasta tocar mi nariz —. ¿Estabas muy preocupada? —cuestionó en un tono de voz que me hizo estremecer.

Bufé por lo bajo y negué con la cabeza.

—¿Me veo preocupada? —Bostece y me terminé de desperezar.

Cuando la sábana se deslizó por mi piel, la volví a agarrar rápidamente. Por un momento casi me olvido de que estoy en ropa interior.

Los ojos de Ivan bajaron brevemente a la tira de mi corpiño negro.

—Ah —soltó comprendiendo —. Voy a bajar con Manu —avisó antes de regalarme otra pequeña sonrisa e irse.

Basta de sonreírme así, hijo de mil puta, te odio.

Días después.

Narra Ivan Buhajeruk.

—¿Entonces ahora qué pija hacemos? —soltó con una mezcla de frustración y bronca.

Bajé mi cabeza para mirarlo directamente. Es considerablemente más bajo que yo, pero molesta el triple.

Su ceño estaba arrugado con una mezcla de enojo y confusión, pero sus ojos verdes me demostraban que tal vez podría llegar a entenderme.

—¿Qué hacemos? —repetí resaltando esa parte.

—Y si, yo te voy a bancar, ya fue. —El castaño se encogió de hombros despreocupado.

¿Cómo una persona que conozco hace un mes me puede decir eso con tanta tranquilidad? ¿Cómo yo le voy a contar todo lo que me esta pasando a un miembro de la mafia que conozco hace un mes? Los dos estamos mal, muy mal.

Puede ser que la influciencia de Manuel y Sabrina en mi vida me haya hecho ablandarme más de lo normal y como consecuencia "hice" un amigo.

Rodrigo Carrera es un nuevo integrante del grupo. Por lo visto tampoco se unió por voluntad propia y no comparte los mismos ideales que esos delincuentes. Al darse cuenta de que yo soy igual que él, no paró de estar atrás mio y seguirme con insistencia hasta que logró que seamos amigos. Puede llegar a ser muy irritable, pero no deja de ser un chico de mi edad intentando tener una vida normal, la vida normal que le arrebataron al igual que a mi.

—No es tan fácil. —Me dejé caer sobre el cómodo sofá.

—¿Por qué no? —preguntó cual inexperto.

Es mucho menos objetivo y más soñador que yo. Nuestras personalidades contrastan enormemente.

—Vas a estar prófugo de la justicia y de los delincuentes ¿en dónde te vas a esconder? —pregunté con obviedad.

—Me voy a quedar con vos, dah —dijo como si yo fuera el estúpido.

Mi ceño se frunció ante su exceso de confianza hacia mi.

—¿Y quién dijo que te podías quedar conmigo?

—¿Eh? —Me miró confundido —. ¿Ah, no me dejaste? —Observó el desorden de sus pertenencias por toda la sala.

Como esta última semana solamente vine a este lugar para ducharme y dormir, no me percaté de tal desorden.

—¿Qué mierda es todo eso? —inquirí, observando lo mismo que él.

Mi departamento es un desastre.

Rodrigo sonrió con inocencia.

—No, ni idea, seran las cosas de un linyera de por ahí. —Subió sus piernas al sofá para acomodarse como si estuviera en su propia casa —. ¿Entonces que vamos a hacer?

Resoplé exasperado.

—Estuve pensando en una única salida, pero si nos va mal lo más probable es que los dos terminemos muertos. ¿Querés seguir escuchando? —lo desafie para ver si realmente estaba seguro de donde se metía.

Él asintió convencido.

—Morir o no, ya no me importa —dijo con sinceridad —. Si hay una posibilidad para escapar de una vez por todas de este mundo, quiero hacerlo —aseguró con convicción.

Una sonrisa de lado invadió mi rostro. Encontré a alguien bueno en un mundo podrido.

(...)

—Perfecto —el líder asintió complacido —. Todo esta saliendo tal cual queríamos, gracias por eso, Ivan.

Le sostuve la mirada fríamente. Sabe que ahora mi opinión con respecto al plan que yo diseñe ya no es el mismo y se esmera en demostrarme que no le importa en absoluto.

—Denada, sin mi ayuda serian unos matones inútiles —solté sin ocultar mi desprecio.

Después de todo, Alejandro Bolsón también tiene mi nombre escrito en su cabeza. Voy a acabar con él como ya hice con varios de sus secuaces a sus espaldas.

Rodrigo me pegó un codazo disimuladamente.

Ya se que no tenemos que meternos en problemas, pero no puedo evitar reaccionar de esta manera.

Toma aire disimuladamente.

Tengo que abstenerme al nuevo plan.

—Mi bonito Ivan quiere otro recuerdo más por lo visto —murmuró, jugando con la daga entre sus dedos.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora