Capítulo 14.

1.5K 239 65
                                    

Bejé del colectivo y vi a Ivan esperándome en la parada.

Estos gestos no concuerdan con su perfil. De hecho lo hacen más sospechoso. Es como si estuviera intentado ganarse mi cariño...

¿Qué?

Creo que yo soy la loca que desea que él esté intentado ganarse mi cariño y confianza.

Sacudí la cabeza levemente y lo saludé con una sonrisita.

—¿Cómo te fue? —consultó intentado agarrar mi mochila.

Cansada por el día de hoy, dejé que la agarre sin replicar.

—Bien, un poco denso todo —confesé.

Tal vez las horas se hacen más lentas y pesadas en la universidad porque no tengo a nadie con quien pasar el tiempo.

Él asintió pensativo.

—¿Manu se porto bien? —quise saber.

Me miró unos segundos.

—Si, se porto bien —confirmó —. Esta acostado con el michi —informó —. Te están esperando.

Sonreí conforme con eso.

Mientras caminamos tranquilamente, mi pecho se sintió relajado.

—Cuando las cosas son así me gustan —confesé tomándolo desprevenido.

Ivan me miró confundido.

—¿A qué te referis? —inquirió, haciendo que lo mire.

—Que me gusta pasar tiempo con vos cuando no pareces un... —me tragué mis palabras al recordar que me prometí no llamarlo "asesino" —. Un extraño —corregí —. A veces me olvido de todo lo que escondes y pareces una buena compañía —comenté.

El más alto recorrió mi rostro con sus ojos pensativos.

—Sos la persona más desconfiada que conozco —admitió —. ¿Es por qué tu papá es policía? —cuestionó.

—Agente del fbi —corregí.

—Ah... —soltó apartando sus ojos de los míos —. Entonces creciste de esa forma.

De esa forma...

Cuando un hijo crece rodeado del trabajo de su padre suele repudiarlo y evitarlo. En cambio a mi me fascinó desde el primer momento y tengo el sueño de poder ser igual que él. Tal vez, aunque mi padre no se dedicara a eso yo hubiera tenido el mismo sueño, eso es lo que me gusta pensar.

—¿Si? —cuestioné —. ¿Las personas no suelen evitar las cosas que siempre se les impusieron?

El ceño de Ivan se arrugó y miró el suelo con intensidad.

—Cuando se puede evitarlas sí —opinó —. Pero no siempre es posible hacerlo.

Siento que esta hablando de él, pero no puedo descifrar a que se refiere.

—¿A vos tus padres te impusieron algo? —pregunté suavemente.

Su mano se apretó en un puño sobre la mochila.

—No, nunca lo hicieron —finalizó sin querer continuar la conversación.

Mi corazón se arrugó un poco en su lugar al haber ocasionado que su expresión fría y seria regrese.

En ese momento recordé los chocolates que compré para Manu. Metí mi mano en el bolsillo de mi saco gris y tomé una barrita kinder.

—Para vos —dije extendiendole el chocolate.

Ivan pestañeo saliendo de sus pensamientos y se concentró en mi mano. Después subió sus ojos apagados hasta mi rostro.

Sonreí con ternura ante su expresión confundida.

—Gracias por lo del buzo —aclaré, usando eso como excusa.

—No hacia falta.

Extendió su mano con duda y tomó el chocolate con extremo cuidado sin querer rozar mi piel.

Entramos a casa y fui directo a saludar a Manu y al michi. También le di su chocolate, recibiendo un beso en la mejilla como agradecimiento.

Salí de su habitación, cerrando la puerta detrás de mi.

Busqué el buzo limpio de Ivan y lo llevé hasta el living, donde él me esperaba.

—¿Te vas a quedar hoy también? —consulté extendiendole el buzo.

Él lo tomó.

—No puedo —finalizó.

—¿Tenes que trabajar? —pregunté y él asintió.

¿Trabaja a la mañana, de noche o va variando? Que trabajo con horarios más inestables.

—Nos vemos, Sabrina —se despidió.

—Nos vemos. —Lo despedí con la mano.

—Descansa —dijo antes de salir por la puerta.

En cierta parte es un chico educado.

(...)

A la mañana siguiente retomé la rutina de siempre.

Pasadas las tres de la tarde, Manu me pidió permiso para ir a jugar a la cabaña, yo accedí y aproveche para hacer tareas de la universidad.

Abrí las cortinas de mi habitación, dejando pasar los rayos de sol y me senté en mi escritorio blanco.

Michi se acostó en mi cama haciendome compañía.

Después de unas horas Manu volvió y merendamos juntos.

—¿Y tú amigo? —no pude evitar preguntar.

No apareció en todo el día.

—Esta ocupado —informó Manu como si estuviera al tanto de todo.

—¿De qué trabaja? —le pregunté sin rodeos.

—Creo que en un bar —mencionó desinteresado.

¿Cómo es posible que trabaje en un bar y nunca tenga ni una pizca de olor a alcohol? O tal vez es un bar que sirve comida, pero ayer se fue a trabajar después de las doce, los únicos bares que permanecen abiertos a esas hora incluyen la venta de bebidas alcohólicas.

Algo no cuadra.

—Ah... —Asentí —. ¿Y con quien vive?

—Solo —informó.

¿Alquila? ¿Alguien lo mantiene?

Sacudí mi cabeza borrando las decenas de preguntas que surgían.

—¿Cómo la pasaste hoy? —cambié el tema de conversación haciendo que los ojos de Manu brillen y me mire con una sonrisa.

Sé que a él no le gusta hablar de la privacidad de su amigo.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora