Capítulo 29.

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Lo único que hicimos fue sentarnos a mirar películas, mientras discutíamos que podíamos comer hoy.

—Entonces pasta —lo anoté mentalmente —. ¿Con salsa blanca o roja? —cuestioné mientras jugaba con el borde de mi remera.

—A Manu le gusta la salsa roja —decidió.

¿Tiene en cuenta los gustos de mi hermano? Va a hacer que le agarre cariño. Si es que ya no sé lo agarré.

Sonreí y asentí.

—Primero tenemos que ir a comprar —avisé, haciendo que todo rastro de ánimo desaparezca del rostro de Ivan.

—Que paja —se quejó.

—Ni siquiera estas trabajando, no te podes quejar —debatí.

Y tenía razón. Sus pequeñas "vacaciones" se alargaron más de lo previsto.

Abrí los labios en forma de "o", sin disimular mi sorpresa.

—¿O es que te hecharon? —cuestioné —. ¿Hiciste algo malo?

Ivan me miró con hastío y rodó los ojos.

—No me hecharon.

—¿Seguro? —Frunci los labios —. Hasta los cinco años de antigüedad en cualquier trabajo te dan catorce días de vacaciones —informé mostrando mis cinco dedos —. Y discúlpame, pero no creo que tengas más de cinco años trabajando legalmente, teniendo en cuenta que a partir de los dieciocho años empezas en blanco, obvio —expliqué —. A no ser que tus padres te hayan dado su autorización a los dieciséis, o que el lugar en el que trabajes no sea muy legal que digamos.

Ivan simplemente miró con atención mi rostro mientras me explayaba. En vez de responder, guió su mano hasta la que yo había extendido y entrelazó nuestros dedos suavemente.

—Sos la chica más inteligente que conozco, si eso era lo que querías saber —respondió con su tono grave.

Mis cejas se arrugaron.

—Eso no era lo que quería saber —balbucee a la defensiva.

La esquina del labio de Ivan se extendió en una pequeña sonrisa, claramente disfrutando de mi cara confusa.

—Pero era lo que yo te quería decir —dijo apretando ligeramente mi mano.

¿Y desde cuándo exponerse de esta forma es lo que él quiere?

Nuevamente sentí el maldito calor subir hasta mis mejillas, haciéndome apartar mis ojos de los suyos.

Odio esta faceta de Ivan. Odio que me haga perder los estribos de esta manera. Es como si yo no tuviera el control completo de mi cuerpo.

—Deja de cambiarme de tema —recriminé intentando que mi voz suene firme —. Siempre evadis mis preguntas. —Mis mejillas se inflaron levemente con molestia.

Iván soltó una suave risa y movió su pulgar acariciando el dorso de mi mano.

Basta, basta.

—No las estoy evadiendo. —refutó —. Solamente quiero que sepas que te estas preocupando por cosas que no necesitas saber —suavizó su tono de voz para intentar que lo que me estaba diciendo se me meta en la cabeza.

Claramente no funcionó.

—¿Y que tiene si quiero saberlas? —Levanté mi mirada desafiante, para volver a encontrarme con sus ojos oscuros.

Iván inclinó la cabeza levemente, como si estuviera considerando mi pregunta.

—Me voy a meter en problemas —admitió por lo bajo.

—¿Por qué? ¿Con quién?

—Sabrina —me cortó con pesar —. No lleves todo tan al extremo.

Estiró mi mano hacia él, provocando que casi lo aplaste con mi cuerpo.

—Ey —me quejé.

Su nariz volvió a rozar mi cuello, como si mi aroma lo calmase. Apreté el borde de mi remera en un puño.

—Ya te dije que lo único que quiero es estar con vos... y con Manu —agregó al final.

Y yo le dije que quería creer en sus palabras, pero a mi mente parece no importarle.

Mi corazón dio un brinco como diciendo: "a mi si me importa".

Suspiré, relajando mi cuerpo.

—Esta bien. —Apoyé mi frente en su hombro —. Esta bien —repetí en un susurro casi inaudible.

Semanas después.

Otro día más en el que despedimos a Manu antes de que se vaya al colegio.

Otro día más en donde tengo que soportar la irritable presencia de Ivan.

Porque si, al principio era muy calladito y casi invisible, y estaba claro que me evitaba junto a mis cientos de preguntas acusadoras y mi actitud juzgadora, pero... ¡las cosas cambiaron!

Ivan se convirtió en todo menos en alguien invisible y fácil de ignorar.

—Manu me dijo que eras buena en el fifa —comentó, sentándose al lado mio.

Junté las cejas con confusión.

¿Buena? ¿Buena es ganarle a un nene de once?

—Te mintió —declaré con indiferencia.

Paso todos los malditos días con él, pero ahora me siento tensa y nerviosa. Eso hace que mi actitud este bastante a la defensiva.

Es solamente Ivan, no es ningún... ¿iba a decir que no es ningún extraño?

Lo miré, intentando aclarar mis pensamientos.

O sea, es Ivan... ¿y quién es Ivan? ¿La persona que me hace sentir acompañada, o el raro hombre que se acercó a mi hermano con razones dudosas?

—¿Jugamos a... verdad o reto, pero sin el reto? —cuestioné más animada.

Puedo sacarle provecho a pasar tiempo con él. Además, no es como si me desagradara su compañía. Tengo que enfocarme en el lado positivo de las cosas.

Él analizó mi expresión entusiasta.

—Si vos queres —aceptó.

—Bancame. —Me levanté apresurada y corrí hasta la cocina para agarrar el plato de galletas que se estaba enfriando.

Lo puse sobre la mesa ratona y agarré una. Mientras sentía el sabor dulce y las chispas de chocolate derretirse en mi boca, pensé en como podía empezar.

Por... por primera vez tengo ganas de hacerle preguntas que no tienen absolutamente nada que ver con sus secretos o pasado. Tengo ganas de saber su color favorito, su comida favorita, sus gustos... ¿Eso esta muy mal? Me queda claro que para una mente como la mía si.

Tragué el pedazo de galleta pesadamente.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora