Capítulo 39.

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(...)

Hoy es el último dia de suspensión de Manu y como no tengo que ir a la facultad hicimos una super merienda para tres.

El tercero todavía no llegó, pero según Manu ya está cerca.

—Re aestethic, le voy a mostrar a papá. —Manu le sacó foto a la mesa ratona de todos los ángulos y unas cuantas a mi.

Decidimos meternos en el papel y nos cambiamos nuestra ropa de entre casa por algo más presentable. Manu me eligió un sweater de lana beige y una pollera cuadrille de tonos marrones. No voy a criticar sus combinaciones que me hacen parecer una indecisa.

Por mi parte, yo le elegí un pulover clarito con un lindo jardinero marrón que siempre quise que se ponga y por fin lo logré. Esta hermoso.

Mi hermano se acercó a abrir la puerta e Ivan entró con un buzo marrón, respetando el código de vestimenta.

En ningún momento escuché el timbre.

Me senté en una de las almohadas con nervios.

Voy a actuar como siempre con Ivan, la llamada esa no va a alterar mi forma de ser.

Se abrazaron y se acercaron hasta la mesa.

Le sonreí en forma de saludo como de costumbre, manteniendo mi normalidad.

—Sabri. —Ivan se sentó al lado mio, pegando su pierna a la mía —. Hola. —Sonrió.

—Hola —repetí —. Buen buzo —halague.

Siempre es una sorpresa no verlo de negro.

—Gracias. —Se removió un poco en su lugar —. Vos estas linda como siempre —finalizó.

—Ah, gracias. —Desvíe la mirada, avergonzada.

—¿Y yo? —preguntó Manu posando.

—Vos sos el mejor de los tres, facha —aseguró Ivan, siguiéndole el juego.

—¡Ah y para! —Miró por toda la sala, hasta que encontró a Michi —. Mira. —Lo levantó, dejando en evidencia su gorrito otoñal que combinaba con su jardinero.

Sonreí, sintiéndome relajada.

—¡Hermosos! —Les tiré un beso, complacida.

Después de un par más de fotos, procedimos a merendar como si fuéramos de la realeza.

Incluso Manu soltó un: "Oh, querido, ¿me pasas los terrones de azucar", dirigido a Ivan. Claramente no tenemos terrones de azúcar, pero él es feliz.

Tomé una cucharada de la torta inglesa, que me había pasado haciendo toda la noche y parte de la mañana, y me la llevé a la boca.

La humedad del bizcochuelo de vainilla, la textura suave de la crema inglesa, el toque cítrico de la frambuesa y dulzura del durazno, me hicieron soltar un pequeño ruido de satisfacción. Es perfecto.

Manu al verme, probó un pedazo ansioso.

—¡Esta riquísimo! —exclamó extasiado.

Yo asentí con una sonrisa.

Ambos miramos a Ivan que degustaba la torta en silencio, pero con los ojos brillantes y una expresión de gozo en el rostro.

Mis ojos bajaron a sus labios manchados levemente con crema.

¿Sabrá mejor si lo pruebo de su boca...?

¡Sabrina, ¿pero que mierda?!

Parpadee varias veces, intentando sacar esos pensamientos de mi cabeza.

Involuntariamente, relami mis labios por si a mi también me quedo algún rastro de crema y volví mi vista al plato.

Mente fría.

Unos dedos cálidos se posaron sobre mi  rodilla debajo de la mesita ratona cuadrada.

Mi cuerpo se tensó y mi columna se estremeció. No es buen momento para que haga eso.

El cuerpo de Ivan se acercó, hasta que sus labios rozaron mi oído.

—Si te hace sentir mejor, yo también pensé eso —susurró.

Intenté que mi expresión no demuestre la corriente que se deslizó por todo mi cuerpo. Manu sigue en frente de nosotros, totalmente metido en devorar su porción de torta, pero esta presente.

Así como se acercó, Ivan volvió a alejarse y a seguir como si nada, pero su mano seguía puesta sobre mi rodilla y cada tanto movía su dedo pulgar contra mi piel, volviendo loca.

(...)

Pensé que la velada iba a terminar rápido, pero para mi mala suerte no fue así.

Manu nos suplicó para que durmamos los tres juntos como último incentivo para volver a clases mañana. Por ese motivo estamos los tres sentados contra el respaldo de mi cama, viendo videos de Dross.

—¡Ay! Conchudo —murmuré, encogiendome en mi lugar y tapando parte de mis ojos con mis manos.

No quiero ver más.

—Sos re cagona, Sab... ¡Ahh! —gritó Manu, escondiendo su cara en mi espalda.

—Para, estúpido, no grites que me asustas más —recriminé.

—Que alguien saque el video y ponga my little pony —suplicó.

Lo miré a Ivan, quien seguía viendo la tele con una expresión aburrida.

—Yo me re paro de mano contra uno de esos —acotó convencido.

—Saca el video —pedí.

Suspiró y agarró el control para poner el primer dibujo animado que vio.

Respiré tranquila y bajé mis manos.

—Ya me siento mejor —dijo Manu con una mano en el pecho.

Yo asentí de acuerdo.

—Dejemos de mirar esos videos —opinó el pelinegro.

—Me gusta la adrenalina —expresó el castaño.

—A mi no —murmuré, acostándome para dormir.

—Yo no siento adrenalina —dijo Ivan, mientras se sacaba el buzo de un solo tirón y lo revoleaba por ahi.

Su camiseta manga larga negra se elevó ante el movimiento brusco, dejando expuesta parte de su piel. Eso no me dejó concentrarme en su confesión.

Dirigí mi mano hasta el borde de su remera y la estiré hacia abajo, cubriendo su piel blanca.

Todas las personas sienten adrenalina, a no ser que esten tan acostumbradas a estar en situaciones estresantes, intensas y peligrosas que ya no tenga el mismo impacto. Tal vez el cuerpo de Ivan se adaptó al impacto de la adrenalina.

—¿Por qué no la sentis? —interrogué.

—Acabo de sentirla cuando me tocaste, así que supongo que me confundí —contestó con simpleza.

Yo rodé los ojos y me di media vuelta para abrazar a Manu y dormir.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora