Capítulo 23.

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Cortó la llamada y empujé a Ivan con mi hombro.

—¿Por qué hiciste eso? —reclamé.

—¿Hacer el qué? —preguntó sin entender.

—Como persona educada, tendrías que haber esperado a que termine mi conversación en vez de interrumpir —expliqué con ironía.

—Primero estabas hablando conmigo. —refuto sin resentimiento.

Suspiré. Abrí el portón de casa y, finalmente, la puerta para entrar a la vivienda.

Primero tiré mi mochila en el sillón. Después, lo miré a Ivan, que me devolvió la mirada con seriedad.

—Te perdono —declaré con sarcasmo, sabiendo que no se arrepentía de lo que había hecho —. Yo voy a saludar a Manu y vos vas a elegir la película que tengas más ganas de ver —ordené sin darle otra opción.

Él asintió y buscó el control remoto con la mirada.

—¿No la querías ver en mi pieza? —Elevé una de mis cejas.

Ahora va a estar incómodo toda la película si es necesario. Él se lo buscó.

¿Premio o castigo?

—Entonces subamos —pidió con calma.

Yo asentí.

Fui directo a la habitación de Manu y me acerqué lo más sigilosa que pude a su cama.

Sonreí enternecida al verlo dormir junto al Michi, totalmente abrazados. Agaché mi cabeza y dejé un beso en su frente, repetí la acción con el gato naranja y me aparté de ellos.

Cerré la puerta con cuidado detrás de mí y fui a mi pieza. El típico olor dulce de mi perfume y lociones inundó mi nariz al entrar, relajandome.

Me saqué el calzado y las medias y busqué mi cómoda ropa para cambiarme en el baño.

Cuando salí observé a Ivan viendo satisfecho la película que eligió.

"Nunca me había detenido a pensar en cómo iba a morir".

¡No!

—¿Qué mierda pusiste, Ivan? —exclamé exaltada.

Él me miró con malicia. Los papeles se dieron vuelta y la incómoda pasé a ser yo.

—Lo que tenía ganas de ver —respondió indiferente.

—Le voy a cocer la boca a Manu —murmuré, sentándome al lado de él.

Me niego a ver esta película. Me niego totalmente a avergonzarme de esta manera.

El soundtrack de fondo me hizo querer chillar como una adolescente, pero me abstuve a demostrar emoción alguna.

—Ivan... —me quejé por lo bajo, al darme cuenta que no iba a resistir mucho —. La idea era ver algo que te guste a vos —hablé desanimada, mirándolo.

—Quiero saber porque te gusta tanto —declaró, con la vista clavada en la pantalla.

—Pero... —Bufé —. Tendría que ser al revés. —Me crucé de brazos enojada.

—¿Por qué te da vergüenza? —demandó con diversión.

—No sé, todo el mundo se burla de esta película en Twitter —balbucee.

Ivan giró su cabeza para mirarme.

—Yo no me voy a burlar —aseguró.

—¿En serio? —cuestioné sin creerle. Él asintió —. ¿Me lo prometes? —Extendí mi dedo meñique al igual que siempre hace mi papá cuando promete algo desde lo más profundo de su corazón.

Los ojos oscuros del pelinegro bajaron hasta mi dedo.

—Te lo prometo —susurró, levantando su mano para entrelazar nuestros dedos meñiques.

Ese simple toque fue suficiente para desencadenar una inmensidad de sentimientos en mi abdomen.

Alejé mi mano con algo de torpeza.

Volví a poner mi cuerpo derecho para mirar la televisión. Intenté acomodarme mejor quedando a unos pocos centímetro de Ivan, casualmente él se movió haciendo que nuestros brazos se rocen sutilmente.

—Que incómodo —susurró Ivan viendo la interaccion de Bella con su padre.

—Esos somos nosotros —señalé.

—No —estuvo en desacuerdo —. Yo no estoy incómodo con vos.

Un sentimiento reconfortante recorrió mi interior.

—Entonces ¿nos acostamos? —pedí.

Estuve mucho tiempo sentada y la espalda me duele mucho. Soy una vieja.

Ivan me miró con una mezcla de confusión y burla.

—¿Así de fácil? —cuestionó, haciendo que lo golpeé.

No lo decía de esa forma.

—Es que me duele mucho la espalda —me quejé, llevando mis manos hasta ese lugar.

—Es porque no haces ejercicio —reprendió.

Bufé con hastío.

—No es por eso, es por las tetas —declaré, gateando hasta el cabezal de la cama para acostarme y meterme debajo de la sábana.

—Igualmente tendrías que hacer ejercicio —recomendó, acomodándose al lado mio.

—¿Qué me estás queriendo decir? —Fruncí el ceño ofendida.

En la pre-adolescencia tenía bastante sobrepeso, pero lo compense con mi altura.

—No es por un tema estético, es por salud —comentó.

—Ya te pareces a mi papá —refunfuñe.

Noté como Ivan se tensó levemente.

—Ay mira —exclamé con voz aguda ante la escena, a la vez que le daba golpecitos en el hombro.

La calidez del cuerpo de Ivan hizo que me pegue a su costado para contrarrestar el frío de la habitación. Ya pasando la mitad de la película, pude comentar abiertamente todo lo que pensaba del film y de alguna que otra actuación penosa.

Llegó un momento en el que mis párpados se sentian más cansados y me costaba enfocar la vista en la pantalla.

—Ya es tarde y estas cansada —susurró Ivan como si me estuviera pidiendo que me duerma.

—Pero... —balbucee. No quiero que se vaya y se lleve su agradable calor con él —. ¿Te vas a quedar?

Él pasó su brazo por debajo de mi cabeza y me acercó a su pecho cálido como respuesta.

Suspiré con calma y mi cuerpo se relajó.

Apoyé mi mano sobre su torso y cerré los ojos conforme, estrechando mi mejilla contra su musculoso pectoral.

—Buenas noches, Sabrina —deseó con su voz grave y levemente ronca.

—Buenas... noches —dije con dificultad, sumergiéndome en su adictivo aroma y dejando que los latidos de su corazón envuelvan mi oído.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora