Capítulo 41.

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Días después.

Hoy es mi día libre, pero no puedo descansar porque no me pude despegar de una maldita garrapata que me sigue por todos lados como si no tuviera nada más interesante que hacer con su miserable vida. ¿Esta más que claro que hablo de Ivan, no?

Mientras estábamos mirando una película, mi papá me llamó interrumpiendonos. Últimamente me llama todos los días sin falta, como queriendo que le diga algo.

Hablamos unos minutos hasta que finalmente soltó:

—¿No tenes algo que contarme? —intentó persuadirme con su tono de voz meloso.

—No, ¿por qué la pregunta? —Miré disimuladamente la cámara que emitía un parpadeo rojo.

Mi padre es una especia de ser omnipresente en esta casa.

Procedí a patear el cuerpo de Ivan para alejarlo de mi, quien me miró entre confundido y enojado.

—No... por nada —finalizó —. Los amo mucho, hija, cuida a tu hermano, confío en vos.

—Ya se pa, nosotros también te amamos mucho.

—Te prometo que esta es la última vez —aseguró antes de colgar.

Separé el celular de mi oído entre un suspiro y lo tiré en alguna parte del sillón.

—¿Cual te pinta? —dijo Ivan a la defensiva cuando lo miré mal.

Esa jerga juvenil no va con su actitud sospechosa y su vida adolescente sin amigos.

—Mi papá indirectamente me preguntó si le escondía algo —le dije —. Adivina que es ese algo que escondemos. —Sonreí con sarcasmo.

—¿Yo? —Se señaló confundido —. Na. —Negó con la cabeza.

Sé que se hace el boludo.

Sé que Ivan no quiero que nuestro padre sepa quien es y ese motivo me hace retroceder todos los pasos que avancé con el tiempo.

—¿No tenes ni idea, no? —Elevé una de mis cejas, inquiriente.

—No, ¿me queres presentar a ese extraño? —Sonrió inocente acercando su cuerpo al mío.

Rodé los ojos y empujé su cara lejos de la mía.

—Sabrina. —Soltó un quejido e intento alcanzarme con sus manos.

Yo se lo impedía sosteniendo su rostro lejos de mi.

El supuesto criminal tiene una actitud más inmadura y caprichosa de la que podría imaginar. Ahora entiendo porque se lleva tan bien con Manu.

Bufé enojada y aparté mi mano de su rostro, provocando que su cuerpo caiga encima de mi.

Ivan demostró satisfacción en sus ojos y me regaló una linda sonrisa.

—¿Por qué no te vas a tu casa? Manu todavía no va a volver del colegio —recriminé.

—Mejor —susurró por lo bajo, disfrutando de la cercanía.

—¿Eh? —Fruncí el ceño.

—Que no me molesta esperarlo acá con vos, amiga —soltó, haciendome endurecer aún más mi expresión.

—Es una lástima, amigo —recalque la última palabra —. Yo tengo que estudiar, así que no puedo seguir perdiendo el tiempo con vos —declaré.

Ivan arrugó las cejas pensativo.

—Nunca te vi concentrada —admitió —. ¿Qué tenes que estudiar? Te puedo ayudar —se ofreció.

Lamentablemente para vos, mi querido Ivan, mis tareas no son tan fáciles como las de Manuel. Aunque ahora que lo pienso, me interesa saber sus pensamientos en relación con la criminologia.

Mordí mi labio pensativa y finalmente asentí convencida.

—Esta bien —acepté —. ¿Querés café? —ofrecí para prepararnos para una larga jornada de estudio.

—Si me lo haces vos, si. —Se levantó y me ofreció la mano.

¿Dónde quedó el Ivan que no me quería tener cerca?

Suspiré y acepté su cálida mano.

Ivan estiró mi cuerpo, pegandolo al suyo más de lo necesario.

—Ivan —reprendí por lo bajo.

—Sabrina —susurró acercando su rostro al mío.

Sentí su tibio aliento chocar contra el mio. Bajé la cabeza clavando mis ojos en su pecho, intentando ocultar mi nerviosismo.

Si doy un paso más no voy a poder... pensar con objetividad.

La mano de Ivan se dirigió hasta la parte posterior de mi cabeza y sus dedos se hundieron en mis cabellos oscuros. Empujó levemente mi rostro escondiendolo en su pecho. Escuché su corazón latir y sus músculos relajarse junto a un suspiro que salía de sus labios.

Es como si recargara energías conmigo.

¿Qué tanto esconde Ivan? ¿Qué tan dura es su vida?

No quiero lamentarme de nada. No quiero rechazarlo ni repudiarlo sin sentido. Tal vez, al final resulte ser alguien que solamente busca cariño y compresión por primera vez en su vida.

Por lo poco que escuche de él no tuvo una infancia buena y nunca lo he oído mencionar a sus padres. Cuando se combinan estas dos cosas las únicas respuestas que se me vienen a la mente es que Ivan quizás es huérfano u odia tanto a sus padres que prefiere hacer como si ellos nunca existieron.

Rodee con mi mano libre su abdomen aceptando completamente su abrazo.

No puedo evitar pensar en él como un niño que busca refugio en momentos como estos, como en otros no puedo evitar pensar que es un peligro y un enigma andante.

¿Por cuál de las dos debo decidirme?

Ayúdame a elegir la opción correcta, Ivan.

—¿Hoy te podes quedar a dormir? —susurré intentando sacarle información.

El agarre que tenia en mi mano se intensificó levemente.

—¿Querés que me quede a dormir con vos? —preguntó por lo bajo, entrelazando nuestros dedos.

Una corriente recorrió mi cuerpo entero.

—¿Vas a trabajar? —evadi su pregunta.

—Puedo hacer una excepción por vos —informó, acariciando suavemente mi cabello.

¿No tiene un jefe que pueda sancionarlo por eso? ¿Su trabajo no es uno formal? Lo de las vacaciones ya fue raro.

—¿Tú jefe no se va a enojar? —cuestioné con fingida preocupación.

—No te preocupes por eso.—-Rozó el lóbulo de mi oreja dándome un escalofrío.

—Basta. —Aparté su mano de esa zona de mala gana.

Ivan se rió levemente.

—Perdón, zona sensible —dijo burlón haciendo que pellizque su espalda y su risita aumente.

—Vamos a estudiar. —Me separé sin soltar su mano y puse marcha hacia la cocina.

Extraño; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora