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Abril 19, 2008

Ya había pasado una semana desde el regreso de Iván. Desde ese día no había visto o escuchado nada de Alfredo y quería seguir así.

No le iba perdonar que le haya puesto la mano encima.

—Porque me veo tan fea.— negó con una muñeca al verse en el espejo.

Rodó los ojos al notar las ojeras que tenía marcadas. Esa semana había sido muy triste para Marbella. Nunca se había sentido tan sola.

Le estaba afectando físicamente como mentalmente. Casi todos los días lloraba.

Intentaba comunicarse con su familia pero no podía. Cada vez que iba al despacho siempre había alguien ahí cuidando.

—Buenas tardas.— Marbella entro a la cocina.

—Buenas tardes señorita.— doña Silvana contesto con una sonrisa. —Quiere almorzar?

—No gracias, estoy bien.

—Tiene que comer. Le hará mal a su hijo.

Tiene razón

—Bueno, esta bien.

Doña Silvana asintió con una sonrisa y se giró hacia la estufa. —Hice un caldito, estoy segura que le va gustar.

Marbella asintió mientras la señora le servia un plato. Se sentía un poco extraña al estar sentada sin ayudarla. Ella estaba impuesta a estar movida.

—Que mas va sacar?— Marbella pregunto, levantándose.

—Nada, usted siéntese.

Marbella asintió levemente y se sentó de nuevo. Al poco tiempo, Doña Silvana le dio su plato y le arrimo el resto de las cosas.

—Que le parece?— preguntó al ver que Marbella lo probó.

—Está rico.— asintió con una sonrisa. —Le da un sabor al que hace mi abuelita.

Al recordar a su abuelita, una muñeca se formo en su rostro.

Como estará mi abue?

—Que tiene? Se siente bien?

—Estoy bien.— soltó una pequeña risa. —Solo recordé a mi abuelita.

—La extraña?

—Mucho.. oiga le puedo pedir un favor?

—Lo quiera.

—Usted cree que pueda usar el teléfono que está en el despacho?

—Ah eso si que no se señorita.— negó con vergüenza. —El joven Alfredo le dijo a tello que no se moviera de ahí.

Antes de que Marbella pudiera responder, la puerta de enfrente se abrió de golpe estampando contra la pared.

Marbella miró a doña Silvana confundida mientras que ella solo la miraba asustada. A los poco segundos, Alfredo apareció.

—Vámonos.

Marbella no dijo nada, lo ignoro.

—Que no estás escuchando? Vámonos.— le agarró el brazo, haciendo que se pusiera de pie.

Sin tener mas remedio, Marbella salió de la cocina y se dirigió hacia la entrada de la puerta. Alfredo la rebasó y caminó hacia la camioneta.

—Súbete.

Quería preguntarle donde la llevaba pero no quería dirigirle la palabra, solo le hizo caso.

Alfredo rodeó la camioneta y se subió. Al estar listo, agarró la carretera mientras más camionetas lo iban siguiendo.

Inviable - jagsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora