—¡Pero es noruego, Bianca! —gritó Alban, zamarreándola desde la manga de la chaqueta—. Nunca me he acostado con uno de esos.
Era la primera vez que después del turno seguían juntos más allá de la estación de metro en la que debían separarse; Alban se había ofrecido a acompañarla hasta el apartamento.
—¿Andas coleccionando folladas por Europa como si fueran pokemones? —preguntó antes de darle una calada al porro que él le había regalado.
—No, pero podría hacerlo ahora que me has dado la idea —respondió en un tono juguetón.
—Hazle un favor a tu bolsillo y olvídate de tus compañeros de piso —dijo, y de inmediato se giró hacia él cuando se le ocurrió una idea—. Descarga Tinder.
Alban soltó un quejido y apoyó la cabeza en su hombro.
—Lo divertido de las experiencias que he tenido es que han ocurrido por casualidad, no he salido a buscarlas. Conocer a una persona a través del formato de Tinder me aburrirá.
—Pruébalo y después te quejas. —Agitó una mano frente a él, pidiéndole el teléfono. Alban se lo dio.
Apagó el porro y, sin dejar de caminar, le descargó la aplicación y le creó una cuenta. Creía que parte de escoger las fotos sería lo más fácil, pero en su galería predominaban los paisajes, y en las que aparecía él, no exponía el rostro. No quiso preguntarle por qué con ese atractivo se mostraba tan poco.
—Déjame tomarte una foto. Pero tienes que posar como si no estuvieras esperando ser fotografiado, ¿vale?
—Ya notaste que no tengo experiencia en esto. —Se escondió tras de ella para escapar de la cámara del teléfono—. ¿Y si me tomo una contigo?
—Pensarán que somos una pareja que anda buscando la oportunidad de un trío.
Se asomó por el hombro de Bianca y meneó las cejas mirándola con complicidad.
—Podríamos.
—Paso.
—Acepto que me tomes una foto solo si antes te tomas una conmigo.
Rodó los ojos y cambió la cámara trasera por la frontal. En la pantalla aparecía con las facciones relajadas y la mirada empequeñecida, mientras que el viento le hacía danzar la melena frente al rostro de Alban, que había apoyado el mentón en su hombro. Intentó frenar el movimiento de su pelo, pero él le tomó la mano y la bajó. Cuando Bianca presionó el botón, la cámara los congeló sonriendo y la mirada azulada de Alban resaltaba entre los mechones oscuros de Bianca.
No fue la única. Alban emitió el sonido de un beso mientras estiraba los labios hacia su mejilla sin alcanzar a tocarla, y la próxima foto la retrató mirándolo con una sonrisa.
La hierba le dejaba una sensación cálida en el cuerpo, pero el calor que ahora sentía se debía a la cercanía de Alban. Entre una foto y otra se habían apegado más, y él todavía le sostenía la mano a un lado de la pierna.
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Purplish
RomanceEl primer pensamiento que ocupó la mente de Bianca cuando despertó fue que moriría. Una certeza que iba más allá del conocimiento de que todo lo que nacía, algún día debía marchitarse. Los objetivos con los que escapó de su caótico hogar junto a su...