Había olvidado renunciar. Y no culpaba solo a su mala memoria, sino que también a Alban.
Para la segunda mitad del turno del día anterior no hubo demasiado tiempo para charlar ni enseñar, pero el chico se las había arreglado para mostrarle los cafés que preparaba y así conseguir su visto bueno antes de entregárselos a los clientes.
Bianca no debía darle tanta importancia, sin embargo, lo hacía.
Nunca, en dos meses y que no fuera Agustina, alguien de ahí le había hablado directamente sin rastro de amargura. Nadie, que no fuera su jefa, la había mirado con los ojos cargados de alegría. Porque Alban lucía como si se estuviera acordando de un chiste, pero no le daba la sensación de que el chiste fuera ella. Y nunca, en su horario laboral, alguien le había pedido su opinión sobre qué tan bello lucía un café.
Le daba importancia porque Alban incluso estaba logrando que las horas se sintieran menos tediosas; porque cambiaba la imagen que tenía de la cafetería.
—¿Cuál es tu café favorito? —le preguntó él cuando faltaban seis minutos para la hora de almuerzo.
Bianca levantó la mirada del vaso de la licuadora que lavaba y la posó en él. Alban le sonreía con una miga de macaron rosa en la comisura de los labios. Y si ese hubiera sido Ian, ella ya se la habría limpiado, pero lo cierto era que, si había algo en lo que Bianca tenía casi nula experiencia además de ser barista, era tocando a la gente y sintiéndose cómoda con ello.
—El Nina acaramelada —respondió enfocándose en el vaso de la licuadora una vez más y lo comenzó a enjuagar—. ¿Lo recuerdas?
Ese era otro problema: la cafetería era de dueños latinoamericanos y las bebidas llevaban nombres en español. Bianca hablaba neerlandés e inglés a la perfección, con el francés se quedaba un poco al debe, pero de español solo sabía pronunciar los productos de la carta que ofrecía día a día. Si hubieran estado en su idioma, tal vez le habría resultado más fácil hacer conexión entre nombre e ingredientes.
—Básicamente, un caramel macchiato frío.
Cortó el agua y comenzó a secar el vaso. Cuando lo miró, esbozó una sonrisa cómplice.
—Pero mi favorito lleva exceso de caramelo y es descafeinado.
La sonrisa de Alban se ensanchó.
Llegaron dos clientes más antes del cierre del local, y aunque Bianca se había encargado de limpiar la encimera, perdió sentido al ver que Alban la ensució de nuevo con leche y café. Iba a mandarlo a pasar un paño húmedo por el mueble, cuando este se plantó frente a ella con un vaso plástico en las manos.
—Para ti —dijo extendiéndolo hacia ella.
Las voces de sus compañeros cesaron. Bianca miró el vaso y luego a Alban, una y otra vez, incapaz de alzar las manos para recibirlo. En el centro había un corazón hecho con salsa de caramelo perdiéndose entre el líquido que lucía mucho más oscuro que el de la receta original. Tragó y envolvió el vaso con las manos.
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Purplish
RomanceEl primer pensamiento que ocupó la mente de Bianca cuando despertó fue que moriría. Una certeza que iba más allá del conocimiento de que todo lo que nacía, algún día debía marchitarse. Los objetivos con los que escapó de su caótico hogar junto a su...