Jules no podía recordar si su vida siempre se había dividido en dos, solo tenía la certeza de que así era desde la última vez que vio a su hermana respirar. Su partida había dejado una señalética que marcaba un antes y un después, pero también había hecho visible una desagradable verdad: debía pagar con oscuridad la engañadora luz que lo elevaba cada cierto tiempo.
Enredado entre las sábanas y el edredón, una vez más se sentía incapaz de saldar la deuda. Inhalar y exhalar le exprimía los pulmones, salir de la cama convertía sus extremidades en gelatina, y posar la mirada en aquello que hacía días le había acelerado el corazón con fervor ahora lo estrujaba con las mismas garras que deseaban llevarlo al abismo al que se intentaba resistir. Porque aguantar un poco más solo era posible al inicio, y no quería rendirse sin haber peleado.
El silencio de su hogar y la poca luz que entraba por el costado de las cortinas mal cerradas daban la sensación de que el mundo se había detenido al mismo tiempo que él, pero no era más que una ilusión. Las aves seguían cantando en la ventana, aunque Jules ya no se mantenía despierto hasta que ellas aparecieran. Los niños del barrio seguían reuniéndose por las tardes, aunque habían empezado a preguntarse por qué el mimo ya no salía a trabajar. Y su teléfono seguía encendiéndose con mensajes entrantes, pese a que llevaba ignorándolos durante seis días.
El último que envió fue para Bianca y merodeaba en su cabeza con la misma frecuencia que lo hacía aquellos que había respondido. No era solo uno, Bianca había empezado con una simple pregunta y al día siguiente, esta se transformó en una petición firme e ilusionada: «Por favor, Jules, eres la única persona con la que podría hacer esto. La oportunidad significa mucho para mí», dijo.
Qué ironía que él fuera la única persona con la que Bianca se imaginaba tomando una decisión tan importante. Y cuánto le había dolido negarse sabiendo que incluso en la penumbra quería darle el mundo entero.
«Lo siento, Bi, pero no es algo que quiera para mí. Perdón por tardarme en contestar, no me he sentido bien. Quizás me mantenga ausente durante un tiempo. Cuídate mucho», respondió.
No le deseó suerte en las siguientes actividades del club. No le dijo que hasta ahí había llegado su participación. Se tragó las ganas de decirle que la distancia no hacía diferencias, que seguía pensando en ella más horas de las que le hacían bien, que deseaba abandonar el pozo para verla usando un sinfín de corsés más.
Llorar lo limpiaba. Fuera por alegría o por tristeza, sentir las mejillas húmedas y el alivio bañándole el cuerpo era un regalo, uno de los que lo habían llevado a no seguir buscando las pastillas luego de no encontrarlas en las farmacias más cercanas. Quizás era una excusa, pero odiaba que estas lo hicieran pagar la estabilidad con la supresión de emociones. Nadie entendía que no quería reprimir, solo quería sentir sin ser elevado al cielo o enterrado en el infierno.
Giró sobre la cama y alcanzó el teléfono que reposaba en el velador. Ignoró los mensajes del club de escritura y entró al chat de Bianca para leer los que llevaba escribiéndole cada día.
Bianca: Olvida lo que te pedí, vuelvo a hablarte para que sepas que estoy pensando en ti. No te sientas presionado a responder, solo quería decir que te extraño y espero que pronto puedas estar mejor.
Bianca: ¿Está mal si quiero dejarte todos los días un mensaje? ¿O quizás dos o más?
Bianca: Sé que no tendré una respuesta por ahora, pero prefiero atreverme.
Bianca: Te quiero y te extraño. Hoy le vendí un café a una persona que usaba corsé y me acordé de ti.
Bianca: Extraño escuchar tu voz. No me importaría si ahora sonaras apagado y si no rieras, sería genial solo escucharte respirar.
Bianca: Hoy desperté llorando, con la sensación de que estás peor de lo que quisiste demostrar la última vez que hablamos. Me duele. Por favor, cuídate mucho.
Bianca: Necesito abrazarte y acompañarte. Te quiero mucho, Jules, no lo olvides.
Bianca: Hoy volví a tocar el teclado para sentirme un poco más cerca de ti. Intenté hacer una melodía similar a la última canción de cuna que compusiste, pero fue un desastre. Te quiero mucho. Demasiado.
Releyó los mensajes con la vista nublada y apretó el teléfono con la poca fuerza que le quedaba. Era una tortura quererla y no poder tenerla, guardarse las palabras que solo le pertenecían a ella y mantenerse de pie a base de escenarios que jamás ocurrirían. Porque las personas como Bianca no eran para quienes debían pagar por cada gota de paz y que se convertían en un trapo roto bajo la tristeza o lo destruían todo en la felicidad. Bianca no merecía a alguien dividido en dos.
Salió del chat y le dio un vistazo al resto. Bloqueó la pantalla, pero enseguida volvió a desbloquearla y frunció el ceño al ver que el chat de dos personas diferentes contenían el mismo mensaje:
«Acepta».
¿Guardamos a Jules en una cajita?
Si están pasando por un momento similar al suyo, les mando un abrazo. Espero que encuentren un poquito de luz y un refugio en su personaje.
Les adoro 💜
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Purplish
RomanceEl primer pensamiento que ocupó la mente de Bianca cuando despertó fue que moriría. Una certeza que iba más allá del conocimiento de que todo lo que nacía, algún día debía marchitarse. Los objetivos con los que escapó de su caótico hogar junto a su...