A cuatro días de la discusión con Alban, no sabía más de él que aquello que le contaba Jules. Bianca empezaba a creer que la petición de que se fuera era definitiva. Y aunque entendía que la verdad a la que se había enfrentado no era fácil de procesar, suponía que la esperanza que había sentido era un síntoma del amor y quizás también, la ingenuidad.
De la mano de Jules caminaba por el parque haciendo crujir las hojas secas bajo las botas, mientras otras le caían sobre la cabeza ante el mínimo soplido del viento. Él se las quitó con uno suyo luego de haberse detenido para hacerle una especie de sombrero con ellas y fotografiarla.
El otoño era su estación favorita, pero cuatro días de cielo grisáceo, sin un cuerpo más que le quitara el frío y la ausencia de colores intensos estaban logrando que sintiera rechazo.
—Me sigue sorprendiendo que te lo hayas tomado con tanta naturalidad —dijo Bianca.
Jules soltó una risa nasal y metió sus manos entrelazadas en el bolsillo de su abrigo.
—Las personas que tienen ideas en común no necesitan de lo explícito para reconocerse entre ellas. —Sonrió mirando a unos jóvenes que reían en el pasto—. Suponía que éramos más parecidos de lo que creía cuando todavía no nos veíamos las caras. Pero la noche que les conté sobre mi hermana, sentí el miedo y nerviosismo de Alban al escuchar sobre la muerte, mientras que tus latidos se mantuvieron intactos contra mi espalda. —Le acarició el pulgar antes de apretarle la mano—. Pero me diste consuelo y empatizaste conmigo, así que no podía deberse a falta de interés. Hace unos días concluí que simplemente te habías familiarizado demasiado con el concepto.
Bianca apoyó la cabeza en su hombro. Todavía le sorprendía saber que había personas para las que no pasaba desapercibida y que guardaban ciertos detalles suyos.
Se adentraron a la feria que se había instalado a quince minutos de su apartamento. El primer puesto que llamó la atención de Jules fue uno de ropa intervenida. En sus prendas, las diseñadoras habían plasmado los colores y formas del otoño. Se escapaba por completo de lo que él acostumbraba a crear, pero su curiosidad no tenía límites.
Lo llevó hasta allá para que contemplara a menos distancia y entablara la charla que sabía que se moría de ganas por empezar. Un par de minutos después, se alejaron con un número de teléfono y Jules sonreía como si se hubiera ganado la lotería.
La siguiente parada la hicieron para comprar los pasteles rellenos de chocolate que Bianca no pudo ignorar al sentir el dulce aroma. A Jules le compró unos de crema de café y para Alban pidió unos de crema pastelera. Dudó al tener las bolsas de papel en las manos, pero él le quitó la suya y la de Alban y le besó la frente.
—Puedo fingir que se los he comprado yo, si quieres.
Asintió y probó uno de sus pasteles. Sus ojos se cerraron enseguida.
—No tengo idea de cuántas maravillas hay en el mundo, pero esta es una de ellas.
Jules rio y se inclinó para besarla. Bianca sonrió cuando se separaron y llevó el pastel a sus labios. Soltó un grito ahogado ante lo adorable que lucía disfrutando y debió sostener la bolsa entre los muslos para acunarle el rostro y volver a besarlo aun cuando no terminaba de comer. Pero la culpa no tardó en asomarse a la superficie y la bolsa cayó al suelo cuando Bianca se lanzó a abrazarlo.
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Purplish
RomansaEl primer pensamiento que ocupó la mente de Bianca cuando despertó fue que moriría. Una certeza que iba más allá del conocimiento de que todo lo que nacía, algún día debía marchitarse. Los objetivos con los que escapó de su caótico hogar junto a su...