50 | Amarillo verdoso nomeolvides

147 21 25
                                    

La noche del 7 de enero, en el aeropuerto junto a Ian y Camille, Bianca se descubrió a sí misma estando bien con la idea de soltar, aunque hacerlo implicara lanzarse a un mar de incertidumbre

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La noche del 7 de enero, en el aeropuerto junto a Ian y Camille, Bianca se descubrió a sí misma estando bien con la idea de soltar, aunque hacerlo implicara lanzarse a un mar de incertidumbre.

Observó a Ian sentado con la maleta entre las piernas inquietas y el pasaporte en mano. El corazón se le apretujó pero también brincó de la emoción, porque lo había sacado de Róterdam como le había prometido, le había abierto las puertas de un mundo lleno de posibilidades y ahora ya no la necesitaba para vivir.

Ambos habían despotricado contra su accidente y ambos, también, sabían que no siempre tenían que buscar la luz en la oscuridad, pero Bianca estaba feliz porque al menos aquel suceso le había dado las herramientas a su hermano para moverse solo, confirmar que podía intentarlo tantas veces como quisiera y entender que allá afuera había mucho más que el amor de una gemela protectora.

Ian miró la hora en su teléfono y se lo guardó en el bolsillo. Recorriendo el aeropuerto con la mirada, se puso de pie. Bianca sabía que estaba extendiendo el momento hasta que tuviera que mirarla a ella, pero la voz que sonó por los altavoces indicando su vuelo a Luxemburgo no le permitió perder más tiempo. Compartieron una sonrisa al encontrarse.

—No sentía que fuera apropiado visitar a Jules, pero ¿podrías darle un mensaje de mi parte? —preguntó. Ella asintió—. Dile que siempre estaré agradecido de lo que hizo por nosotros. Desde hacernos sentir que este era nuestro hogar cuando solo llevábamos una semana aquí, hasta ayudarme a hacerte recordar. Si incluso encontré el amor gracias a él. —Le regaló una mirada tierna a su novia que estaba sentada a sus espaldas—. Y que lo perdono y le deseo lo mejor —dijo y esbozó una sonrisa ladina—. Eso dice bastante de mí, considerando que lo mejor eres tú, así que espero que aproveche la oportunidad, aunque de eso ya se encargarán ustedes.

Se abalanzó sobre él y lo abrazó con las lágrimas ya en sus mejillas. Se acariciaron el pelo y, por unos segundos, el miedo a dejarlo ir y no acompañarlo para asegurarse de que nada le faltara fue asfixiante. Pero ella misma se lo había dicho: debían dar aquel paso para crecer. Y si en algún momento se volvía insostenible, siempre podrían volver al otro, pero no sin antes haberlo intentado.

Intentar.

Habían repetido esa palabra hasta el cansancio en promesas que se sentían vacías, y hasta ese instante, Bianca no se había percatado de que todo el tiempo habían estado haciendo mucho más que intentos. Día tras día, el solo acto de permitirse un respiro más tenía un impacto colosal en los minutos siguientes que luego construían días, semanas y meses.

—Te amo mucho —dijo ella—. Cuídate, ¿sí? No quiero decir más, prefiero encargarme todos los días de que no me olvides. —Rio al alejarse.

—Eso jamás. —Le sacudió el pelo y sonrió—. Te amo. Envíame un mensaje cuando llegues a casa.

Bianca asintió, abrazó a Camille y le agradeció por todo.

Y, tal como se lo había pedido a Ian, no miraron atrás. Cruzaron las puertas de Policía Internacional y estas se cerraron con el último ápice de su imagen difuminada tras el vidrio. Bianca sonrió y se encaminó hacia la salida del aeropuerto.

Esa noche volvió a llover.

Al llegar al apartamento, dejó el paraguas de arcoíris bajo el techo del balcón y se recostó en la alfombra de la sala, entre flores azules marchitas y toda la decoración con la que Ian había intentado darle un inicio más y que Bianca reemplazaría al día siguiente por púrpura.

Su mirada se perdió en el techo durante unos minutos mientras que con su mano contorneaba el teléfono que guardaba en el bolsillo del pantalón. Lo sacó y lo apretó con fuerza. Había algo que no se había permitido hacer y que sentía necesario para tener un poco más de calma.

En sus contactos estaba el número de Kass, la chica del hostal en el que habían alquilado habitación para el cumpleaños de Alban. Esa noche se los había dado por si necesitaban alojamiento en otro viaje, pues su numerosa familia tenía varios hostales por Francia.

Presionó su número y se llevó el teléfono a la oreja.

—¿Hola? —dijo Kass al tercer tono.

—Kass, soy Bianca, la chica que...

—¡Ah! ¡La novia de Alban!

Cerró los ojos y apretó los labios.

Podía recurrir a la cordialidad, pero lo cierto era que no tenía ganas y, probablemente, no volverían a verse, así que no importaba si se saltaba algunos pasos.

—Verás... Alban se fue —dijo Bianca con vacilación—. Y yo quería saber si quizás tenías alguna información sobre él. —Se frotó el rostro con las manos para ocultar las muestras de una vergüenza que nadie podía ver.

—¿Se fue sin avisar?

—Sí.

Kass resopló y se mantuvo unos segundos en silencio.

—Escucha, Bianca: no es la primera vez que lo hace. No sé si te habrá contado sobre mí, pero éramos amigos cuando vivíamos en Doncaster, y así como a su madre, tampoco me dijo que se iría. —Chasqueó la lengua, dándole la impresión de que estaba frustrada—. Jamás volvió a contestar mis llamadas y al parecer le dijo a su madre que no me contara nada sobre él. Ni siquiera ese día que nos reencontramos en el hostal pude conocer el porqué. Así que, no, no sé de su paradero ni por qué se fue ni cómo está. Lo único que puedo aconsejarte por experiencia propia es que no pienses que su decisión tiene que ver contigo. No permitas que te haga dudar de tu valor, por favor.

Las palabras de Kass se repitieron en su cabeza incluso después de darle las gracias y despedirse, así que con ellas y la ausencia del adiós que nunca tendría, la madrugada del 8 de enero, Bianca empezó a escribir una nueva historia: sobre cómo sobrevivió, huyó, amó, perdió, amó otra vez y volvió a perder, pero su naturaleza humana le permitió empezar de nuevo.

Y a la mañana siguiente, el primer pensamiento que ocupó su mente fue que viviría.

¿Cómo se sienten con este último capítulo? ¿Sufrieron mucho leyendo Purplish? JAJAJJSJSJSJ si se preguntan si me alimento de sus lágrimas, la respuesta es sí

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Cómo se sienten con este último capítulo? ¿Sufrieron mucho leyendo Purplish? JAJAJJSJSJSJ si se preguntan si me alimento de sus lágrimas, la respuesta es sí.

Les adoro, nos encontramos en el epílogo.

Les adoro, nos encontramos en el epílogo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
PurplishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora