Dos días después de haber recuperado el habla, Bianca se encontraba fuera de la Facultad de Medicina en donde cursaba Dean: mejor amigo de Jules y cabecilla del plan que la había ayudado a recobrar la memoria.
Sentía que se empequeñecía un poco más con cada minuto que pasaba frente al anticuado edificio que se presentaba con enormes pilares de piedra alzados hacia el cielo. Tampoco le resultaba fácil pasar desapercibida con el contraste del negro de su ropa y el paraguas arcoíris, y por alguna extraña razón, quienes se dirigían hacia la entrada parecían reconocer que no pertenecía ahí. Aquello solo la hacía agarrar con más fuerza el interior del bolsillo de su abrigo.
No tuvo mucho tiempo para hallar calma, el principal culpable de su estado salió por la gran puerta de madera y bajó los escalones con rapidez mientras abría un paraguas negro. De piel morena que no necesitaba del sol para resplandecer, altura imponente y caminata elegante, Dean era mucho más intimidante de lo que recordaba. Sin embargo, no había atisbo de la mirada analítica que lo caracterizaba; lucía increíblemente distraído.
Había contado con que la vería y se le acercaría, pero pasó por su lado sin inmutarse de su presencia. Cuidando de mantener la distancia, lo siguió y ralentizó los pasos cuando alguien lo saludó y él respondió segundos más tarde sin siquiera mirar a la persona. Dobló hacia el aparcamiento.
El coche en el que se detuvo era el mismo en el que Jules los había llevado a la playa.
Dean entró en él, cerró la puerta y Bianca fue incapaz de decir una sola palabra. Algo la asfixiaba, pero no podía irse sin respuesta, y solo necesitaba una.
Agitada y perdida, se paró frente al coche.
Lo primero que encontró en la mirada de Dean fue duda, como si creyera imposible que fuera ella quien estaba ahí. Sin embargo, esta enseguida dio paso al entrecejo fruncido con el que mostraba rechazo.
Bianca rodeó el coche y solo tuvo que esperar un par de segundos para que desbloqueara la puerta de copiloto. Cerró el paraguas, entró y lo situó entre sus piernas.
—Ese paraguas es de Jules —dijo Dean mirándola.
—Ayúdame a devolvérselo. ¿En qué Centro está?
Resopló como un animal a segundos de enrabiarse. En sus ojos no había rastro de la fraternidad con la que solía mirarla. No era el chico que le ofrecía abrigo apenas la veía temblar de frío, ni el que la escuchaba con atención cuando le contaba sobre una nueva trama para escribir. Ni siquiera la miraba con la distancia que ponía con desconocidos; Bianca se había convertido en algo peor que nada para él.
—No eras tan ingenua cuando te conocí. Has perdido la cabeza si crees que dejaré que vuelvas a acercarte a elle.
—Alguien debe contarle que Alban se fue y tú no eres la persona más adecuada para eso —espetó—. No creo que dimensiones lo importante que es para Jules. Necesitará contención y alguien que le comprenda, no que entre en desesperación por arrancarle de golpe el dolor. —Tomó una bocanada de aire intentando controlarse para suavizar la voz—. De verdad entiendo que cada decisión la hayas tomado para cuidarle, pero no puedes ser su único apoyo. Necesita una red firme y segura.
ESTÁS LEYENDO
Purplish
RomanceEl primer pensamiento que ocupó la mente de Bianca cuando despertó fue que moriría. Una certeza que iba más allá del conocimiento de que todo lo que nacía, algún día debía marchitarse. Los objetivos con los que escapó de su caótico hogar junto a su...