Era el día de la visita de Dean y la sonrisa inmediata de Jules al verlo fue reflejo de los días que había contado para el encuentro.
Tan abrigado como lo habían acostumbrado sus padres desde pequeño para enfrentar el invierno, caminaba hacia elle con las manos en los bolsillos de su chaqueta, y aunque la lluvia intentaba quedarse en su pelo, la esponjosidad de sus pequeños rizos impedía que las gotas se perdieran entre estos.
Lo esperó bajo la zona techada en la entrada del edificio, sin embargo, cuando le faltaban pocos pasos para llegar a elle, Jules no aguantó, dio los últimos y se lanzó a sus brazos. Dean lo envolvió con fuerza y le acunó la nuca con una mano mientras que mantenía la otra firme en su espalda.
Su amigo era el tipo de persona que solo daba abrazos en fechas especiales como Navidad, Año Nuevo y cumpleaños, pero había empezado a hacerlo más desde que Jules estaba internado. Al principio era un abrazo corto al saludarlo y luego al despedirse. A la visita siguiente, mientras charlaban, se apoyó ligeramente en elle y se mantuvo así durante unos segundos. Jules no destacaba sus muestras de cariño en voz alta por miedo a que se retrajera con vergüenza debido al cambio percibido, pero le hacía feliz.
Dean le preguntó al oído cómo estaba y Jules fue sincere: estaba mejor que cuando entró al Centro.
Ahí dentro había encontrado una felicidad distinta. La disminución de estímulos le mantenía la mente más despejada y le daba calma tener la oportunidad de concentrarse solo en sí misme y en estar bien. Y lo mejor era que aquella tranquilidad no dependía de cuándo descubrirían sus secretos y si seguirían queriéndole después de eso.
Sentía que el mundo se movía más lento, también. Y aunque sabía que eventualmente debería salir, en ese momento, estar ahí era lo que quería y necesitaba.
Jules le acarició los rizos y se alejó todavía sonriendo. Con la cabeza, Dean hizo ademán hacia la derecha y se encaminaron por el pasillo. Este circundaba el edificio completo por fuera y en días de lluvia se convertía en una improvisada terraza para jugar juegos de mesa, hacer arte o descansar sin exponerse directamente a la humedad.
—La señora del casino sigue dándome porción extra de postre gracias al coqueteo de Alban —le contó riendo. Dean negó con la cabeza mientras sonreía—. Oh, y mira. —Metió la mano al bolsillo de su chaqueta y sacó dos figuras de origami que escondió tras su espalda—. Hay un chico que ha aprendido a hacer origami y le pregunté si podía hacerme unos regalos para ustedes. Me los entregó cuando venía de camino a encontrarte. Este es para ti: tu gata Marie Curie. —Le mostró un pequeño gato de papel naranja y se lo acercó a la mejilla para refregarlo como hacía su gata cuando lo veía echado en el sofá—. Hola, Dean Din Don —dijo con una voz aguda.
Él se echó a reír y le quitó el origami para observarlo.
—¿Dean Din Don?
—Una interna me contó que en su país venden unas galletas llamadas Din Don, así que he decidido bautizarte así. —Esbozó una sonrisa amplia.
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Purplish
RomanceEl primer pensamiento que ocupó la mente de Bianca cuando despertó fue que moriría. Una certeza que iba más allá del conocimiento de que todo lo que nacía, algún día debía marchitarse. Los objetivos con los que escapó de su caótico hogar junto a su...