8

685 106 4
                                    

Freddy tenía fiebre. Su piel ardía y por su frente caían pequeñas gotas de sudor, pero él sentía frío, mucho frío. Se encontraba en un duermevela continuo y las pesadillas se entremezclaban con sus recuerdos.

«Desde la muerte de la emperatriz todo parecía haber perdido su color en el palacio. Las imágenes en blanco y negro iban y venían como una sucesión de momentos en los que aparecían muchos rostros ahora difuminados por el paso del tiempo. El funeral fue largo y toda la capital entera parecía haberse apagado, como si Julia hubiera sido un familiar fallecido para todos los habitantes del Imperio. Los nobles vestían de luto, con prendas lujosas y oscuras, presentaban sus respetos al emperador y ofrecían tristes palabras de lamento. Sin embargo, muchas de aquellas lágrimas no eran más que máscaras de tristeza, pues todos miraban con codicia el asiento ahora vacío del trono de la emperatriz. Un joven Freddy, apenas un adolescente, observaba todo desde su sitio a un lado de Jack Conway, quien se había convertido en un hombre completamente diferente a lo que había sido en el transcurso de los meses posteriores a la muerte de su esposa. Su sonrisa se había perdido, su rostro ahora mostraba una continua expresión de infelicidad, sus ojos ya no tenían brillo y su personalidad era hosca y gruñona. Con sus vestimentas oscuras, la corona dorada parecía destacar aún más sobre su cabeza.

Freddy pensaba que no debía estar ahí, pero después del incidente el palacio se había quedado con pocos guardias. Como hijo de un conde, le correspondía obedecer al emperador de forma directa y su reciente nombramiento como caballero le obligaba a estar en aquella posición.

—Trucazo —le había dicho Jack con su voz grave y áspera, observando el salón del trono y sin tan siquiera mirarle a la cara—, vas a tener que acostumbrarte a esto. Tu vida ahora me pertenece.

El chico se mantuvo en silencio. Pensó en muchas cosas, pero era lo suficiente inteligente para saber que hay ocasiones en las que es mejor no decir nada y aquella fue una de ellas.

—He oído mucho sobre ti. Me han dicho que eres un chico inteligente y habilidoso —continuó sin mirarle—. Quiero que sepas que para mí eres otro pedazo de mierda más. Estás a mi lado por tu título de conde, esta posición es por tu padre. No te creas mejor.

Era un adolescente y lo estaba enfando más de la cuenta, así que esta vez Freddy no pudo evitar decir lo que pensaba y lo soltó directamente sin siquiera mantener las formalidades adecuadas.

—¿Y a mí qué me estás contando, neno? ¿Tú te crees que yo quiero estar aquí o qué? La única razón por la que te aguanto es porque eres el emperador y no me queda otra opción, pero tampoco te creas tanto que tú no sabes nada sobre mí.

Y entonces el emperador, más sorprendido que enfadado, se dignó a mirarle al fin».

Freddy sentía que se quemaba y al momento siguiente que se congelaba. Su cuerpo temblaba sin cesar y le dolía la cabeza. La garganta seca le ardía, percibía punzadas de dolor por todo el cuerpo y no podía parar de moverse de un lado a otro en constante agonía.

De repente, notó que algo suave le acariciaba la frente. Entre sus desvaríos, Freddy supo que era la mano de una persona y allá donde sintió que aquellos dedos rozaban su rostro, iban dejando un rastro relajante. Después, la mano se posó en su nuca y el tacto del cristal tocó sus labios. Cuando el agua fresca se deslizó por su garganta fue como volver a la vida.

El calor de una manta mullida y el frescor de un paño húmedo en su frente le ayudaron a templar su cuerpo y poco a poco dejó de temblar.

«La investigación sobre el ataque a la emperatriz parecía no tener fin. Todos los supervivientes tenían un testimonio similar al suyo propio. Nadie había visto ni oído nada hasta que fue demasiado tarde, como si los atacantes se hubieran infiltrado en el palacio convertidos en sombras. Y es que Freddy llegó a sospechar que algo así era lo que había sucedido. La única explicación que se le ocurría era la intervención de la magia.

Freddytabo - El Hijo del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora