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Era temprano por la mañana y el sol aún no había salido. El rocío cubría la hierba con pequeñas gotas de agua y el olor del amanecer impregnaba el ambiente. Freddy estaba en el camino que llevaba a los establos, cerca del bosquecillo que rodeaba el campo de entrenamiento.

Como era su costumbre cuando lo consumía la impaciencia, daba vueltas de un lado a otro, esperando la llegada del rubio. ¿Habría visto la nota? ¿Iría a la clase?

Entonces escuchó un ruido de pasos acercándose y alzó el rostro expectante.

—Verás como alguien nos encuentre aquí a estas horas —decía una voz masculina.

—No seas así, que tampoco vamos a hacer nada, solo vamos a hablar —respondió una voz femenina.

—¿Y no podemos hablar más tarde después de dormir un rato? Estoy agotado.

—No, no. Que luego siempre te escabulles y esto es importante.

Freddy Trucazo no era una persona que buscase cotilleos, pero no podía resistirse si el chisme iba a él de aquella forma.

En silencio se escondió y dejó pasar a la pareja que caminaba hacia el establo. Cuando entraron, Freddy se acercó a una de las ventanas y se agachó sigilosamente para ver la escena sin que lo descubriesen.

La chica encendió una pequeña lámpara de aceite y se iluminó un poco la estancia, entonces pudo reconocer a las dos personas: Murray y Katalina.

—A ver, dime, ¿qué es eso tan importante que no puede esperar? —preguntó Murray con cansancio.

Katalina lo miró enfadada por la actitud que estaba tomando.

—¿Ves? Si es que no te tomas nada en serio —respondió ella.

Freddy desde su escondite asintió dándole la razón a la chica.

Justo entonces escuchó unos pasos que se acercaban y Freddy se asomó por el lateral para ver quién interrumpía su entretenimiento.

No necesitaba luz para reconocer aquella silueta que se acercaba en la oscuridad: era Gustabo.

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Gustabo se despertó muy temprano debido a que se había ido a dormir pronto. Cuando abrió los ojos comprobó que ni siquiera había salido el sol y el cielo aún estaba oscuro.

Podría hacer el intento de volver a dormir, pero sabía perfectamente que solo sería una pérdida de tiempo. Así que se levantó y comenzó a estirarse.

En ese instante vio la nota cerca de la ventana.

—¿Qué es esto? —murmuró para sí mismo, con la voz aún teñida de sueño.

Cuando la leyó se quedó paralizado. ¿Freddy había estado allí? ¿Tenía una clase? Y más importante aún, ¿cómo que era un manco con los caballos? Si él era mejor que la mayoría de sus compañeros.  

Quizá porque aún no estaba completamente despierto, quizá porque se había sorprendido por la nota o quizá porque le ofendió que el comandante lo considerara un mal jinete, ni siquiera dudó un instante en asistir a la clase, olvidando totalmente su comportamiento del día anterior.

Caminó con decisión hasta que estuvo bastante cerca del establo como para recordar que había estado evitando a Freddy. Sin embargo, antes de que pudiera arrepentirse, alguien le agarró por la espalda, le tapó la boca y le arrastró consigo. 

Ni siquiera le dio tiempo a gritar. Antes de eso, la reconocible voz del comandante le susurró al oído. 

  —Sssssssh, no hagas ruido, la novela está interesante. 

Freddytabo - El Hijo del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora