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Freddy había estado en situaciones extrañas en repetidas ocasiones a lo largo de su vida, pero, sin duda, aquella podía encabezar la lista.

Se encontraba sentado frente a unos personajes de lo más extravagantes, separados tan solo por una mesa desvencijada. El comandante, con su oscuro y elegante atuendo, observaba con expresión seria y una ceja arqueada a Bo, Luisito, Yados y el Abuelo, que a su vez le devolvían una mirada cargada de desconfianza.

Freddy tenía dudas sobre cuál de ellos le parecía más raro. Quizá el joven con ojos rasgados y cabello rosado o el tipo musculoso al que parecía gustarle ir con el torso desnudo, aunque el anciano de piel oscura con un ojo tatuado en la frente también tenía lo suyo, al igual que el muchacho a su lado que desencajaba completamente en aquel conjunto hasta que abría la boca y se notaba que era igual que el resto.

Desde luego, era un grupo curioso.

Habían pasado apenas unas horas desde la muerte de Gustabo y ya se había extendido la noticia del ataque al príncipe por toda la capital. Aunque los rumores variaban mucho y había quienes hablaban de que el heredero había sufrido heridas graves y se encontraba postrado en cama e inconsciente, otros comentaban su presunto fallecimiento, mientras que algunos mezclaban el ataque con lo sucedido en el baile y contaban cómo el príncipe había decapitado a un asesino que había tratado de apuñalarle, pero había acabado gravemente herido en la lucha.

En cualquier caso, no había nada confirmado, pero toda la población parecía consternada con la noticia. Justo cuando el príncipe había reaparecido, sucedía aquello. Era como si el emperador estuviera condenado a la soledad.

En mitad de aquel estado de alarma, Freddy había acabado en la casa de aquel grupo que ayudó a Gustabo cuando se había convertido en un niño.

El rubio le había contado que le habían animado mucho, hablándole sobre cosas que iban más allá de aquel mundo.

En su momento, Freddy había pensado que le habían dado a Gustabo alguna seta alucinógena. Cuando le empezó a hablar de un tercer ojo, lectores, escritora y dimensiones no entendió ni una palabra.

Sin embargo, era lo único que se le había ocurrido para encontrar alguna pista sobre cómo encontrar un alma que había sido sacrificada y devolverla a su cuerpo.

—¿Qué dise que le ha pasado a mi hijo? —preguntó Bo de nuevo con el tono de voz infantil.

—Ya te lo he dicho, neno. Le han apuñalado en el corazón y han sacrificado su alma —repitió Freddy.

—Este tío está fucking loco —dijo Yados incrédulo.

—Y me lo dices tú precisamente —respondió el comandante.

—Pero entonces, ¿Gustabo ha muerto? —preguntó Luisito afectado.

—Sí, pero quizá podamos salvarlo.

—¿Pero no le habían apuñalado en el fucking corazón?

—Sí.

—¡Tú ele un mofetelo y tu madle e una pela!

—Hijo, a ver esa lengua —le riñó el Abuelo—. Que igual el comandante tiene algún plan.

—¡Pelo que han helido a Gutabo!

—No, Bo, no está herido, dice que ha muerto —le corrigió Luisito triste.

—¡QUÉ! ¡¿Que han matado a mi hijo?! —gritó Bo, usando su voz grave.

—Vamos a ver, pitucos, repito: Gustabo está muerto, pero podemos salvarle y necesito encontrar su alma.

—¡Pero que le han apuñalado el fucking corazón!

Freddytabo - El Hijo del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora