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Después de llorar por la muerte de su padre, Gustabo había logrado calmarse con relativa rapidez. Había muchas preguntas en sus ojos cuando miró a Toni y a Castro y ellos le contaron todo lo que había sucedido desde que Gordon le había apuñalado, mientras que él se alimentaba y se hidrataba. 

Sintió el entusiasmo de Pogo ante la perspectiva de una batalla y sin decir una palabra, pues apenas podía hablar aún, se encaminó directamente hacia los establos. 

No había tiempo que perder. 

La sanadora y su primo lo siguieron sin dudarlo y así fue cómo se dirigieron hacia la guerra sobre sus monturas.

Gustabo no estaba seguro de lo que esperaba encontrar, pero lo que vio le dejó una gran impresión. 

La diferencia entre los distintos ejércitos de los hombres y los monstruos y demonios era abrumadora. A pesar de haber cientos de miles de caballeros y soldados, apenas resistían a la enorme marea de oscuridad que se extendía hacia el horizonte y más allá de donde alcanzaba la vista. 

La energía que se sentía en aquel momento era desoladora. 

—«¿Realmente hay alguna forma de ganar esto?» —se preguntó Gustabo. 

Una explosión en el aire llamó su atención. Aquellos demonios alados estaban resistiendo bien los ataques con pólvora. El fuego y las cenizas cayeron desde las nubes y fueron arrastrados por el viento. 

El estruendo de otra nueva explosión más cercana asustó al caballo, que relinchó sobre la colina y alertó a todo el mundo de su presencia. 

Entonces ocurrió algo inesperado. 

Esa energía desoladora que había sentido al contemplar el campo de batalla cambió completamente en un solo instante. De repente podía sentir cómo las personas de su alrededor se llenaban de energía y contratacaban con fuerza. 

Todo se llenó de esperanza. 

El príncipe calmó al caballo y trató de encontrar a Freddy entre la multitud que luchaba, pero fue en vano. Era muy difícil distinguir a una persona en mitad de una batalla. 

—«¿Estás preparado, Pogo?» —preguntó Gustabo en su mente. 

—«Pogo siempre está listo» —respondió. 

—«Muy bien, Pogo, hagámoslo juntos. Acabemos de una vez con esto» —dijo Gustabo, que endureció la mirada y se dirigió hacia el frente.

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La aparición del príncipe tuvo aquel efecto en los humanos, incluso en aquellos que no eran del Imperio. 

Y es que Horacio se llenó de alegría al ver que su hermano se encontraba bien y esto a su vez afectó a Volkov y al resto de los caballeros del Reino del Norte, que sintieron el cambio en la actitud de sus líderes.

Algo similar sucedió con el grupo de los Gambino pues se reencontraron con Toni. 

Finalmente, estaba Bo. ¿Cómo no se iba a alegrar de ver con vida al que había nombrado su hijo? Al pelirosa no le importaba en absoluto que Gustabo se viera mayor, seguía siendo aquel niño rubio para él y para todo su grupo. 

Por lo tanto, Bo se sintió más animado y esto provocó que pudiese pensar con más calma en la situación en la que se encontraba. 

La pólvora se estaba agotando muy deprisa y los demonios no dejaban de aparecer sin cesar. 

Freddytabo - El Hijo del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora