La oscuridad de la noche había vuelto de nuevo, pero en esta ocasión una fina luna creciente dejaba caer algo de luz y permitía que el paisaje se distinguiera en la penumbra.
El aire frío de la noche soplaba con fuerza y chocaba contra aquel acantilado que había sido la tumba del comandante Freddy Trucazo.
Mientras Gustabo estaba desolado en mitad de un remolino de emociones causadas por la muerte del hombre al que amaba, este mismo hombre se encontraba al pie de la inmensa pared del precipicio observando la caída abismal desde abajo y con el aspecto agotado del que ha tenido un día muy duro.
—Ha faltado poco esta vez —comentó con un silbido.
Por supuesto, Freddy Trucazo no había muerto. Habría sido demasiado irónico su fallecimiento después de haberle dicho a Filadelfo aquellas palabras tan grandilocuentes sobre que luchaban para sobrevivir.
Cuando el monstruo lo tiró junto a su caballo, los tres cayeron sin remedio por el acantilado. Freddy llevaba la espada en la mano y mantuvo su agarre alrededor de la empuñadura mientras la velocidad de la caída iba aumentando. Por ello, su reacción más natural fue tratar de acercarse a la pared del precipicio para frenar su caída con ayuda del arma, lo cual parecía más sencillo de lo que realmente era.
Tenía que actuar rápido, ya que el abismo tendría algún fin y si se estampaba contra el suelo no habría duda de que no sobreviviría. Sin embargo, cada vez que trataba de acercarse para clavar la espada en las rocas, se golpeaba con la fuerza aumentada por la velocidad. El viento silbaba en sus oídos y notaba la presión del aire que apenas le permitía respirar.
Tras darse varios golpes, la urgencia del momento ayudó a Freddy a soportar el dolor y el pánico. Con las dos manos, agarró con fuerza la espada y la hundió en la pared del precipicio. Sus músculos se resintieron en el momento, notó la tensión de sus brazos e incluso se podían apreciar sus venas marcadas por el esfuerzo. El contacto del acero del arma con las rocas provocó chispas que lo acompañaron en su descenso, cada vez más lento, hasta que finalmente se detuvo y Freddy quedó colgado de su espada en mitad de la enorme pared.
Poco a poco recuperó el aliento, aunque continuaba jadeando y con el corazón latiendo muy deprisa. Su situación había mejorado un poco porque había logrado detener la caída, pero aún se encontraba en un grave peligro. Con cuidado apoyó los pies sobre las rocas y miró hacia arriba y hacia abajo para tratar de averiguar a qué distancia se encontraba.
La bruma que había cubierto toda la zona durante el alba impedía que pudiese visualizar exactamente dónde se encontraba. Solo podía ver nubes en todas direcciones. Así que tenía que decidir si era mejor opción tratar de escalar de regreso hacia arriba o terminar de descender con cuidado lo que restaba del acantilado sin tener ni idea de cuál distancia sería más corta.
—¡Me cago en mi puta madre! —soltó con la respiración aún agitada.
Freddy tenía mucho entrenamiento en el cuerpo, pero no aguantaría tanto tiempo colgado allí, notaba cómo los brazos se iban agotando poco a poco y su energía tenía un límite después de la noche que había pasado.
Por esa razón, su decisión fue la de continuar bajando por la pared. Cuanto más cerca del suelo, menos peligro de morir. Así de simple.
Las siguientes horas pasaron como una tortura para el comandante, que tuvo que descender lentamente y con mucho cuidado, haciendo uso de movimientos calculados y muy controlados.
Buscaba bordes y salientes con los pies para poder sostenerse y después recogía la espada. Este era el momento de mayor riesgo, pues se quedaba sin su principal punto de apoyo. Entonces volvía a clavar el arma en la pared para continuar utilizándola como soporte y bajar un poco más.

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Freddytabo - El Hijo del Emperador
Fiksi PenggemarJack Conway es un emperador al que todo el mundo respeta. En su pasado sufrió una gran tragedia y solo el conde Freddy Trucazo, el comandante del ejército imperial, sabe cuánto llegó a afectarle realmente. Un día, en un ataque contra los monstruos...